Hoy vino más tarde de lo normal, con movimientos lentos, pero que parecían enojados. Depositó en su canasto, cervezas, unos cuantos cigarrillos, y como no, unos ositos de goma de diferentes sabores.
El chico no parecía mayor de veintiún años, por lo que tuve que pedirle su carnet de identidad para venderle las bebidas alcohólicas. Él, a regañadientes, sacó la billetera del bolsillo trasero y me lo dio.
Su nombre es Ariel. Reí porque me recordó a la sirenita y por primera vez, el chico me dedicó una mirada que no era de indiferencia, pero era otra peor, era una de enfado. Me arrebató la tarjeta de identidad y lo guardó en sus bolsillos.
—Adiós, Ariel —dije riendo cuando se estaba retirando.
Se dio la vuelta y me mostró el dedo del medio. Reí más fuerte.
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Tú, un grito silencioso
Short StoryLo veía venir siempre con los hombros hundidos, la cabeza agachada y con vestimenta excesiva para el clima caluroso. Sin embargo, había algo que llamaba aún más mi atención y era aquella mirada gélida que parecía gritar auxilio. ¿Qué podría esconder...