Parte 12

33 7 2
                                    


En todo el día no sabíamos hacia dónde íbamos, más bien nos dejábamos llevar por las emociones que por fin nos permitíamos vivir juntos. Entonces, ¿por qué saberlo a la noche? Así entré en su territorio, en su departamento, con los ojos vendados, mientras ella me guiaba. A veces tirando suavemente de una mano, a veces con la voz, en otros momentos abrazada a un costado. Por lo que había andado, sería un lugar espacioso, como ella podía permitirse.

Sentí sus labios en los míos, en mi mejilla, en mi cuello.

-Quítame todo. - Susurró. - Quítate todo, excepto la venda de los ojos, no todavía.

Mis manos buscaron sobre su cuerpo, sin prisa, el punto por donde desprender y quitar el vestido. Quité luego mi camisa, abrí mi pantalón dejándolo caer recto sobre los pies, mientras las manos de Silvana reconocían mi cuerpo en cada detalle. Acarició mi pecho, recorrió mi abdomen, me abrazó y recorrió mi espalda mientras besaba mi cuello y mis hombros. Tomó mis nalgas mientras sus labios comenzaban a bajar despacio desde mi pecho.

Nuestras manos siguieron desnudándonos mutuamente hasta que la tomé de la cintura y la traje a mí, sus pechos contra el mío, mi sexo firme en un primer contacto con el suyo, un encuentro fugaz pero intenso como una descarga eléctrica. Silvana me besó una vez más mientras sus manos subían para quitarme la venda de los ojos. Aprecié entonces maravillado su cuerpo desnudo, sus sensuales curvas, sus bien proporcionados pechos, su cabello suelto y desordenado y su mirada de deseo brillando en verde. Sus labios pintados en rojo fuerte casi parecían decir algo, pero solo en un leve movimiento que me invitaba a tomarlos con los míos. Se dio vuelta para dirigirse a la cama, pero también para que la viera, inclinándose primero despacio sobre la cama, avanzado a cuatro patas sobre la misma antes de girar y abrir las piernas. Al llegar a su lado me hizo recostarme sobre mi espalda, tomó un preservativo, lo llevó a su boca y de allí a mi firme miembro. Al cerrar los ojos un instante todo fue sentirla allí, y de ahí como una oleada de placer que se transmitía a todo el cuerpo. Al abrirlos, ella se sentaba sobre mí. Sus manos volvían a acariciar mi pecho, mis manos tomaban sus senos, los acariciaba en movimientos circulares, los dedos estimulaban esos pezones firmes y por momentos tiraban un poco de ellos arrancándole gemidos. Ella comenzaba a cabalgar con pasión, no importaba hacia dónde nos llevaran nuestras pasiones desencadenadas, solo que fuéramos juntos, y que juntos perdiéramos el control.

Si lo primero que ves al despertar es a quien se ha convertido en la persona más importante para ti, si está a tu lado y aún dormida te abraza, si la desnudez de ambos cuerpos bajo las sábanas es un reflejo del encuentro feliz de dos almas, entonces sabes que has tomado las decisiones correctas e incluso los riesgos correctos. No sería ni de lejos la primera relación que tenía, pero yo mismo nunca me había sentido como ahora. Empezaba a pensar que tal vez cada uno sólo se sienta así con una persona, y solo una en especial.

Debió ser un instante antes de volver a quedarme dormido. Al volver a abrir los ojos, quien sabe si unos minutos o una hora después, ella me observaba, sentada a mi lado. Paseaba la mirada cargada de deseo a lo largo de mi cuerpo desnudo. Parecía irresistiblemente atraída por mi piel morena, en contraste con la suya más blanca. Ya había conocido el contacto de ambos cuerpos, algunas de mis áreas sensibles, y no solo las evidentes, y al parecer, deseaba conocerme más.

- ¿Cuánto hace que estás ahí observándome? -le pregunté, curioso y sonriente.

-Apenas un minuto. Me gustaba verte dormir tan plácidamente, tan a gusto. Pensaba despertarte con un beso.

-Todavía puedes hacerlo. -le dije.

-Es verdad...puedo hacer lo que quiera.

Bajando despacio, me dio un largo beso con ternura, solo que no era en mis labios. Me hizo estremecer mientras una exclamación se me escapa de manera incontenible.

-Mmm...ahora sí estas despierto. – dijo ella sonriendo. Volvió a ubicarse sobre mí. Le gustaba cada detalle que la denotara en posición de poder. - Yo no sé hacer masajes, pero igual puedo devolverte la gentileza.

- ¿De qué manera lo harías, preciosa?

-No preguntes. A los dos nos gustan las sorpresas. Solo cierra los ojos y relájate.

En verdad no era un masaje en su sentido técnico, pero sus dedos se deslizaban con arte sobre cada centímetro, sintiendo, explorando, acariciando, reconociendo diferentes niveles de sensibilidad. Primero sobre el cabello, el rostro, el cuello. Al pasar al pecho le sumó las palmas, los labios, con los que volvió a subir hacia mi cuello y mi rostro, los pechos, que por momentos apoyaba sobre mí. Sentí sus cabellos sobre mi pecho y mi abdomen, el borde de sus uñas deslizándose despacio, marcándose un poco por instantes sobre la piel, seguidas de sus labios y su lengua. A medida que bajaba, experimentaba y descubría diferentes alternativas para enloquecerme en el mejor sentido. Tras terminar de recorrerme, volvía a subir, aplicando hábilmente cuanto hubiera notado más excitante.

-Mírame-me indicó con voz sensual.

Nos sentamos, ella con sus piernas abiertas sobre las mías, abrazados. Bajó la vista para colocar un preservativo, esta vez con sus manos.

-Yo puedo hacerlo. -le dije.

-Y yo quiero hacerlo. -susurró ella acercando su boca a un oído para luego apresarlo entre sus labios.

Volví a entrar en ella y me recosté sobre mi espalda mientras seguíamos abrazándonos, besándonos, moviendo la cintura al ritmo de la pasión.

¿A quién estaba conociendo esta vez? ¿A quién estaba conociendo ella? Parecía el polo opuesto de quien había visto la primera vez, con lo cual no dejaba de conocer un extremo, pasar de uno al otro. ¿Qué sorpresas guardaría en esta otra faceta y cuáles estaba descubriendo en mí? Mejor aún, ¿quiénes podíamos llegar a ser juntos, que no fuéramos ni con otros, ni por separado? 

Polos apuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora