Guardianes

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•Narra Leslie•

Le sonreí mientras agitaba mi mano a modo de despedida, quería llorar, enormemente quería detener el tiempo y subir a ese autobús en busca del castaño para evitar que se fuese

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Le sonreí mientras agitaba mi mano a modo de despedida, quería llorar, enormemente quería detener el tiempo y subir a ese autobús en busca del castaño para evitar que se fuese. Pero tenía que ocultar a sus ojos aquello, no podía dejar que me viese débil y causarle un mayor daño a él quien parecía bastante alegre de emprender ese viaje lejos de aquí para ver a nuestra Nana después de años. Era un niño fuerte y valiente, confiaba en que estaría completamente bien y hablaríamos por un teléfono cuando fuese necesario.
Me ahorre las lágrimas y a modo de disimular plante en mi rostro unas gafas de sol con los vidrios lo suficientemente oscuros como para que mis ojos quedase camuflados, para cuando llegue al nuevo vehículo de Steve Harrington ya hube tragado la saliva suficiente como para reprimir las lágrimas.

—Entonces... ¿Que rayos es lo que han encontrado? —Pregunte desde el asiento del copiloto girándome sobre el respaldar para mirar a Dustin Henderson quien se encontraba cómodamente sentado en la parte de atrás del auto.

—Yo les llamó Demodogos. —Contesto muy convencido, mire a Steve con ambas cejas levantadas, este se encogió de hombros e hizo caso omiso mientras encendía su auto.
Llegamos a la vivienda de Dustin en menos de diez minutos en los que pasamos hablando sobre esta criatura que había encontrado, y que era lo que íbamos a hacer haciendo referencia a que habían dejado en el bosque barriles con carne para llamar su atención. Yo muy bien sabía de lo que se trataba aquella criatura que él y sus amigos llamaban demogorgones o demodogos, yo los llamaba de una forma diferente, guardianes, y no por una cuestión de costumbre, sino, por qué era lo que un día me habían enseñado que eran. Por su descripción física no me quedaban dudas de que hablábamos del mismo animal.

Steve bajó del vehículo con su bate en mano mientras que yo le seguí de cerca por el camino al sótano a un lado de la casa de Dustin, en su jardín. Al acercarnos las puertas selladas de ese lugar bajo la tierra fueron forcejeadas con un fuerte golpe que hizo temblar nuestro alrededor, sin duda alguna no subestimaba la fuerza de esas criaturas, ni mucho menos dejaba de temerles.
De un segundo al otro el castaño de rizos abrió la compuerta dejando salir al animal hecho una furia que nos enfrentó chillando característicamente mientras su cabeza se desenvolvía como pétalos de una flor dejando a la vista una interminable fila de dientes los cuales no era muy grato a preciar. En un abrir y cerrar de ojos el demodogo tomó impulso y corrió pegando saltos en mi dirección, por instinto intente correr fallidamente ya que mis rodillas fallaron y caí al suelo esperando lo peor. Oía el grito desesperado de ambos jóvenes mientras sentía el bate de Steve rompiendo el aire mientras intentaba darle al parasito que de pronto estuvo sobre mi de la forma menos esperada por ellos.

Amistosamente comenzó a intentar olfatearme para seguidamente echarse junto a mi con la actitud de un cachorro juguetón ante el asombro de ambos castaños.

—No puedo...

—Creerlo —Finalizó Steve la frase que Dustin había comenzado a decir. Empuje al animal con fuerza que volvió sobre mi al instantes. Guardianes. Y amistosos.

Aunque ese último concepto se esfumó cuando Dustin comenzó a acercarse en mi dirección y el demodogo adoptó una posición instintiva de ataque dejando a flor de piel sus perfilados dientes a los ojos del pequeño. Y yo que por un momento había imaginado que todo iría normal sin dudas no había tenido en cuenta volver a reencontrarme con una de estas criaturas.

—¿Como es que...? —No deje que Steve terminara de decir su frase, sabía que en ellos podía confiar. Después de todo lo que Steve me había contado acerca de esos niños no me quedaban dudas de que eran de fiar, y tenían muchas respuestas que yo quería. Extendí mi mano con el puño cerrado dejando el reverso de mi muñeca a su vista quedándose ambos boquiabiertos.

—Es imposible —Musitó Dustin sin poder pegar sus labios del asombro, Steve estaba exactamente en la misma situación.

—¿Por que no lo dijiste? —Cuestionó el otro castaño comenzamos a acercarse con sigilo pero la criatura volvió a rugir con la furia de un león.

—Oh, lo siento, debí haberme presentado mal. Hola, soy Leslie Leith, y soy un experimento del gobierno —Escupí con ironía aun en el suelo mientras me mordía el labio inferior al punto de hacerlo sangrar. —No sabía que podía confiar en ti, ahora lo sé. —Suspire redimida a lo que el mayor pestañeo un par veces seguidas como si quisiese aclarar su mente.

Levante a su vista mi mano izquierda, en la cual estaba la marcada de la verdad, y manteniendo mi dedo pulgar en alto la moví hacia la izquierda, luego hacia la derecha y volví a colocarla a mi frente, donde la acerque lo suficiente como para que al girarla mi pulgar tocara mi cien. Todo eso en cuestión de milésimos y aquello era nada más ni nada menos para desacreditar a la criatura de sus sentidos y esta pronto calló al suelo inconsciente.

—¿Le has matado? —Demandó Dustin con desesperación acercandose sin miedo a mi, y para su suerte me encontraba de pie y sacudiendome.

—No, es un efecto instantáneo que durará las horas suficientes como para que le lleven al bosque y le liberen, volverá al lugar de donde salió. La fuerza que les controla no le permite separarse de su ejército —Comente distante mientras buscaba la dignidad que acababa de perder al revelar mi identidad.

—¿Es un él?

—Ya han aprendido suficiente hoy. Necesitamos encontrar a Once.

Requiem for a Blue Jean [Billy Hargrove]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora