—¿Qué sucede? —se sobresaltó Shen, incorporándose de golpe en su cama.
Kayn, pasmado, no supo que hacer; en sus ensoñaciones se le había olvidado que el pecoso era más que un cacho de carne, puesto que sentía y padecía.
Optó por besarlo: torpemente, trató de meter su lengua en la boca del otro. Tan solo quería acallarlo con ese pasional gesto, mas no se había percatado de lo que acababa de hacer: prender la mecha del deseo.Notando la lengua del moreno revolviéndose en su boca, Shen, medio adormilado todavía, se estremeció; Kayn besaba exactamente igual que Zed, ese albino que tantas veces había adorado.
A Shen le invadió la nostalgia. Aún con sus sentimientos hechos jirones, recordaba perfectamente el cuerpo del tirano: su frío tacto, sus delicadas manos que infinitas veces habían recorrido todo su ser, tocándole como si se tratase de un arpa; tratando de arrancarle los más íntimos arpegios de su alma.
Pero no era Zed, si no el sombrío muchacho quien le comía la boca con avidez, casi desesperado. El ojo del crepúsculo barajó la posibilidad de apartarlo; eso era lo correcto.
¿Por que no lo hacía entonces? El aura del pelinegro, que se alzaba sobre él, y la imperante necesidad de tener a otra persona en la cama, aplacaba toda idea de rechazo. Shieda terminó el beso para decir:—¿Quién follaba a quién, Shen? —Las palabras del muchacho lo transportaron al pasado; hacia un recuerdo que se perdia tras los visillos de la ventana...
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—¿Quién folla a quién esta noche?
A sus diecisiete años, Zed se encontraba reluciente; en la flor de su vida. El albino se encontraba sobre Shen. En la oscuridad del cuarto solo se discernian sus siluetas.
—Como el señorito quiera. —El pecoso revolvió el cabello de su compañero. Notaba a este exaltado en desmesura los últimos días. Su desconcertante buen humor no era propio de él.
—¿A ti cómo te gusta más? —Extrañado, Shen guardó silencio. Zed jamás se había interesado por sus pretensiones en el lecho.
—De ambas formas. Mientras note tu cuerpo no puedo ser más que feliz —dijo.—Shen... —El tirano se retiró de encima del cuerpo del otro. Aquello no agradó al pecoso; el peso de Zed sobre él le reconfortaba. Trató de abrazarlo por la cintura. Posó una mano sobre el hueso de su cadera. "Eres divino", pensó Shen.
—Esto debe terminar, ya no somos niños —espetó Zed a su compañero—. Este juego ya no me aporta nada.
—¿Qué sucede, conejito? —Shen se acercó a él; mas su compañero lo rechazó.
–No siento que este haciendo lo correcto en absoluto. Y eso te incluye también a ti —sentenció el peliblanco.
Como un vil azote, aquellas palabras resonaron en la cabeza de Shen, dejándolo paralizado. Sabía perfectamente que últimamente habían descuidado su compleja relación, mas eso no era motivo alguno para comportarse de una forma tan radical.
—Dime ahora mismo que diantres sucede, Zed. Y no lo evites más; debo saberlo.
—No. No quiero que mis asuntos sean más de tu incumbencia. Pero te diré algo, Shen: te desafío. Planeo hacerme con el puesto que ahora ocupa nuestro padre. Y tú no eres más que no estorbo.
—No estás pensando con claridad. Podemos arreglar... —Zed no le dejó terminar; una sonora bofetada impactó en su mejilla.
—Deja de comportarte así conmigo. No eres mayor que yo. Tampoco no eres ni un ápice de todo lo que soy yo. Escoria —le recriminó— ¿Crees que no me dañas con tus palabras? ¿Crees que no me doy cuenta de cómo me miras por encima del hombro, con puto desdén, cuando vengo a pedirte consuelo a tu cuarto? —tomó aire y prosiguió— Dios santo... ¡Qué imbécil he sido y que vulnerable me he mostrado ante ti!
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Mío (Kayn x Zed)
FanfictionShieda Kayn, joven ávido de poder, lucha contra los primales instintos que siente hacia su maestro. Zed, tirano sumido en las sombras, trata de quebrar alma y cuerpo del adolescente discípulo. Ambos opacarán sus anhelos tratando de indagar en el ab...