Tener como voluntad la aniquilación del ser te lleva a acatar un algoritmo que, si bien no te destruye, destila el caos que portas dentro hasta que tu alma sucumbe a la fatalidad de su propio destino.
Mas, antes de volverte opaco, existe un punto en el que te sumes en el abismo del paroxismo; entonces todo cae por su propio peso. Justamente allí, entre la desesperación y el desdén, se encontraba Shieda Kayn.Miles de injurias hacía su maestro se le pasaron por la cabeza cuando, al alba, despertó en aquella cabaña, sintiéndose terriblemente solo. Perdido entre divagaciones, se acusó a él mismo de su suerte. ¿Quién si no, en su sano juicio, habría danzado con aquel infame ser que era Zed? Aquel mil veces maldito, hombre y parásito que, con sangre de azufre, lo había sumido en un pútrido miasma del que le era imposible escapar. Si existía un juicio final, estaba claro: aquella sanguijuela no quedaría impune ante la orden de agonizar entre giros de fuego. Y allí estaría el moreno, deleitándose ante la visión del tirano caminando entre las brasas.
Mas ahora, entre las sábanas marcadas por el pecado, Shieda no se sentía más que un hílico; una deleznable alimañana indigna.El moreno sintió una molestia entre sus nalgas y se examinó: un reguero de sangre seca surcaba sus piernas. "Aquel malparido...", masclulló, sintiéndose mancillado.
Observó por la ventana nubes densas y oscuras: llovería.
¿Cuántos días faltaban para que llegase Zed? No podía limitarse a esperar, como una enferma dama, a que aquel perro acudiese en su rescate. Mas no podía hacer otra cosa: no tenía ni puta idea de dónde se encontraba. Y su maestro sí. Por supuesto; el gran condenado lo sabía absolutamente todo. Kayn no podía permitirse que lo viese así, ya se imaginaba la mueca de cinismo que el mezquino dibujaría ante aquella denigrante situación. ¿Lo seguiría aprobando como pupilo tras lo acontecido? La turbación se apoderaba de Shieda.El joven se encontraba afligido, y por más que trataba de no darle tregua alguna a todas esas emociones, el equilibro mental se escapaba de sus manos. Las preguntas desfilaban por su cabeza, una tras otra. Se cuestionaba su servidumbre, su lealtad, su condición y, muy a su pesar, su sexualidad:
¿Siempre había remado para aquella dirección? ¿Por qué había otorgado su virginidad a Shen? Por más que lo negara, el joven sabía bien la respuesta: era el temor ante el deseo por su maestro lo que le había motivado a cometer tal locura, el incomesurable pavor ante la fantasía de querer entregarse a él, de fundir su carne entre las tinieblas del tirano. Había perdido totalmente el norte por su maestro. Oh, trágico Kayn; tenía sangre de corcel y caderas de puta, caderas que clamaban porque su Zed las recorriese y las tomase. Mas su pura inocencia había sido arrebatada por un extraño. Y no cualquier extraño; Shieda había perdido su pureza con el hombre que se folló a su maestro incontables veces.
¿Cómo había podido ser una criatura tan despreciable? El asco que sentía hacia su persona no conocía límites. La noche anterior había ahogado sus gemidos entre las sábanas de un hombre pensando únicamente en Zed. En las manos de Zed, en su albino pelo y su gélida mirada, en como se sentiría notar su miembro desgarrando cruelmente su interior. Ni la castración aliviaría su tormento.Tratando de buscar algo de sosiego, se decidió a dar un paseo. Al cruzar el umbral de la puerta notó que la energía mágica que se hacía presente los anteriores días había desaparecido; Shen había roto el sello.
Podía irse, alejarse de aquél paraje que ahora se le antojaba hostil y deprimente. Perderse entre la llanura y no volver a mirar atrás. Tal vez podía empezar de nuevo, destrozar poblado tras poblado para sembrar fama y terror. ¿Conocería así el mundo quién era él realmente, más allá de su condición de pupilo? "Rhaast...", pensó coherentemente; necesitaba recuperar su darkin.🌹
De sombra y desdicha, el lirio blanco se encontraba en el último tramo de su camino. Aquel era Zed: una mera flor sombría regurgitada de lo más hondo de un pantano.
El tirano no sabía bien como dirigirse a su alumno cuando lo hallase; conocía al dedillo al moreno, por eso mismo sabía que este se encontraría jodidamente alterado. Iba a ser un quebradero de cabeza tratar de explicarle su intención de proseguir en sus estudios. Además, el necio Shieda se negaría rotundamente. No importaba; la voluntad de Zed imperaba por encima de todas las cosas y, si el muchacho optaba por no cooperar, lo forzaría como siempre hacía ante todo inmundo que no compartiese sus ideales.
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Mío (Kayn x Zed)
FanfictionShieda Kayn, joven ávido de poder, lucha contra los primales instintos que siente hacia su maestro. Zed, tirano sumido en las sombras, trata de quebrar alma y cuerpo del adolescente discípulo. Ambos opacarán sus anhelos tratando de indagar en el ab...