VIII. Házmelo de nuevo (Parte I)

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Shen se encontraba cambiando, con dulce cautela, las vendas de un drogado Kayn. Se encontraban en el anochecer del quinto día; pronto Zed llegaría a la morada del pecoso.

"He decidido desistir en el procedimiento, Shieda."- las palabras del ojo del crepúsculo llegaron hasta el muchacho. "No hay nada que pueda hacer para retirar la damnación que ha puesto en tí tu maestro. Temo tener que relegarme de mi misión; te abandonaré al amanecer." Mas dónde Shen solo anunciaba su intención de liberar al muchacho, Shieda acababa de intuir su sentencia de muerte: ese hombre, por el motivo que fuese, no había podido cumplir su objetivo. Seguramente ahora se dispondría a sellar su boca con un manto mortuorio. Debía actuar, ingeniárselas rápidamente para poder burlar su destino.

—No lo hagas... —El pelinegro posó un brazo en la muñeca de Shen; mas apenas tenía fuerza para sujetarla con firmeza.

—No puedo hacer otra cosa. La maldición que ha aplicado en tí tu maestro persistirá hasta que él la anule. Y, como ya te dije, todavía no puedo confrontar a ese hombre. —le informó Shen.

—No es eso. No... no me mates —tartamudeó Kayn.

—¿Cómo iría yo a hacer eso? —Shen ya daba al moreno como caso perdido: se le antojaba una criatura enjaulada por sus propios traumas.

Mas Kayn, ofuscado en su paranoia, siguió insistiendo.

—Te daré lo que quieres. Podemos tener una momentánea tregua. Solo un cobarde como tú podría tener la osadía de acabar... —tomó aire, mareado— de acabar conmigo en mi momento más bajo.

—Te he dicho que no tengo ninguna intención de acabar contigo. No quiero ligarte con Zed; tú no interviniste en aquella tragedia.

—Te he visto mirarme. Conozco a los hombres de tu condición. ¿Quieres mi cuerpo, no es cierto? —le culpó Kayn.

—No. No siento ese deseo del cual me acusas —negó con firmeza.

Kayn notó un ligero rubor en las mejillas de Shen. Una vertiginosa corriente de repudio le invadió por completo; rechazaba aquella depravación.

—Ahá. He adivinado: eres un maricón de mierda —lo acusó. Shieda trató de ponerse en pie, quería estar lo más lejos posible de ese hombre— ¿Qué me hacías mientras estaba bajo los influjos de tu magia? ¿Me has follado estando yo inconsciente?.

—Cállate ya y deja de soltar sandeces —Shen tomó al joven por el brazo y le inyectó una mirada que denotaba severidad. Aquel muchacho había conseguido sacarle de sus casillas—. Escúchame bien, Kayn; no eres más que un hombre obsesionado con la idea de que el mundo le va a dañar. No sé hasta que punto te ha quebrado Zed; pero que lo ha hecho es evidente.

—¡Que me dejes ya de una puta vez! -Sacando las fuerzas de quién sabe dónde, el moreno le propinó al otro un fuerte empujón.

—Entra en razón. Te lo imploro. Conozco más que nadie a tu maestro —mintió. Shen desconocía el monstruo en el que se había convertido tras dejarse engullir por las tinieblas—. Puedo entenderte, ese influjo de poder demoníaco acaba con la integridad de cuantos le conocen. Pero tú aún estás a tiempo.

—¿Qué lo conoces? —Shieda soltó una risotada— En mi vida te he visto en el templo.

—Existió un pasado en el que pude conocerlo bien —informó el ojo del crepúsculo.

—¿Qué eras? ¿Su súbdito?

—No. Era su hermano.
Estas palabras hicieron que Kayn ligase cabos. De repente conocía quien era ese hombre; Zed le había hablado sobre él en alguna ocasión. Tratando de no detallar mucho el tema, su maestro le había narrado el día en que consiguió hacerse con el templo; devastando todo a su paso. Le había contado sobre el poder que encontró en aquella misteriosa caja; poder que debía regir sobre todo lo demás. Y por último, le había contado sobre un hombre el cual siempre se esforzó por superar: Shen.

Mío (Kayn x Zed) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora