Parte 8

43 6 3
                                    


Corrí en curso paralelo a la playa. Corrí hasta alcanzar un buen ritmo, y hasta sobrepasar ese ritmo. Empecé a dejar atrás a otras personas que corrían, más empeñado que el maldito Forrest Gump, solo que al menos yo no tenía una banda de idiotas que me siguieran a todas partes. La brisa marina me alcanzaba de costado, por momentos fría, pero apenas la sentía. Tal vez algunos pensarían que era un militar entrenándose por su cuenta, sólo que yo perseguía pensamientos que iban un paso por delante. Había recibido por sorpresa las observaciones de Silvana, había pensado sobre lo que me dijo. Puede que tuviera parte de razón, una parte. Como ocurre con las críticas literarias, lo más útil no suele ser siempre lo que a uno le guste escuchar, sino lo que uno necesite escuchar. El día siguiente ella me había oído. Me había dirigido directamente hacia su oficina.

-Fernando, espere un momento que lo anuncie. –quiso intervenir Vanessa.

-Dejemos que esta vez sea una sorpresa. -le respondí con una sonrisa. - A veces hacen falta.

Entré y cerré tras de mí. Silvana me miró extrañada.

- ¿Disculpa? -me interrogó.

-No eres una arpía. Aun cuando las arpías de la mitología griega eran guapas y de hermosos cabellos, diferentes de cómo se las representó más tarde, ellas no existen, tu sí. No eres comparable con nadie, y aunque otra persona pudiera hacer tu trabajo, no eres reemplazable.

- ¿Interrumpiste mi trabajo para decirme eso?

-No, hice una pausa en tu trabajo para decirte que he pensado en lo que me dijiste, tienes razón en parte, pero también he aplicado valor para compensar momentos de inseguridad. –me adelanté un par de pasos. -puede ser confundido con informalidad, excentricidad, atrevimiento. Pero es esa voz de la conciencia que te dice "es lo correcto, aunque tiembles, hazlo igual". No eres una arpía, pero tienes tus propias alas, y ya no estás limitada ni por tus padres ni por nadie para usarlas. Me siento afortunado de trabajar aquí, contigo. Regresaré a mi oficina, no quisiera quitarte más tiempo.

Salí sin escuchar que me detuviera, se quejara, o expresara algo. Tal vez había quedado pensativa, pero no por mucho tiempo. No pasaron ni dos minutos desde que entré a mi propia oficina, para que ella también entrara y cerrara tras de sí.

No se veía principalmente molesta, sino inquieta. Me examinaba con la mirada como si buscara alguna información en mí antes de hablar.

-No me detestas. No me temes. No me envidias...no me juzgas. ¿Qué voy a hacer contigo?

Me aproximé a ella.

-Conóceme. Yo propondría otra cena, solo que sin negocios. ¿Qué propones tú?

-El sábado asistimos a la presentación de un libro. Se trata de una de nuestras principales autoras. Podemos hablar de nuevo y acordar algo después de la presentación.

-De acuerdo.

Mientras habría para salir de mi oficina, agregó:

-Puede que quiera que me cuentes más sobre criaturas fabulosas.

-Pensaré en la más fabulosa de todas. -prometí.

Ahora me encontraba corriendo como si pudiera alcanzar mis propios pensamientos, como si supiera qué hacer con ellos incluso si los alcanzara. Unas parejas se sentaban en la arena frente al mar, y hay que reconocer que es relajante, pero este no era mi momento para permanecer quieto, debía continuar hasta canalizar esta energía sobrante y consumirla antes que me consuma a mí. Si mirara hacia atrás, podría ver una larga fila de huellas de algunos kilómetros, aparte de llevarme puesto a alguien por distraerme. Hacia adelante...no sabía qué había tras el horizonte, y no ese que veía en la playa precisamente.

 Lo que fuera, yo corría directamente hacia ello, o tal vez debiera decir, hacia ella. Muchas personas pensarían en la atracción a primera vista, en la química, en el destino escrito en el cielo, o el romanticismo que destaca la dulzura, la ternura, las flores y los chocolates. Yo, en cambio, sentía que empezaba a escalar murallas, como esos atrevidos o locos individuos que trepan sin cuerdas, sujetándose con los dedos de cualquier saliente. Sabía que era arriesgado, pero no podía dejar de hacerlo. He sabido en el pasado lo que es el enamoramiento, ese proceso por el cual se idealiza a otra persona, que pasa ser perfecta. Solo cuando el enamoramiento llega a su fecha de vencimiento es que llega el auténtico amor. Cuando vemos a la otra persona como luce al despertar por la mañana, sin maquillaje o sin afeitarse, según corresponda; notamos que ha subido unos kilos, le conocemos pequeñas manías y defectos, le vemos más humano que nunca, y queremos a esa persona y no hay otra que sea igual. El verdadero amor tiene que ver con tolerancia, con diálogo, con crisis superadas juntos, con respeto, con confianza ganada y honrada. Tal vez ponerse máscaras y hablar de lo lindo que tiene cada uno sea un camino tradicional, tal vez un camino largo. En ocasiones las dificultades permiten conocer, probar, valorar y acercar a las personas. Este es el mundo real, el siglo XXI.


El auditorio estaba repleto, entres caras reconocidas, levemente conocidas, público en general y prensa de medios culturales. Sobre la mesa se había colocado unos cuantos ejemplares del libro, junto a micrófonos y vasos con agua. La autora era quien más feliz se veía por la repercusión obtenida. Cada tanto se notaba una vez más el flash de una cámara.

-En muchas películas hemos visto al héroe masculino rescatar a una dama en apuros, indefensa y medio tonta. En libros, hemos encontrado incontables veces el repetido tema de una mujer que encuentra la felicidad cuando conoce al hombre de su vida, y aún mejor, si se convierte en la madre de sus hijos, un final feliz. No sé cuánto daño habrán causado este tipo de historias al difundir determinadas creencias y volverlas comunes y aceptadas. -noto murmullos entre los asistentes y señales de que coinciden. Bebo un trago de agua antes de continuar. –Con esta historia, en cambio, muchas personas podrán sentirse identificadas. Retrata nuestro mundo actual, nuestra "suciedad civilizada", con sus dobles discursos, sus luchas, y también sus momentos de felicidad y de metas obtenidas. Uno de los mejores detalles en "Fragmentos de Melissa", es que una lectora puede llegar a sentirla tan real como ella misma, y sentirse inspirada por su trama y por sus lecturas entre líneas.

Sonaron los aplausos, mientras la autora se sentía contenta como si ella misma hubiera acabado de hablar, cosa que, si había hecho antes, con el mismo resultado. Mientras la mayoría de las miradas y cámaras la buscaban, la mirada de Silvana y la mía se encontraron, y según noté con mi visión periférica, la de alguien más.


Polos apuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora