A sus quince primaveras, el sereno Zed caminaba por la rivera del bosque, siguiendo los pasos de su apreciado maestro; Kusho.
El apacible sendero conducía hacia las tumbas de los valientes ninjas, cuya vida había sido volcada en pos de una noble causa.—Espérame, Zed —Un jovencito de su misma edad, de cara pecosa y alegre, trataba de seguir los pasos de su compañero. Su cabello, oscuro y corto, se mecía a causa de la agradable brisa. El peliblanco detuvo su marcha.
—Eres demasiado lento, Shen —Zed le dedicó una fugaz sonrisa al moreno, provocando que su rostro se turbase.
Inmaculado y angelical, la presencia de Zed conmovía una pequeña parte de todos aquellos quienes le conocían. Y no era para menos, el impertérrito joven era un brillante alumno en todas las ramas. Candidato a poseer algún día el legado de su maestro, presumía ser uno de sus preferidos.
Una vez llegados a su destino. Los jóvenes se inclinaron ante las tumbas con impoluta educación, solemnes. Ambos pupilos posaron a los pies de la estructura un ramillete, engalonado por anémonas y brezos, flores típicas de la región.
Una vez presentados los respetos, se dispusieron a almorzar en una pequeña colina, a la sombra de los árboles. Zed abrió con parsimonia su fiambrera, tomando un pequeño trozo de jamón, que engulló con avidez.
—Mis queridos muchachos —La voz de Kusho sonó, grave y sabia—, debéis tener siempre presente el conocimiento del caos y el orden. Ya que es gracias a estos que la armonia rige en la tierra. Mas el desequilibrio fluctúa, y basta un ápice de este para que tu, Zed, seas corrompido por el alba. O que a ti, mi hijo, Shen, te devore el crepúsculo. El balance es, en si mismo, el inicio y el final de todas las cosas, la matriz de nuestro universo. Debéis tenerlo siempre presente.
—Así lo haremos, maestro —dijo pausadamente el peliblanco.
—Sí, padre —siguió el otro.
Tras el ágape, el maestro volvió al templo, dejando a los jóvenes a solas.
—Zed... —murmuró Shen, tomándolo de la espalda y posando sus labios en esta. La recorrió con pequeños besos, fugaces como aleteos.
—Ahora no —gruñó el albino.
No sabía cómo había comenzado aquello. Tal vez hace unos años, entre las bambalinas de la inocencia aniñada. Mas los jóvenes no podían detener ese juego.
Shen siempre lo buscaba, encandilado por su impoluta belleza, no podía hacer más que desearlo. Amaba la manera de rechazarlo de este, para después dejar que lo hiciese suyo.
A Zed, por otra parte, no le incomodaba el rostro, anodino y a la vez singular, del moreno. Se dejaba hacer, algo cohibido al principio, hasta que los dedos y besos de Shen comenzaban a brindarle excitación. Era entonces cuando le murmuraba que siguiese. Y es que, en el fondo, adoraba la manera que tenía el moreno de comerle la boca.Shen se acercó al lóbulo de la oreja del peliblanco, mordisqueándola, juguetón. Un sutil gemido se escapó de la boca de este.
—Detente, por favor —Mas, en el fondo, ansiaba tenerlo dentro suyo.
Con cautela, el moreno desabrochó la camisa del otro, descubriendo su cuerpo escuálido. Zed era muy delgado y pálido, casi cristalino. Shen deliraba en cuanto recorría con su mirada sus caderas pequeñas y largas piernas.—Eres como una porcelana. Te amo —Estas palabras hicieron que el peliblanco tratase de cubrirse la cara, sonrojada. Shen lo tumbó sobre la hierba, acercandose a su entrepierna. La palpó con sutileza—. Ya estas duro, mi pequeño conejito —Se relamió.
—No me llames así —se quejó Zed.
Su compañero ahora recorría con sus dedos la entrada de su rosado aro de carne, acariciándolo suavemente. Tomó un poco de saliva y la untó en este, facilitando así la entrada de un par de dedos. El albino dejaba escapar pequeños gemidos. Su hoyo aceptaba bien las atenciones.
—Hoy quiero hacértelo así, mirándote a la cara —anunció Shen, quién ya comenzaba a notar la presión del semen en su polla, dejando escapar pequeñas gotas.
Acto seguido, posó su niembro en la entrada, dejándolo entrar lentamente, tratando de no dañar lo más mínimo a su compañero. Dió dos embestidas, tres... Y comenzó a acrecentar el ritmo. Pellizcó los pezones erectos de Zed, clavando sus uñas en ellos. Observaba fijamente su rostro, sonrojado y complacido. Sus divinos ojos rojos brillaban, de ellos brotó una pequeña lágrima, que recorrió su mejilla, perdiéndose. Aquello conmovió algo en el interior de Shen, quién posó sus labios sobre el otro estudiante, mezclándose sus lenguas en un intenso beso. Cuando retiró su boca, Zed imploró por más.—No te apartes. Bésame —El moreno accedió gustosamente a ello. Sobrestimulado, se decidió a terminar; no podía contenerse. En una fuerte embestida derramó su semen en el interior de su compañero. Quien, al notar el espeso líquido en su interior, eyaculó también.
—Plantaré mi semilla en ti todos los días de mi vida, conejito —le susurró Shen, abrazándolo.
🌸
No podía ser. Desesperado ante lo que acababa de escuchar, Zed ordenó que le preparasen una montura de inmediato. Debía partir en ese mismo momento.
Al atardecer, el consejo recibía su llegada con caras mustias. Entre titubeos y temor, le dieron la noticia al maestro: El ojo del crepúsculo se había llevado a Kayn consigo y, por lo visto, había acabado con una alumna suya.
Al parecer, había montado su guardia noches atrás, espiando el templo y sus inmediaciones. Justo antes de la llegada del maestro, había decidido asaltar.
Una nota le fue entregada al tirano, en ella, unas cordenadas le indicaban su ubicación. Parece que, tras todo este tiempo ocultándose como una rata, se había decidido a plantarle cara a Zed.
El astuto Shen además había averiguado la condición de Kayn. Y Zed no podía prescindir de su arma mas implacable, justo ahora, cuando el pelinegro estaba experimentando ese desconcertante cambio.
Todos estos vaivenes estaban haciendo mella en la estabilidad mental de Zed, que ahora ponía rumbo a su destino poseído por su sediento demonio, anhelando ya el sabor de su presa.
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Mío (Kayn x Zed)
FanfictionShieda Kayn, joven ávido de poder, lucha contra los primales instintos que siente hacia su maestro. Zed, tirano sumido en las sombras, trata de quebrar alma y cuerpo del adolescente discípulo. Ambos opacarán sus anhelos tratando de indagar en el ab...