1. El peor día.

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—Este día no pudo ir peor — farfullé hastiada.

Estaba formada, para poder entrar a ver a mi grupo favorito. Me encontraba a tres manzanas del edificio donde se presentarán ¡a tres manzanas! Mis planes habían sido llegar temprano para evitar esta molesta fila, pero este día, fue completamente nefasto.

Me levante con el pie izquierdo. Primero, se fue la luz durante la noche y es por eso por lo que mi despertador se desprogramo y no sonó. Despues, mientras dejaba cocinando mi desayuno fui a ducharme rápidamente, pero mi calentador demoró extrañamente más de lo normal, por esa razón mi comida terminó quemada.

Llegué tarde a mi clase sabatina porque no alcancé a tomar mi autobús ¡¿Quién va a clases en sábado?! Pues yo claro está, la chica nerd. Al menos mi mejor amigo me ayudo a la práctica de laboratorio para que no saliera ¡aún más tarde! Gaten sabia cuanto adoraba a este grupo, así que al menos tuvo compasión de mí.

Igualmente, eso no impidió que llegara tarde. Me había costado mucho lograr comprar uno de los mejores ticketes para el concierto. Espero que respeten mi lugar, deben hacerlo, ¡tienen que hacerlo! Espero que sí.

Ya dentro del inmenso auditorio, estaba más nerviosa de lo normal. Siempre BTS me alegraba el día con su música, me inspiraban y me animaban a continuar. Era la primera vez que los vería desde tan cerca. Por lo regular compraba los boletos más económicos, pero no me perdía ninguno de sus conciertos. Y por fin, mi día mejoró, cuando salieron y comenzaron a cantar.

Me gustaba pensar que, cuando tienes un mal día, las cosas no pueden ir peor. Pues descubrí que el destino se reía en mi cara y me escupía al pensar de esa manera positiva. Una chica a mi lado, (atractiva debo reconocer) brincó con tal entusiasmo que me empujó e hizo que cayera de rodillas, recogí mis lentes los más rápido que pude, no quería que se rompieran.

Ella me miro desde arriba con arrogancia y sonrió de lado.

—Eso te pasa por venir vestida de esa manera — por el tono que ocupaba me hizo sentir inferior. Acomodé mis anteojos. Es verdad que no me había arreglado, debido al tiempo, que no estuvo de mi lado hoy. Después de la universidad, viaje a la ciudad inmediatamente para poder llegar aquí. No me cambié de ropa, o me maquille, tampoco es que sea ese tipo de chicas. Solo me maquillo lo básico y en ocasiones especiales.

Ella hizo como si alguien la empujara y me piso las manos con sus tacones, haciendo que sangrara una de ellas. Sentí un calor insoportable seguido de dolor. Comenzó a reír como una urraca.

Todas pasaban empujándome, o pisándome haciéndome imposible el levantarme, comencé a sentirme terrible. No sé cuánto tiempo pasó, pero justo en un intermedio, cuando ellos fueron a sus camerinos para cambiarse, pude por fin ponerme de pie.

Tenía las manos ligeramente ensangrentadas, me dolían bastante. Pero no quería salir de ahí, quería ver a mi grupo favorito, para que pudieran mejorar el peor de mis días. Despues de todo, no había logrado verlos bien y lo único que deseaba mi pervertida mente, era sentir su sudor caer en mi rostro (¡oh sí!) ¡Por eso compre esta entrada!

La tipa que me empujó me miraba burlonamente, y sentí una mano en mi hombro, ahora sabia el motivo de su alegría. Era un guardia, un hombre robusto, alto. Tenía una mirada de pocos amigos.

—¿Podría acompañarme por favor? — preguntó serio. Su voz era grave.

—¿Qué? ¿Por qué? — mi tono era suplicante. Comencé a llorar desesperada ¿Es que este terrible día no iba a tener compasión de mí?

El guardia tomo mi brazo y me llevo hacia afuera. Antes de salir mire a aquella arpía sonreír triunfante, mientras mis lágrimas de ira se deslizaban por mis mejillas.

Caminamos un largo tramo, como si rodeáramos el auditorio. El guardia me guió hasta una habitación color blanca, con sillas alrededor y un amplio sofá color azul. En el centro había una mesa de cristal. Del lado derecho estaba empotrada una televisión en la que se transmitía el concierto de mi querido grupo y debajo de ella, otra mesita de plástico con una cafetera encima.

El guardia hizo una educada reverencia y se disponía a salir.

—Pensé que me iba a sacar —se giró para verme antes de abrir la puerta. Estaba confuso.

—¿Por qué habría de sacarla? — me encogí de hombros. Eso precisamente me pregunté cuando me saco del concierto.

—Entonces ¿Por qué estoy aquí? — él miro mis manos.

—Un doctor vendrá pronto.

Le mire confusa y antes de que siguiera con mi interrogatorio salió de la habitación. No entendía nada de lo que pasaba ¿Por qué estaba aquí?

Me encontraba mirando el concierto por la tv que estaba colgada, ellos habían vuelto a sus camerinos nuevamente para preparar su siguiente número. Ya había perdido la noción del tiempo, no sabía cuánto llevaba aquí. Estaba un poco desanimada, yo quería estar ahí viéndolos en vivo, me había costado comprar este lugar y ahora me encontraba aquí, sin saber la razón. Tan cerca, y a la vez tan lejos. Suspiré.

—Hola — escuche una voz familiar. Miles de veces la había escuchado en videos, cuando cantaba. Pero ahora, la escuchaba frente a mí.

Jung Kook había entrado a la habitación. Estaba sudando, llevaba pantalones ajustados y una camisa de triángulos de colores. Me sonrió tímido y miro mis manos.

—¿Estas bien? —se sentó a mi lado para ver más de cerca mis heridas.

Yo estaba ahí sin decir una palabra. Estaba en shock ¿Qué podía ser esto? ¿Una broma? Comencé a reír nerviosa como una tonta. Jung Kook arqueo una ceja divertido por mi gesto. Esto no podía ser más que un sueño. Si eso debe ser, seguro me desmayé cuando todas esas chicas me pisaban.

—Debe ser un sueño ¿Verdad? — mi voz era agitada por la risa escandalosa y poco femenina que había tenido.

—Am. No —dijo como extrañado.

—Claro que sí, esto no puede ser cierto. Quiero decir, todo mi día ha sido nefasto y ahora, estoy sentada al lado de uno de los integrantes de mi grupo favorito. Eso debe ser ¡un sueño! —mi tono sonaba como si de un descubrimiento se tratara.

—Yo creo que tu... —

—Pero ¿Por qué estás vestido? —le interrumpí.

—¿Perdón? — dijo sorprendido.

—Si, en mi sueño no llevas tanta ropa — él sonrió tímido y se agacho, sus mejillas tomaron un color rojo precioso —Vaya, te ves más hermoso que en mis otros sueños — me perdí en su sonrisa.

Instintivamente coloqué el dorso de mi mano en su mejilla acariciándola. Sentí un hormigueo por ese contacto. Nunca había pasado eso. Se sentía tan real. Su piel tan suave, su respiración tan cerca. Su aroma delicioso. Él me miraba con los labios entreabiertos un poco sorprendido, sin saber que decir.

—Jung Kook debes volver. Yo me encargo de revisarla —un hombre con una bata blanca y un botiquín había entrado a la habitación.

—Si, gracias doctor — mi chico hermoso se levantó y comenzó a caminar hacia la puerta.

—Pero ¿Por qué te vas? No puedes irte. Esto no pasa en mi sueño —dije alarmada.

Ambos me miraron como si estuviera loca. El doctor se sentó a mi lado ese lugar que había ocupado mi príncipe y tocó mis manos. Sentí una punzada de dolor agudo y entonces lo supe. Esto no era un sueño o de lo contrario, ya hubiera despertado. Los mire aterrada por todo lo que le había dicho a Jung Kook.

—¡Dios mío! — fue lo último que logre articular antes de caer desmayada.

Similares a Nuestra Manera (JungKook y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora