CAPÍTULO 5

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La casa estaba silenciosa aquella noche, no había griteríos o peleas, apenas el silencio tan inusual en aquel lugar. La calma parecía hacerte bien, dormías con una sonrisa discreta en tu cara pálida, parecías serena y feliz, tu tranquilidad era casi palpable y Thomas no se acordaba de cuando fue la última vez que te había visto así antes. Por otro lado él se sentía pésimo, el remordimiento lo consumía y ese sentimiento no le dejaba dormir.

Angustiado Thomas abrazó sus propias piernas, queriendo olvidar aquel día. Él no sabía por qué, pero la culpa lo estaba destruyendo, manifestándose en sus ojos azules que desbordaban lágrimas que no podía contener.

Sonidos bajos escapaban de sus labios cada vez que oía una voz gritando en su mente que le decía que era un asesino. Perturbado el muchacho se llevó las manos hasta los oídos y las mantuvo ahí, tratando de aplacar aquella voz horrible, forzando a su mente a olvidar todo lo que había hecho aquella mañana, pero todo estaba ahí justo delante de sus ojos, como la sangre invisible que se escurría entre sus manos. La sangre de su padre.

Thomas no quería que las cosas hubieran terminado de esa manera, en el fondo él sólo quería ser libre, pero William jamás permitiría eso, vuestro padre lo mataría antes que el joven si quiere pensara en poner los pies fuera de aquella casa, William lo había dejado bien claro desde el día que regresará a Allerdale Hall, cinco días atrás, el día que había golpeado a su madre y a ti. Su voluntad era soberana a todos ahí. Y si dependiera del padre, Thomas jamás saldría de aquel lugar. Las marcas aún visibles en tu espalda eran un recordatorio de ello, así como el estado de vuestra madre que volvió a tener problemas con la pierna que ya había sido quebrada anteriormente, por el propio William.

Los empleados y criadas no tardaron en percibir lo que había sucedido, pero nadie se manifestó, nadie se preocupaba. Con amargura Thomas pensaba que si él muriera aquel día a nadie le importaría. ________, su dulce ________, le importaría, eras la única que le importaba, la que siempre sabía qué hacer, que pensaba y actuaba para el bien de los dos.

Eras su fortaleza, y gracias a ti Thomas había logrado escapar de muchos castigos, eras su fiel guardián, y por eso él nunca te cuestionaba cuando decidías hacer algo, él siempre cedía, no le importaba los resultados o consecuencias, no se necesitaba preocuparse por nada, nunca se preocupaba, pero en aquel día las cosas eran muy diferentes, el miedo y la angustia lo dominaba siempre que se acordaba de aquella mañana, y de las cosas que hizo directa o indirectamente.

Con remordimiento Thomas se acordó del momento que lo despertaste, aún antes de aparecer el sol, el muchacho en su ingenuidad imagino lo que estaba por venir delante. Obediente él te siguió sin cuestionar, como siempre, sin imaginar lo que pretendías.

Con pasos apresurados y sordos los dos salieron del ático, aún somnoliento Thomas percibió que pretendías hacer algo importante. Con prisa lo guiaste por el brazo hasta la cocina. Thomas observó con interés tus movimientos, sacaste de uno de los cajones un cuchillo y le pediste que volviera a seguir.

𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐈𝐍𝐂𝐎𝐍𝐃𝐈𝐂𝐈𝐎𝐍𝐀𝐋 ━━ Thomas Sharpe y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora