Parte 10

37 7 0
                                    


-He terminado. - dije cuando acabé de trabajar sobre su espalda, cuello, hombros y brazos, lo cual me tomó un buen trabajo. Ya comprendía a quienes trabajaban allí.

-No todavía, Fernando. Ahora me doy vuelta. -respondió ella.

Le pasé una toalla antes de voltearme hacia otro lado y así ella pudiera cubrir sus pechos mientras tanto. Me pareció notarla divertida, no era una persona que sintiera timidez o pudor. Cuando estuvo lista, procedí a masajear con mis dedos su cuero cabelludo, despacio, en los puntos adecuados. Ella me recordó, como si hiciera falta, que su cuerpo estaba cubierto solo por dos toallas, mantenidas en su sitio apenas por la gravedad. Su expresión era de relajación, placentera, por momentos divertida. Pasé mis dedos suavemente por sus sienes en movimientos circulares para eliminar cualquier resto de tensión que aún pudiera quedar. Luego volví a su cuello y sus hombros, con la suavidad y la precisión de quien se propone transmitir bienestar de un alma a otra. Noté su expresión de serenidad, de relajación, daba la impresión de estar soñando con algo placentero. Mis manos volvieron a recorrer despacio sus brazos, mientras que ella, con su simple acción de aceptarme, me conmovía al indicarme que se sentía en buenas manos. Si me apartaba de lo que era estrictamente el masaje, ningún de los dos parecía tener problema con eso.

-Ahora sí he terminado el masaje. -le anuncié- ¿Cómo te sientes?

-Como nueva. No sabía que supieras usar así tus manos.

-Solamente lo saben las personas que lo piden y lo aceptan. ¿A que no está mal aceptar una mano o dos de vez en cuando?

-Me gustaría un baño en el jacuzzi antes de salir. Encuéntrame allí, hay espacio para los dos.

-De acuerdo, pediré una prenda adecuada y un sitio donde dejar mis cosas. -Cerré la puerta tras de mí sintiendo que ambos veníamos con ánimo de explorar un nuevo terreno, con más curiosidad e interés que preocupación.

Carla me interrogó con la mirada cuando me vio venir. Le expliqué que no había problema, y que necesitaba cambiarme. Gentilmente me acompañó hasta la entrada de la sección donde los clientes masculinos podíamos cambiarnos. Me entregó una llave con un número. Dentro de la amplia sala otros clientes se cambiaban, algunos en silencio, otros conversando con sus amigos o conocidos. El lugar estaba ambientado de blanco excepto por los muebles bien lustrados. Tenía buena luz y parecía absorber los sonidos, como si allí todo sonara más bajo. Abrí uno de los armarios en la pared y encontré cuanto necesitaba, además del espacio donde dejar mis ropas y efectos personales.

-Adelante. -dijo Silvana cuando toqué a la puerta.

Entré ataviado con mis sandalias, mi albornoz, y debajo, mi traje de baño. A ella se la notaba muy confortable, sentada en el jacuzzi, con los brazos apoyados en los costados, luciendo un bikini azul, pequeño incluso para su función.

-Cierra, ya he ordenado que no nos molesten una vez que hayas entrado. -miró a un costado sobre el jacuzzi: una jarra de cristal con jugo de naranja y unas copas. - ¿Serías tan gentil de servirme un trago?

Dejé caer mi albornoz, me aproximé para servirle, y entré a ocupar mi puesto a su lado. Bebimos un trago mientras intercambiábamos miradas.

-Imagino que debe ser difícil para los empleados del spa tratar conmigo. Como sabes, soy observadora, lo noto. Acumulo la tensión de dos o tres personas juntas, luego le dejo a ellos la tarea de aliviarla, y lo hacen, ponen su mejor esfuerzo. Lo reconozco.

- ¿Se lo has reconocido a ellos de palabra?

-Tienes razón, Fernando. Lo haré. Una cosa que me gusta de ti es que eres como la voz de la conciencia. No dices lo que quiera oír sino lo que necesite oír. Por otro lado, si solo tuvieras que escuchar, escuchas. Muchos no saben hacerlo. ¿Y a ti, qué te gusta de mí? Tu primera impresión no habrá sido buena.

-Es verdad, no lo fue, pero no lo tomé como algo personal hacia mí. Pienso que, si una persona tiene un momento de agresividad, la persona no es necesariamente agresiva o negativa. Puedes tener un mal rato porque la agresividad es una emoción poderosa que nubla la mente por momentos. Si somos conscientes de estar sintiendo odio, agresividad, envidia, podemos hacer algo para rechazar esos sentimientos en vez de dejarnos llevar. Si somos conscientes de que otra persona se ha dejado llevar por una de esas sensaciones, podemos esperar o ayudar a que se le pase y conocer cómo es realmente. -Silvana me escuchaba con atención. -Sabes que, si una persona estornuda, puede contagiar a otras personas que a su vez van a contagiar una gripe con nuevos estornudos. De la misma forma, una emoción negativa puede transmitirse, hasta que encuentra una persona que la frena. Te confesaré algo: en aquel primer momento me encantaron tus ojos verdes.

Silvana sonrió y mostró una leve sorpresa.

- ¿Qué tuvieron de especial mis ojos?

-Eran como una promesa, una luz detrás de las murallas, una luz que seguía muy viva a pesar de todo. Eso me gusta de ti: sabes lo que quieres, no preguntas si puedes lograrlo, no pides permiso. Tienes mucha vida, una gran voluntad. Eres una persona exitosa en el ámbito empresarial, espero que también feliz, porque te lo mereces.

- ¿Cómo sabría tú si me lo merezco o no? -Silvana bebió otro trago.

-Porque todos lo merecemos, y una persona que no es feliz es un principio de problemas para sí mismo y para otros. En cambio, una persona feliz puede animar a otros incluso sin proponérselo.

- ¿Tienes todas las respuestas? -bromeó ella.

-No, tengo muchas preguntas sobre ti.

-Considérame un libro abierto. –dijo ella, al tiempo que abría un poco sus piernas, cerraba los ojos, respiraba hondo, y se echaba hacia atrás relajándose más.

-Me gustas. -le dije. -Me siento bien cuando estoy cerca de ti, cuando trabajo contigo. Pienso en ti en muchos otros momentos cuando no estoy en el trabajo. Sé que tu actitud hacia mí ha cambiado, o de lo contrario no estaríamos aquí, pero me gustaría que me lo dijeras en tus propias palabras.

Sin abrir aún los ojos, ella me tendió una mano. Al tomarla, ella la cerró suavemente sobre la mía.

-Cierra los ojos. -me dijo. -Relájate tú también. No digas una palabra más, quiero simplemente que me acompañes en estos momentos, porque siento que también empiezas a gustarme.

Así estuvimos tal vez un minuto. Luego sentí que llamaba mi atención tirando levemente de mi mano.

-Solo una cosa le faltaría a este día de spa. -me dijo. -pero no puede dármelo ningún de los empleados a pesar de su formación, ni ser lo bastante discretos. Solo tú has ganado mi confianza.

-Tan solo dime qué puedo hacer por ti. -le aseguré.

-Dame un abrazo.

La abracé sin pensármelo dos veces. Así estuvimos, sin palabras innecesarias, en un gesto tan simple en su realización y la vez tan especial en cómo se sentía. Tal vez pasó un minuto, tal vez dos. ¿cuándo habría sido la última vez que recibió un abrazo como ese, sin preguntas, sin palabras, solo porque lo necesitaba? Para mí, en cierto sentido era la primera vez, porque nada anterior significaba para mí lo mismo.

Me miró de muy cerca, a tal punto que nuestras narices se rozaban.

- ¿Te mueres por besarme? -me preguntó.

-Si muriera después de besarte, ya con eso mi vida habría tenido sentido. Y sin embargo, no voy a robarte un beso, te aprecio mucho para eso.

Sin separar sus brazos de alrededor de mi cuello, ella me besó en una mejilla, tomándose unos momentos más de los necesarios. Susurró a mi oído.

-Me gusta eso. Las murallas las tiras a patadas, pero mis sentimientos y mis tiempos los respetas y los cuidas bien.

Me besó en la otra mejilla.

- ¿Sabes que tu atrevimiento en la sala de masajes podría haber terminado de otras maneras?

-Sí, de otras maneras que no se parezcan en nada a este momento. Arriesgarme por ti tenía sentido. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo atrevido por una buena causa?

-Ahora. -dijo ella.

Sin decir más, me besó, momento en que sentí que se detenía el tiempo y tocaba la eternidad, la cual me sabía dulce. Aún abrazados, nos besamos, y volvimos a hacerlo unas cuantas veces.

Polos apuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora