Ariel vino hoy con la cabeza gacha. Si no estaba equivocado, parecía algo avergonzado. Me pregunto si fue porque me había ignorado frente a aquel hombre ayer, si ese era el caso, ya no estaba enfadado, claro que me había molestado, pero no es como si fuésemos amigos o algo así.
Con pasos lentos como era característico de él, llego hasta mí. Una lata de atún, un juego embotellado sabor durazno y un turrón con maníes fue lo que trajo en el canasto.
Ni siquiera lo saludé, total me volvería a ignorar, así que uno a uno tipeé en la caja registradora el precio y luego le dije el total. Sacó los billetes y me los dio algo dubitativo. Levanté la mirada y vi que quería decir algo, pero no lo hizo. Solo agachó la cabeza y cuando le di el cambio, sacó de su bolsillo trasero una especie de revista que estaba enrollada y algo vieja. Me la depositó en el mostrador y salió apresuradamente del lugar.
Al tomarla, vi que no era una revista como pensé, sino que se trataba de un cómic cuyas hojas ya estaban deterioradas, como si hubieran sido leídas miles de veces antes. Sorprendido por aquel gesto, me pasé toda la tarde leyendo, y así, el día pasó volando.
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Tú, un grito silencioso
Short StoryLo veía venir siempre con los hombros hundidos, la cabeza agachada y con vestimenta excesiva para el clima caluroso. Sin embargo, había algo que llamaba aún más mi atención y era aquella mirada gélida que parecía gritar auxilio. ¿Qué podría esconder...