La Trampa

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Emma llegó a la mitad de un camino que se dividía en dos, detuvo la carreta y bajó, sacó de su vestido las runas de piedra negra.

- ¿La estrella está aquí? -preguntó por décima vez lanzándo las runas, éstas al caer le dieron una respuesta positiva.

Emma suspiró y vio ambos caminos, no habían árboles o arbustos que impidieran su visión, no vio nada en ninguno, ni siquiera por el camino donde ella había venido. Hizo una mueca y vio el anillo que tenía puesto, lo pensó un momento antes de suspirar y frotar la piedra roja del mismo un par de veces.

Frente a ella, las imagenes de sus hermanas aparecieron.

- Emma, querida, cuidado con la magia que usas, -comenzó Ororo- que por lo que veo, se va agotando.

- Usar el anillo también la agota. -señaló Raven con el ceño fruncido.

- Lo sé, sólo fueron una transformación y una maldición, nada del otro mundo. -se quejó- Pero no es por eso que las contacté...

- Debes de moderar su uso entonces, -gruñó Raven- usa las runas para saber dónde está la estrella y llámanos sólo si es necesario.

- ¡No me digas cómo hacer mi trabajo que soy la única que la está buscando de las tres! -elevó la voz- Y eso hice, usé las runas y aquí es dónde debería estar, pero no hay nada, solo tierra y más tierra.

Ororo detuvo a Raven de alargar más esa pelea, el anillo usaba mucha magia y Emma se vería perjudicada en su búsqueda.

- Déjame verificar entonces. -Ororo se encaminó a las jaulas y tomó a uno de los animales.

Raven se ocupó del animal desquitando en parte el mal humor que le causó Emma, ambas observaron las víceras que se dejaban ver, analizando su posición. Entonces Ororo sonrió ampliamente y regresó con rapidez hacia el espejo de cuerpo completo donde la imagen de Emma estaba reflejada.

- Hermana, no te dicen otra cosa porque ella va hacia tí. -exclamó con cierta emoción- ¡Debes quedarte donde estás!

- Ow pobre, apenas brilla. -llegó la voz de Raven que se acercaba al espejo- Debes hacer que recupere su brillo o no servirá de nada quitarle el corazón. -la vio con frialdad mientras en su tono expresaba una orden.

Emma apretó los puños pero buscó calmarse.

- Está bien, me encargaré de que lo recupere. Las llamaré luego. -contestó casi entre dientes antes de cortar con la comunicación con un ademán de su mano.

Vio de nuevo a su alrededor y se acercó a las cabras que seguían atadas a su carreta, el plan comenzaba a formularse en su mente y sonrió, a Azazel no le dio buena espina verla.

- Bien, esto es lo que haremos. -se agachó para estar a su altura y acarició ambas cabezas de los animales.- Haremos que se sienta bien y feliz, de esa manera recuperará su brillo...o pensándolo mejor, yo me encargo de eso, crearé una posada, por el clima no tardará en llover así que será el refugio ideal y ustedes, se volverán humanos. -se levantó y con la mano extendida entre las dos cabras se concentró.

La bruma verde las envolvió y poco a poco tomaron forma humana nuevamente, Azazel estaba tan feliz, el hombre mayor a su lado tenía una barba que sobresalía de su mentón y veía a su alrededor con cierto temor, de su boca salían balbuceos.

Emma le dio una mirada desagradable y volvió su atención a Azazel, lo analizó de pies a cabeza.

- S-si me deja ir...no diré nada... -comenzó el pelinegro estremeciendose por la fría mirada de la rubia.

- Si todo sale bien y cooperas te dejaré ir, antes no. -sentenció Emma con antes de asentir y comenzar a rodearlo de nuevo con la bruma.- Siempre quize una hija. -rió al terminar viendo a la muchacha en la que lo había transformado, tenia un vestido en tonos cafés con un escote no tan revelador.

StardustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora