De Alianzas y Reencuentros

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William detuvo el caballo justo cuando llegó al hueco en el muro, se extrañó de ver una gran mancha negra en el cesped, parecía la silueta de un cuerpo que había sido quemado hasta no dejar nada.

- ¿Qué demonios pasó aquí? -metió la mano en su bolsillo para sacar las runas pero entonces su mirada se desvió a las huellas de un carruaje, el camino de las ruedas seguía recto alejándose más del muro.

Aquello no le dio buena espina.

- ¿Alguien más ya tiene a la estrella? -preguntó con prisa, maldijo en cuanto vio la respuesta afirmativa en las runas.- ¡Vamos! ¡rápido! -gritó mientras tomaba las riendas y hacía que el caballo comenzara a galopar de nuevo.

No pensaba quedarse de brazos cruzados, la estrella y el rubí serían suyos así tuviera que hacer cosas más ruines y crueles de las que había hecho ya.

Stryker se alejó del muro siguiendo el camino que había dejado el carruaje, estaba muy seguro de que en éste iba lo que le pertenecía por derecho de nacimiento e iba a matar a todo aquel que se interpusiera en su camino.

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Emma detuvo el carruaje frente a la gran mansión que ahora tenía por casa. Sonrió ampliamente satisfecha y emocionada al bajar e ir a la puerta, la abrió y tomó el extremo suelto de la cadena que estaba atado a una parte del carruaje.

- Hemos llegado, abajo. -ordenó sin borrar la sonrisa de sus labios y tiró de la cadena para que bajaran.

Charles tragó en seco, completamente atemorizado y nervioso, no quería bajar. La mujer que lo acompañaba le sonrió cálidamente y susurró, sin que la bruja escuchara, que todo estaría bien mientras se levantaba de su lado y bajaba primero. El menor asintió sin poder devolver la sonrisa y tuvo que seguirla pues sus manos continuaban atadas, una vez abajo la mayor de ojos verdes lo acercó a ella protectoramente y juntos caminaron detrás de Emma.

Emma agitó una mano y las enormes puertas se abrieron solas, dejando ver el interior, un enorme salón con varias ventanas de cristal, arañas que colgaban del techo y que iluminaban la enorme estancia, jaulas de un lado con diversos animales dentro y cajas con otros ornamentos del otro, al fondo un par de escaleras que conducían a un balcón en lo alto y debajo de éste una pequeña fuente. Las puertas se cerraron detrás de ellos, ya no había marcha atrás, no podían huír.

Otras dos brujas se acercaron con rapidez en cuanto los vieron.

- ¡Emma, lo hiciste! -exclamó la más bajita y regordeta, sonrió mostrando la falta de unos cuantos dientes.

- Trajiste a la estrella pero...¿quién es ella? -señaló la otra, un poco más delgada, tenía los ojos amarillos parecidos a los de un felino.

- Una esclava, creí que podriamos darnos ese lujo ¿no les parece? -contestó Emma.

Las otras rieron junto a Emma aceptando a su nueva esclava.

- Tienes razón, es muy oportuno. ¿No es así Raven? -se acercó a la mujer de vestido azul y comenzó a quitar la cadena que ataba las manos de ambos.

- Claro que sí Ororo, bien hecho Emma. -sonrió a su hermana que se veía bien pagada de sí misma con los elogios.- Ella limpiará todo cuando terminemos con nuestro lindo invitado. -se acercó a Charles quien la veía paralizado y estaba muy pálido, acarició su mejilla y sus ojos se desviaron a su pecho, en el punto donde estaba su corazón.

- ¿Ya lo tienen todo listo? -preguntó Emma al ver que Ororo terminó de quitar la cadena y separaba a la nueva esclava del chico.

- Desde que nos avisaste que ya lo tenías. -contestó Raven con suficiencia.

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