Parte 5

55 6 3
                                    


Unos golpes en la puerta interrumpieron mis lecturas. Silvana se anunciaba, tal vez con la otra mano, antes de entrar.

- ¿Podemos hablar un minuto?

-Más de uno, porque parece importante. -dije mientras me levantaba. - Pasa, por favor.

Silvana cerró la puerta tras de sí.

-Creo que estaremos más cómodos y relajados si nos sentamos. -le invité.

-Pido disculpas por mi comportamiento. Nunca me había pasado. No volverá a ocurrir tampoco.

-Lo sé. Ambas cosas. En sentido figurado, conseguiste con Sveta criar una buena hija, pero no es tuya. Ojalá que lo fuera, porque tú la hiciste, pero nuestros "amigos" en común se limitan a pagar con dinero, no con agradecimiento, reconocimiento, o algún sentido de lealtad. No quiero ser visto ni como un espía ni como un enemigo o un asistente virtual. No hace mi trabajo más fácil ni más eficiente.

Ella me miraba pensativa. Debía estar meditando sobre mis palabras.

-No se trata solo de Sveta.-dijo por fin-En la escuela era una de las mejores estudiantes. Era previsible que mi promedio estuviera entre los mejores, ni se podría imaginar que fuera diferente. Mis padres no aceptaban una nota promedio, el promedio es para los demás, y los demás no importaban, yo era mejor, para eso gastaron tanto en mí. Esas eran palabras de mi padre. "Te hemos enviado a los mejores colegios, te dimos la mejor ropa, los mejores gimnasios y salones de belleza". Una vez le dije que había salido segunda en un evento deportivo, una difícil carrera con muchos competidores. Simplemente me preguntó por qué no había salido primera. De niña ni me atreví a preguntarles por qué no me leían un cuento antes de dormir, pero si quería cualquier libro, me lo compraban. Así que crecí sabiendo que no podía confiar en ellos, lo que representaban era un deber, una presión, el temor de lo que pudiera pasar si yo no estaba a la altura. Aseguraban prepararme para un mundo difícil, y si, fue un mundo donde luché mucho, tal vez el doble que un hombre, y luché también para ganar lo mismo. En esa lucha hubiera estado mejor preparada si me sintiera más apoyada, pero enfrenté lo que había con lo que tenía, y nunca me rendí.

-Lograste mucho, eres una sobreviviente, dicho como elogio.

-No me dirás que lo sientes mucho.

-No me atrevería a sentir lástima, sino respeto. -aclaré.

-Tus padres debieron ser mejores, tienes mucho autocontrol.

-No creas. -le dije. -Ellos tenían una extraña relación de amor y odio. No había semana que no discutieran ni se insultaran con un variado vocabulario. A veces no sé cómo vine al mundo, pues se supone que para eso hay que hacer el amor y no la guerra. Desde joven busqué libros de filosofía, hice clases de yoga y tai chi, intenté meditar. Busqué maneras de aprender sobre las emociones, sobre el trato con la gente, sobre el autocontrol...porque no quería ser como ellos. En tu caso y en el mío, consiguieron buenos resultados, pero por los caminos equivocados. ¿Por qué me has contado sobre tus padres?

-Me di cuenta que hace unos momentos, en mi oficina, estaba actuando contigo como lo harían mis padres. -respondió Silvana. –Eso lo odié. ¿Y tú?

-Pienso que la confianza es recíproca. Por eso te cuento lo que no les diría a otras personas. ¿cómo confiarías en mi si no confiara en ti?

-Tal vez en la cena debamos brindar por nuestros padres.

-Es una buena idea. -Sonreí mientras ofrecía estrechar su mano. - ¿Estamos en paz?

-De acuerdo.


         


La cita era en el restaurant de un lujoso hotel. Llegué a la barra del bar un poco antes de los previsto, y ella ya estaba allí. Bebiendo un cocktail mientras esperaba. Lucía un vestido negro con cinto y zapatos rojos, un collar de plata y unos pendientes que también debían serlo. Sus ojos seguían siendo lo que más atraía mi atención, como una luz al final de un camino complicado, un brillo que a pesar de todas las dificultades que hubiera pasado, seguía llegando siempre desde su alma. Yo descarté mi combinación de smoking y corbata en colores oscuros, pues no quería parecer ni un personaje de Matrix ni un hombre de negro. Mi traje gris con corbata al tono y camisa azul era elegante y sencillo a la vez, formal pero no llamativo, como también había procurado verse Silvana.

-Te ves preciosa. Buena elección de vestuario.

-Gracias. También el tuyo, que conste que no tengo nada que criticar.

Me senté, y ante la consulta de una joven que atendía la barra, pedí un trago sin alcohol.

-Yo no esperaría que nuestros potenciales clientes lleguen hasta dentro de media hora. Si fueran suizos ya estarían aquí, peor sus costumbres son diferentes. Podemos esperar aquí en vez de dirigirnos a la mesa reservada.

-Lo mismo pensaba...sobre ellos, pero ya que estamos aquí, cuéntame más sobre tus padres mientras brindamos por ellos. ¿También te dieron "casi" todo?

- ¿Cuando no practicaban el deporte de detestarse? No. Ellos habían planeado o tal vez pronosticado que yo sería ingeniero, o que tomaría otra profesión que pareciera tener un futuro asegurado. Cuando mis intereses resultaron ser diferentes, independientes de sus planes, quedé librado a mi suerte. Que hiciera lo que yo quisiera, entonces, y me fuera donde me quisiera ir. Muchas veces llegaba a mis clases caminando con sol, frio o lluvia, o en un transporte público atestado de gente, donde siempre parecía posible que entrara alguien más para romper un record Guinness. Al principio pagué mis libros haciendo diversos trabajos ocasionales. ¿Me imaginas cortando tu césped?

- ¿Cortabas el césped?

-No, mi primer empleo consistía en hacer traducciones, lo otro podría haber sido, de más joven. Me gustó tu expresión cuando por un momento, parecía que trataste de imaginarlo.

-Eres incorregible. ¿Cómo llegaste a una posición casi tan alta como la mía? Sin ofender.

-Ya ves, no temo trabajar mucho, ganarme mi espacio en el mundo. Colaborar, más que competir. Tratar con la gente, procurar entender sus acciones, aunque a veces me cuesta, sin ofender. A veces hasta me ocurre que las personas sienten que pueden confiar en mí y me cuentan algunas cosas, yo mismo no sé por qué. Entonces, yo escucho.

-Brindemos de una vez, -Propuso ella. –ya llegan nuestros invitados.


Polos apuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora