Prólogo

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Un filósofo preguntó una vez:

¿Somos humanos porque miramos las estrellas?

¿O las miramos porque somos humanos?

Intrascendente.

¿Las estrellas nos miran también?

Es una buena pregunta.

En Inglaterra vivía un campesino, en un pueblo llamado Wall; nombrado así por el muro que se extendía a lo largo.

Un muro que, según los rumores locales, escondía un extraordinario secreto.

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- Mi trabajo es cuidar el portal al otro mundo y tú...¡¿Me estás pidiendo que te deje cruzar?! -pregunto casi incrédulo el anciano de barba blanca y sombrero de copa negra al joven que tenia enfrente.

- Sí -respondió el joven- Seamos honestos, es un campo. -señaló algo exasperado, llevaba minutos insistiendo en lo mismo y el sujeto no lo dejaba cruzar. Se acercó al anciano y lo tomó de un hombro haciéndolo voltear al muro- ¿Ves algo raro ahí? No. ¿Ves algun monstruo? No, te digo por qué...¡Porque es un maldito campo! -casi gritó, ya irritado.

- Por cientos de años se a cuidado de éste muro. -comenzó de nuevo el mayor de los dos- Y por cientos de años se ha vigilado las veinticuatro horas del día.

- Pero...

- ¡Una palabra más y te llevaré ante el consejo de la aldea! -sentenció.

Un tenso silencio se hizo unos segundos mientras ambos no dejaban de mirarse retadores, al final, el más joven suspiró.

- Bien, -bufó- supongo que regresaré a casa entonces.

- Sí, es lo mejor. -asintió y le dio una palmadita en el hombro mientras el joven volteaba- Adiós Jacob, dale mis saludos a tu padre. -se dio la vuelta al ver al joven caminar un par de pasos.

No se esperó lo siguiente.

El joven Jacob tomó su oportunidad en ese instante, dio la vuelta y corrió todo lo que pudo hasta que logró cruzar por el único hueco que tenia el muro. Escuchó los gritos del anciano pero los ignoró y siguió hacia el bosque con una sonrisa presumida en los labios.

Luego de unos minutos aminoró el paso y caminó recuperando el aliento mientras veía a su alrededor.

Debía admitirlo, el bosque era algo tenebroso, pero no regresaría. Caminó en línea recta hasta que divisó que llegaba al final del camino, al llegar puedo ver que estaba en la cima de una colina y que debajo de ella se encontraba un pequeño pueblo, podía escuchar el bullicio que hacian las personas. Al parecer el ambiente era muy animado.

Y no se equivocó.

Llegó a la entrada y aquello parecia ser un mercado, ventas aquí y por allá, pero no eran muy comunes. Eran muy distintas, porque ese elefante encerrado en una pequeña jaula y de dos cabezas no podía ser nada normal.

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