Zorrita

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•Narra Leslie•

Horrorizada contemple la escena del crimen, mi padre se encontraba boca abajo acostado en el suelo junto a la pared amarilla de la que ahora se resbalaban las gotas de sangre hasta dar en un gran charco de la misma sustancia

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Horrorizada contemple la escena del crimen, mi padre se encontraba boca abajo acostado en el suelo junto a la pared amarilla de la que ahora se resbalaban las gotas de sangre hasta dar en un gran charco de la misma sustancia. Trague saliva ahorrándome el llanto más no negaba que estaba desesperada, en un abrir y cerrar de ojos Aiden me tomaba fuerte la mano, miraba al hombre como miraría un hombre al asesino de su perro, sin vida, con desvelo e intolerancia, sabia que el niño se encontraba completamente decepcionado pero no sabía con exactitud hasta que punto.
Un escalofrío me hizo reaccionar, sin mirar más que la puerta entreabierta tome al niño aún prendido de mi mano y le arrastre afuera comenzando una caminata rápida hasta lo que sería el instituto del pueblo al que asistíamos para simular que aquello era un día normal. Sin embargo en un intento de olvidar lo sucedido las lágrimas abundaron mi rostro y comencé a llorar.

—No debiste, Aiden. Te podría haber hecho daño —Le reproche sin detenernos, él no contestó, no era un niño de muchas palabras estando fuera de casa. —Vamos a olvidar esto, haremos como si nada hubiese sucedido hoy. Pero no volveremos a casa ¿Oíste? —Miraba fijamente la carretera extenderse ante nosotros, me sobe la nariz con mi brazo libre e instantáneamente di un sacudón a mi acompañante a modo de llamar su atención. —¿Me has oído Aiden?

El niño asintió con su cabeza dejándome satisfecha, fue en la entrada del instituto donde nos separamos acordando vernos allí a las doce en punto, horario de salida de ambos acordado por ser el primer día del periodo escolar. Me fundí en los pasillos del instituto buscando mi casillero con la misma rapidez en la que había recorrido el camino para llegar a aquella locación, arrojé mis cosas dentro del pequeño cubículo y tomé tan solo un cuaderno junto a un bolígrafo antes de cerrar con fuerza la puerta de metal causando un estruendo bastante audible. Había comenzado a caminar con sigilo hacia mi primera clase: Geografía.

— ¿Será cierto el rumor de que las pelirrojas son las que mejor te chupan la polla? ¿Por que no vienes y me lo demuestras, nena?

Una voz socarrona se alzó en mi espalda, a menudo recibía comentarios hirientes, obsenos o a vergonzantes pero nunca había oído tal crítica que englobara aquellos tres conceptos. Al voltearme con mucho empeño pude distinguir el dueño de aquella ronca voz, llevaba un cigarrillo encendido entre los labios a pesar de estar ya dentro de la institución, se relamió los labios al notar que me había volteado, unos carnosos y rojos labios que dejaban al destaque sus ojos azul turquesa que al clavarse en los míos traspasaron cualquier barrera emocional debilitándome completamente, cabello rubio y largo, lo llevaba despeinado y le caía sobre los hombros cubiertos por una camisa blanca y jeans azules... Jeans azules que dejaban sus piernas al deleite de cualquier hormona alborotada. No me percaté de que mi boca yacía entreabierta hasta que volví en mi y comencé a acercarme donde se encontraba él en medio de los idiotas del instituto.

—Eso es nena, dale a Billy una buena mamada de bienvenida —Oi otra voz, más gruesa, la voz de uno de los cretinos que serían sus nuevos amigos muy pronto. Rápidamente pase entre ellos como si un cordón de honor se tratase hasta llegar a su centro, el rubio quien había tirado au cigarro recientemente al suelo y ahora sonreía expectante.

—Billy ¿Eh? —Le mire de arriba a abajo asegurándome de que había notado aquella mirada que recorrió su anatomía en segundos.

—Así es... ¿Puedo saber quién eres tu, pelirroja? —Preguntó de forma interesada con una mirada más que coqueta, sonreí fingidamente.

—No te interesa saberlo, no es como si fuésemos a forjar una amistad Billy... Tan solo quería que tuvieses en cuenta que si vuelvo a saber de ti en cualquier circunstancia voy a volverme tu peor pesadilla —Sonreí aún más cínicamente en un intento de levantar mi rodilla directamente a sus genitales.

Pero antes de que eso sucediese el tomo con una de sus grandes manos mi muñeca mientras que con la otra había empujado mi cuello hasta que de un brutal empujón había quedado completamente pegada a los casilleros. Sus amigos reían detrás, no había sido un golpe fuerte pero me tenía presionada bajo su cuerpo en una jugada que yo misma había armado. No podía creerlo.

—No puedo creerlo, no esperaba tenerte bajo de mi tan rápido —Se carcajeo mientras colocaba ambas manos a los lados de mi cabeza, de reojo pude ver el grosso de sus músculos rozando mi nuca. Si me despegaba de aquel metal sería lo más humillante que me hubiese sucedido luego de esa mala estrategia. —No sabes con quien estás jugando, zorrita —Susurro en mi odio bajo una sensación electrizante. —Pero si así es como te gustan las cosas, lo haremos a la difícil.

Su tono bajaba la intensidad de modo que solo yo podía oírle. No podía negar que aquellas palabras, aquel tono de voz, la forma en que decía aquello... todo producía un revuelco dentro de mi a pesar de estar odiándole con cada fibra de mi cuerpo.

— ¡Señor Hargrove! ¿Puede explicar que es lo que intenta? —Ben, nuestro rector, se encontraba de pie junto a nosotros, de pronto el aura de muchachos con potencia hormonal y sobredosis de testosterona ya no estaba.

— ¿Que no parece obvio? Está violándome —Solté mi queja en un tono irónico, Billy bajo uno de sus brazos y apretó con fuerza mi muñeca.

—Guarde silencio señorita Leith.

—Todo es un malentendido, ella intentó golpearme y me vi obligado a detenerla. No deberían admitir a personas con tal conducta en un instituto como este... Opinó que debe realizarle un control de rabia —Billy río por lo bajo a lo que yo hervía de ira, maldito hijo de puta. El rubio me soltó y para entonces mi mirada asesina le cubrió el rostro.

—Señor Hargrove, no sea irrespetuoso —Alce una de mis cejas y me cruce de brazos bajo su falsa mirada. —Voy a tener que enviarlos a detención por conductas inadecuadas en los pasillos. Los quiero a ambos en la biblioteca esta tarde, trabajarán muy duro investigando cuáles son los contactos que puede haber entre los alumnos y cuáles no están permitidos —Recalcó el hombre con la cabeza rapada, mi mirada indignada expresaba lo que mi boca no podía decir.

—Es imposible, tengo que...

—Nada de peros, es un castigo —Decreto y sin que pudiese objetar comenzó a irse dejándome allí, sola con Billy. No me había percatado de que la campaña que indicaba el inicio de clases ya había soñado.

—No tienes idea de con quien te has metido, Zorrita.

Requiem for a Blue Jean [Billy Hargrove]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora