Parte 19

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   A solas, me quedé mirando el pendrive como si fuera un científico que ha descubierto una nueva especie de insecto. Me acerqué a mi PC, estuve a punto de insertarlo, entonces lo dejé sobre el escritorio. Miré el reloj que colgaba en la pared, redondo, barato, simple, nada llamativo. Esa era la idea. Antonio debió quedar justo en frente, yo me apresuré a ocupar el otro sillón. Me acerqué al mismo y al darlo vuelta, quedó a la vista el compartimiento de la batería y otro más: el de la tarjeta de memoria. La cámara estaba disimulada al frente, activada cada vez que alguien abriera la puerta y hasta que yo la desconecte. La cambié por otra y guardé tanto tarjeta como pendrive antes de acostarme, estaba cansado en todo sentido posible.

Un simple peón es la pieza más débil en un juego de ajedrez. Muchas veces se les sacrifica sin pensarlo mucho. Sin embargo, en las raras ocasiones en que un peón consigue atravesar todo el tablero y llegar a la octava línea, se convertía en dama, y adquiría de pronto una gran importancia, tanto que podría dar vuelta el resultado de una partida. A Antonio le gustaba jugar ajedrez con las personas, anticipar movimientos, aprovechar errores, hacer que otros sacrifiquen algo a cambio de una ganancia mayor, engañar, enmascarar intenciones. Pues bien, yo había comenzado como un simple peón que tan solo quería cambiar de trabajo para olvidar una relación, de las que por parte de uno mismo se resisten a ser olvidadas. ¿Había decidido huir? ¿Podría decirme a mí mismo que solo quería un saludable cambio de clima? ¿O sería que por huir de una situación me había metido en otra más complicada? Nadie planea enamorarse, ¿verdad Antonio? Te gusta planear, pero yo soy impredecible, porque a veces yo mismo no sé lo que haré. Entonces te acomodas a la nueva situación y ves cómo puedes sacarle algún provecho. Supongo que para ti no hay éxitos o fracasos, sino solo resultados y ajustes. Todo un hombre de principios, aunque sean algo retorcidos, una gran inteligencia mal utilizada. Silvana ha sido lo mejor en tu vida, de seguro, y lo debes saber tan bien como yo. Puede que ella te deteste, pero la viste volverse fuerte, segura de sí misma, y estás orgulloso de ella. Puedes ser un malnacido, pero sigues siendo padre. ¿Quedaría en verdad algo de bien en ti, una pizca de humanidad? Si así fuera, guárdala para ella.

Así sostuve mi diálogo imaginario con un Antonio que sabía escuchar, a quien visualizaba observándome, estudiándome. A pesar de estar acostado, en silencio, en la oscuridad, me resultaba difícil dormir. De todas formas, lo hice. Cuando escuché la melodía programada en mi celular, me sentía con nuevas energías, y las necesitaría. No hay aventura como un lunes ni hay dos lunes iguales.

Tras vestirme y desayunar, salí un rato más temprano hacia el trabajo. Tan pronto sentí el aire fresco en la calle, antes de entrar en mi auto, era como si alguien exclamara "luz, cámara, acción". Me sentía como en "El show de Truman", aquel inolvidable filme, solo que yo si sabía dónde estaban algunas de las cámaras que desde las calles nos observaban a todos y a nuestros movimientos.

Estacioné frente a una librería, nuestra editorial tenía a unas cuantas obras de las nuestras en venta allí. El frente tendría como tres metros a cada lado de la puerta, pero hacia el fondo tal vez casi llegara al centro de la manzana. Las mesas centrales dejaban dos largos pasillos entre las mismas y las paredes llenas de libros hasta el techo, cada cual con su sección temática bien señalizada. Caminé más de diez metros hasta la caja, tomé uno de los libros sin dejar de caminar, y saludé a una de las personas que allí estaban.

-Buenos días ¿Puedo ayudarle?

-Me gustaría saber el precio de este libro. -le respondí extendiéndole la mano en que lo sostenía. Del lado de la tapa, quedaban ocultos el pendrive y la tarjeta de memoria. El hombre tomó todo con cuidado, le pasó ambas cosas a uno de sus compañeros, mientras con un aparato consultaba el precio y me lo decía. El segundo hombre, tras insertar la unidad en una notebook, daba a entender con su mirada que había encontrado un problema. "¿Lo puso usted en su computadora"? Escribió en la pantalla.

Polos apuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora