Parte 6

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-Srta. Pessoa, luce maravillosa esta noche.

-Eso me han dicho, Sr. Costa. Puede que termine por creerlo.

Ambos sonrieron mientras estrechaban sus manos. Costa era un empresario de unos 60 años, con un físico que denotaba un pasado atlético, solo que ataviado con un traje azul y corbata al tono. Su cabello con canas peinado hacia atrás, un bigote del que no parecía que hubiera ni un pelo más de un lado que del otro. Su acompañante era una joven de la mitad de su edad, una atractiva joven de cabellos rubios ondulados que caían sobre la parte superior de su vestido blanco. Los dos tenían la misma mirada inquisitiva y tan llena de vitalidad.

-Mi hija, Priscila. –nos presentó Costa. -Siempre me siento feliz de que siga siendo una empresa familiar.

-Encantado. Fernando Cáceres Da Silva.

- ¿No trabajaba usted en otra editorial? –preguntó mientras sonreía y estrechaba mi mano.

-Tiene razón en ello. Puedo decir que mi dedicación se vio recompensada con una oferta que muchos otros también hubieran aceptado. Usted es afortunada de contar con su propia empresa familiar.

-Pues sí, así me siento. -respondió mirando a su padre.

Nos sentamos e hicimos nuestros pedidos. Ellos pidieron esqueixada de bacalao, al que acompañarían con vino blanco y Silvana se decidió por Salmón a la plancha con salsa de queso roquefort, con un vino tinto ligero. Siguiendo la tendencia de la noche, pedí merluza en salsa verde, con un vino blanco que estaría, como en el caso de nuestros invitados, entre los 8 y los 12 grados.

-Srta. Pessoa, conozco como muchos su trayectoria editorial. –intervino el sr. Costa mientras disfrutábamos de la cena. -Aunque debo mencionar que no parece haber un buen nicho de mercado para autores de habla portuguesa en el mercado hispano.

-Por eso podemos crearlo. - respondió Silvana. –Por cierto, realmente usted domina el español, más allá de que se note su acento. Yo no hablo portugués como mi colega, pero como iba diciendo... ¿Cuántos autores reconocidos de Brasil o Portugal podría nombrar una persona común? Tres, en general, y me temo que dos de ellos han muerto.

-Hay muchos otros, por supuesto. -agregó Costa.

-Claro que si, en un país con 200 millones de habitantes y una riqueza cultural que tiene 500 años de historia, pero también ha tenido hasta ahora una barrera: el idioma. Tengo entendido que es muy reciente el plan para enseñar español en las escuelas.

-Mejor tarde que nunca, supongo. En un país tan grande, hemos tenido nuestro propio universo, nuestros artistas, y traducciones de reconocidos autores de lengua inglesa. Coincido en que la riqueza literaria en español ha quedado en un segundo plano.

-Hasta ahora, Sr. Costa. Hay muchos jóvenes talentos procurando ser descubiertos, y eso queremos hacer precisamente; de hecho, ya hemos hecho interesantes hallazgos.

No era común que viera a Silvana desenvolviéndose de manera gentil, sabiendo escuchar, como una anfitriona con quien conversaría por horas. Pensé si no tendría luego dolores musculares por el esfuerzo, pero decidí que no haría indirectas, teniendo en cuenta que en una de sus manos sostenía un tenedor.

-Sr. Da Silva. -intervino Priscila.-De que obras brasileiras o senhor mais gosta, se quiser falar de suas preferências pessoais?

-Filha...-intervino su padre. –Falemos espanhol, eu enviei você à melhor escola de línguas estrangeiras e foi a melhor da sua turma.

Polos apuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora