CAPÍTULO 14

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El agua goteaba del techo. Acertaba el suelo. El agua que golpeaba en el suelo goteaba del techo. Todos los días, cada hora.

El techo se convirtió en algo más cerca del horizonte que habías encontrado en aquel cubículo de hormigón, podrías mirarlo durante minutos, horas o hasta días y él siempre tenía algo nuevo para mostrarte, casi siempre cosas que no querías ver. Pero que no dudabas en poner tus ojos en él. Tus ojos, congelados. Muertos y pálidos como vidrio roto.

No recordabas la última vez que habías comido. Tu estómago gritaba y se retorcía de hambre, pero tus labios permanecían secos, agrietados, silenciosos y cerrados.

No querías llamar la atención de aquellos torturadores que se denominan médicos, ellos adoraban meter cualquier medicamento por cualquier lugar que fuera posible en ti, ya habías sufrido todas las reacciones grotescas en tu cuerpo manchado de dolor, pero ellos no parecían satisfacerse en ver tu sufrimiento. Muchas veces traían un plato de comida, lo dejaban en la puerta y se iban. Sólo sentías el olor, ni podías mirar el plato para recordar la apariencia de la comida. Todos los días eran lo mismo, como si las manecillas del reloj hubiesen olvidado de hacer sus funciones y todo aquel infierno nunca fuera a acabar.

Despertaste de aquella pesadilla horrenda, tus recuerdos de aquel psiquiátrico. Pero incluso en ese tiempo con todo aquel sufrimiento, lo que menos te preocupaba era tu bienestar. Thomas era la mayor de tus preocupaciones. Ahora estaba con tu tía, solo, probablemente sufriendo sin ti. Completamente perdido. El chico era completamente dependiente de ti, Thomas no iba a ninguna habitación de la casa sin ti. ¿Cómo estaría ahora?

Tu mayor temor era tía Dianna, el sentir que ella se convertiría en alguien como su hermano lo era, no soportarías si le ocurriera algo a Thomas, ¿y si él encontró alguna muchacha y te reemplazo? Una lágrima no tardó en escurrirse de uno de tus ojos. Tu pecho subía y bajaba en pánico, apenas escuchabas el sonido pesado de tu respiración y el llamado de Sophie.

La puerta de tu habitación se abrió, te sentaste en la cama mirando a la muchacha que estaba allí, usando el uniforme de sirvienta que desde hace tiempo le habías obligado a usar.

— ¿Acaso no sabes tocar, tonta? ¡Fuera! —Dices furiosa.

—Toque la puerta, señorita ________. Usted no respondió, y decidí entrar para ver si estaba bien —Contesto agachando la cabeza.

—Estoy bien, ahora vete y cierra la puerta —Agregas con arrogancia.

Te levantas directo al baño, para sumergirte en el agua de la bañera. Después de varios minutos, sales y te cambias. Abres la puerta de tu habitación y caminas hasta la cocina, encontrándote con Sophie preparando el desayuno.

—Señorita ________ —Llamo tu atención—. ¿Cuándo volverá Thomas? —Pregunto con suavidad en su voz, pero al ver tu expresión de desagrado, carraspeo y aclaro—, Digo... El Joven Thomas.

—No lo sé —Contestas sin gracia.

— ¿Puedo confesarle algo? —Pregunto palpando el ambiente denso.

— ¿Qué?

—Me gusta el joven Thomas —Respondió con inocencia, la joven mujer, y continuo— ¿Usted cree que él llegaría a estar conmigo?

Ya estabas cansada de las preguntas que te hacia sobre Thomas y por un momento pensaste algo macabro.

Te levantaste para acercarte a la chica, pensaste muy bien en las palabras que le dirías.

—Tal vez si, Sophie. Pero con esas fachas jamás se fijara en ti —Pusiste tu mano en su hombro en señal de amabilidad—. Así que, te regalare uno de mis vestidos. Vamos para que te pruebes.

— ¿De verdad, señorita ________? —Pregunto llena de emoción la joven.

—Claro —Sonríes con hipocresía.

Las dos suben hasta tu habitación. Abres la puerta y la chica entra sin imaginar lo que estas apunto de hacerle.

—Ve hacia el armario y escoge el que quieras —Comentas señalando el gran ropero.

La muchacha camina hacia el armario seleccionando el vestido que le agrada, coges un pequeño florero y caminas rápidamente hacia ella, para golpearla en la cabeza. Sophie cae inconsciente en el suelo y la jalas bruscamente de su brazo pálido y delgado, hacia el ascensor que baja directo hacia el sótano donde están los pozos de arcilla roja. Bajan de la pieza, en seguida la arrastras por el lugar helado y húmedo, hasta ponerte en medio de la habitación.

— ¿Por qué me golpeo? ¿Qué me va hacer? —preguntó asustada, Sophie. Tu rostro parecía listo para matar—. Gritare si no me suelta... ¡Auxilio! ¡Ayúdenme por favor!

— ¡Cállate! ¡Nadie te oirá, mujerzuela! —Dices con furia, dándole una cachetada a la joven.

— ¿Por qué haces esto? —Pregunta entre llanto.

—Thomas jamás será de nadie, que no sea yo. Yo siempre seré su mujer —Ríes agarrando unas tijeras y rotando un mechón del cabello de la muchacha.

— ¡Estas enferma! —Continúo llorando la joven.

— ¡Cállate! ¡El amor me hizo enferma! —Sonríes.

Destapas uno de los pozos de arcilla, mientras agarras de los cabellos de Sophie.

— Últimas palabras.

—Maldita Loca —Escupe la chica.

—Pero seguiré disfrutando de Thomas, y tu... muerta —La empujas hacia el pozo de arcilla escarlata. Rápidamente tapas el pozo y colocas media docena de ladrillos para que hagan peso.

— ¡Déjame... sa-salir! —La frágil joven pidió.

Agarraste el mechón y lo guardaste en tu bolsillo. Lo cierto era que ya te habías desecho de Sophie y su muerte agonizante, le llevaría unos minutos en ahogarse con la arcilla.

Entraste en el ascensor, conduciéndote hasta el ático, donde al llegar saliste. Caminaste hacia la habitación donde siempre estabas con Thomas.

—Pondré esto aquí —Susurras, mientras colocas el mechón de cabello en un lindo cajón de escritorio—. Thomas jamás hubiera sido tuyo.

Vuelves a subir al ascensor, pero esta vez directo hacia la entrada de la mansión. Estabas ensayando lo que a continuación irías a decir.

— ¡Finlay! ¿Has visto a Sophie? Ha dejado la cocina encendida y la comida se ha quemado —Comentas frunciendo el ceño.

— Señorita ________, lo siento por la actitud de mi sobrina —Dijo apenado el anciano—. Pero no la he visto, seguro fue a la ciudad a comprar algunas cosas.

—Bien. Cuando regrese, por favor dile que no se olvide de limpiar mi habitación —Hablas tratando de aguantar un sonrisa. Sabías que Sophie no volvería.

—No se preocupe, señorita ________ —Responde conamabilidad el anciano.    

𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐈𝐍𝐂𝐎𝐍𝐃𝐈𝐂𝐈𝐎𝐍𝐀𝐋 ━━ Thomas Sharpe y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora