Final

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La situación se calmó con el paso de los días. Las acciones no solo volvieron a subir, sino que tuvieron más valor que nunca al saberse que Silvana quedaba al frente. Justina avanzaba en su próxima obra y en sus investigaciones sobre la misma. Antonio buscó un perfil bajo más que nunca. De sus dos empleados no se supo nada con certeza, aunque una fuente de Justina indicaba que estarían en otro país, enseñando sus "habilidades", capacitando a otros para hacer similares tareas. También surgían historias de personas en puestos clave que cambiaban de actitud tras ser visitadas por un hombre o una mujer de mucho carisma, muy sensuales como para ignorarlos, y que parecían acertar en los gustos, deseos, fantasías de aquellos a quienes visitaban. Casi como si los hubieran espiado, diría Justina si pensara mal.

Entre Vanessa y Brenda, vimos que felizmente había buena química. Ya no solo se veían en el spa. Se había vuelto frecuente que Brenda viniera a buscarla al salir del trabajo, y donde fueran no nos interesaba mientras fueran felices.

Nosotros...podíamos, hablamos de "nosotros" y de lo nuestro, teniendo claro que esta relación iba muy en serio. Si mi primera impresión sobre Silvana había sido negativa, y la segunda peor, las siguientes, en cambio, me enamoraron de sus atractivos ojos verdes, y su personalidad no siempre bien comprendida. Entre mi atrevimiento y su formalidad; su seguridad y mi cuidadosa capacidad de observación; su pasión en la intimidad y mi creatividad para el romance, hacíamos una pareja complementaria con respeto y buen diálogo.


Abrazados sobre la cama tras hacer el amor, conversamos sobre la manera en que cambiamos algunas actitudes en nosotros al conocernos y relacionarnos.

-Aprecio tu seguridad-le dije.-No esa de creer que todo lo puedes, sino la de saber bien lo que sí puedes lograr. Ahora creo más en lo que yo soy capaz de hacer, y si ahora, a solas, bajara mi mirada y pareciera que estuviera mirando tus pechos, no es timidez, es que contemplo uno de tus detalles tan sensuales.

Ella sonrió y agregó algo por su parte.

-Pensaba como mi padre sin darme cuenta. Veía el éxito únicamente como el buen resultado de los negocios, las ganancias económicas. Tengo más que lo necesario para vivir cómodamente, y ahora entiendo que el éxito mayor, una vez superadas las necesidades básicas, y las realizaciones profesionales, consiste en ser feliz.-Me miró.-Soy feliz.

-Me alegro, porque eso quiero para ti, para los dos.

-Espera un minuto.-dijo ella levantándose.-Enseguida vuelvo.

Fue agradable verla caminar esos pocos pasos hacia el baño, de idea y de vuelta, tan atractiva e irresistible como pocos imaginarían en la dura jefa. Volvió con algo en su mano derecha, con una expresión más alegre.

-Supongo que te refieres a los tres.-me dijo mostrándome el resultado del test de embarazo, positivo.-Ya lo hice antes, y el resultado solo se confirma.

La abracé con mayor felicidad que nunca antes de besarla si medir el tiempo.

-Cuando me lo propusiste, en casa de los Costa, no te pregunté si estabas segura, claro que lo estarías, pero me gustaría saber más sobre este cambio en ti.

-Los Costa son una familia antes que una empresa, y de ahí viene ese apoyo incondicional en que cuentan uno con otro. Es algo que aprecio en ellos. Incluso mi padre, siendo como es, ha sido capaz de criar una hija. Yo pensé que podría terminar siendo como él, pero ya no. Consiguió quitarme desde niña algo importante: la oportunidad de tener una vida normal. Creí que nunca la tendría, ahora sé que juntos la tendremos. Yo puedo hacer todo lo que quiera, incluyendo ser madre, y nuestro hijo o hija no tendrá que estar en el primer puesto en todo, ni tendrá que desconfiar de nosotros, ni estará lejos de tener una vida lo más normal y feliz que podamos darle.

La abracé de nuevo, por un momento tentado de contener lágrimas de felicidad, pero luego dejando que salieran a gusto.

-Una nueva responsabilidad para ambos, la mayor hasta ahora. Sé que lo haremos bien.-le dije.

Tiempo más tarde, como Silvana había prometido, almorzamos juntos todos, solo que no los tres, sino los cuatro, ya que Vanessa y Brenda hacían una linda pareja. Al verlas sentadas juntas, con ese intercambio de miradas, con esa felicidad nada disimulada, sobran las preguntas. Estábamos en el restaurante donde su amiga Elisa trabajaba y daba clases según el horario. Nos preparó una de sus especialidades, y ciertamente era uno de los mejores platos que haya probado. Silvana comía por dos y ya tenía la tierna imagen de mujer embarazada, con el vientre que indicaba una gestación a medio camino. Unas horas más tarde iríamos juntos para que le hicieran una ecografía. Antonio no podía disimular su enfado, ya que la seguridad contratada por Silvana no le permitía entrar ni a nuestras oficinas ni a nuestro edificio, y lo último que buscaba era un escándalo que volviera a ponerlo en la mirada de todos.Ella le había comunicado que tal vez pudiera conocer a nuestro hijo o hija cuando cumpliera los 18, y él presumía que el mundo que venía atraería especialmente a los jóvenes y los captaría desde sus debilidades o deseos. Tal vez a otros, pensaba yo, pero para ese momento Antonio debió haber aprendido a no subestimar a ninguno de los dos, ni a la manera en que logremos desempeñar nuestro nuevo papel.

-Tienes que contarnos más sobre esa época de universidad.-le dije a Vanessa.-¡Eres la única que le ha dicho a Silvana lo que tenía que hacer!

-¡Y solo porque ella misma lo pidió!-respondió, y reímos todos.

Horas más tarde, fuimos puntuales como suizos para su turno médico. La especialista también era una de las pocas personas que podía darle órdenes, aunque en realidad no hacía falta, era muy gentil y se notaba que le gustaba su trabajo. Tras ubicarse Silvana en el sitio correspondiente y descubrir el vientre, le aplicó el gel y comenzó a deslizar el transductor despacio y con precisión.

Vimos juntos las imágenes, escuchamos el sonido de la vida, sus rápidos latidos, y posiblemente se adivinó en nuestras caras lo que queríamos saber.

-Goza de buena salud.-aseveró la especista.-Felicidades, es una niña.

Silvana tomó una de mis manos y vi la sonrisa que se ensanchaba en su rostro. Me acerqué más para besar su sonrisa y mencionarle una vez más que la amo, lo que ella sabía pero le gustaba escuchar. Al terminar, tras limpiar el gel de su vientre, apoyé una mano sobre el mismo con cariño. Si es como su madre, pensé con felicidad y también con humor, que el cielo me ayude.

Polos apuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora