Gravedad Cero

2.9K 226 29
                                    

•Narra Leslie•

El Camaro azul metálico de Billy permanecía estacionado a un lado de la carretera cuando la claridad del día comenzaba a hacerse presente en Hawkins, eran nada más ni nada menos que las seis de la mañana cuando abrí suavemente los ojos encontrándo...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El Camaro azul metálico de Billy permanecía estacionado a un lado de la carretera cuando la claridad del día comenzaba a hacerse presente en Hawkins, eran nada más ni nada menos que las seis de la mañana cuando abrí suavemente los ojos encontrándome dentro del vehículo recostada sobre el regazo de Billy quien se encontraba sentado en el asiento del piloto apoyando su cabeza sobre sus brazos reposados paralelamente sobre el volante que utilizaba de almohada. Parecía todo un Niño pequeño e inocente, podría haberme quedado mirándole durante horas pero me sentí terriblemente acosada por su polla la cual se marcaba a grandes escalas en su ajustado jean al estar su torso inclinado hacia adelante. Al apenas girar mi cabeza me di cuenta de que a merced de mis ojos también tenía su abdomen y pecho desnudo el cual era apenas recubierto por una cazadora de cuero negra estirada por la posición en la que se encontraba. Tentativo, sin dudas.

Mis ropas se encontraban en su lugar, una buena noticia al menos.

Me vi obligada a pellizcar su miembro apretado entre las ropas cuando intente fallidamente despertarlo de un modo pasivo. El rubio pegó un sobresalto de dolor desentendido para mirarme con ojos desorbitados mientras yo me acomodaba en el asiento del copiloto.

—¿Y eso por qué? —Preguntó adormilado a lo que me encogí de hombros, me sentía lo más tétrica que una persona podía sentirse, estaba en un extraño estado de desajuste en cuanto a mi entorno, apenas entendía como habíamos llegado a aquella situación. Pero le eche la culpa al Vermú Cinzano que había compartido con Billy antes de acordar que me llevaría hasta el motel. — ¿Recuerdas algo de... toda la fiesta? —Preguntó con su frente arrugada y un tono afónico antes de encender el auto.

—Eres el rey del barril en la secundaria Hawkins, felicitaciones —Comente sin ánimos sintiendo el insaciable dolor de cabeza que se extendía por mi cerviz y extendiéndose por mi frente, deducía que Billy debía estar en el mismo estado.

—Eso lo sabía desde que llegué aquí, bonita —Hablo en tono bajo mientras le daba media vuelta a las llaves y el motor del auto comenzaba a rugir.

—¿Estas seguro de que quieres conducir? Presiento que nos mataremos —Comente nauseabunda y con desgano, me ganaba el sueño y mi cabeza apenas podía mantenerse consciente. Billy sonrió burlón.

—Eh estado así muchas veces, zorrita. Tu relájate, lo tengo todo controlado —Comentó con confianza mientras abría la guantera del auto delante de mi asiento y de ella sacaba un pequeño cubículo con pastillas blancas que me extendió antes de arrancar el auto. —Toma una y acompáñala de mucha agua. Te hará falta —Indicó e hice lo dicho, tomé una y la guardé en el brasier que llevaba puesto debajo del top.
Me preguntaba con ansias si lo que Billy había dicho era completamente real, pero no quería permitirme saber la respuesta aún por lo que decidí suprimirlo de mi mente.

—Dime que hora finaliza Aiden la última asignatura de hoy.

—¿Que diablos vas a hacer? No...
—Sh, cierra la boca. No te lo he preguntado. Si no me lo dices lo averiguaré yo mismo —Gruño Billy con un tono de voz malhumorado y notablemente afónico pero eso no le reprimía la dominancia que transmitía. —Lo llevaré por el almuerzo antes de ir a mi entrenamiento de hoy. Le gustará, a cualquier niño le gusta el basketball; y luego lo regresaré contigo. Tu te vas a casa, a dormir —Ordeno el rubio a lo que yo oía atónita sin poder decir palabra alguna ¿Que clase de dinosaurio había picado a Billy esa mañana? No lograba cerrar mi boca del asombro.

— ¿Q-que? —Fue lo único que pude articular tras varios intentos de hablar mientras le miraba incrédula. — ¿Por que?

—Mírate, parece que te ha arrollado una manada de vacas rabiosas. Ni me da ánimos para acostarme contigo en ese estado —Se carcajeó el chico haciendo que instantáneamente sintiese la necesidad de mirar por el espejo retrovisor mi reflejo denotando que, evidentemente, mi maquillaje estaba por todo mi rostro y me encontraba lo bastante despeinada como para que los monos adoptaran mi cabello como nido.

—Billy, no existen las vacas rabiosas —Remarque intentando limpiar en vano mi rostro, él bufo resignado.

—¿Segura? Tu pareces una ahora mismo —Volvió a molestarme con tono burlón mientras me echaba una mirada de reojo, yo fui quien bufo entonces.

—¿Ah si? No sabía que las escobas con patas pudiesen hablar —Rodé mis ojos, cansada de cualquier cosa eche mi cabeza hacia atrás intentando disminuir el dolor que sentía. No funciono.

—Rayada.

—Imbecil —Gruñi bajo su comentario. Un intervalo de silencio nos rodeó durante algunos minutos.

Billy freno el auto de golpe sin que yo me lo esperara, se había vuelto a tirar a un lado de la carretera y, al ir a gran velocidad, la inercia me hizo balancearme hacia adelante antes de volver a chocar mi espina dorsal contra el asiento delicadamente tapizado del Camaro.
Billy me observo deseoso por apenas milésimos antes de que con apetito y deseo nuestros labios chocaran en una guerra de iguales en donde ambos parecíamos necesitar aquello. Le necesitaba tanto como él a mi y no había caído en la cuenta hasta ese momento, su mano puesta en mi cintura me llevó a terminar sobre su regazo con mis piernas pasadas a los lados de su ancha cintura. El gusto a nicotina que Billy tenía en los labios se mezclaba con el sabor a chicle de menta recién mascado haciendo que mi lengua sintiese única la sensación de jugar con la suya.
No nos detuvimos hasta que hubieron pasado al menos dos o tres largos minutos donde entre beso y beso nos separábamos para juntar aire en nuestros pulmones, besarle era como besar a un salvaje león con apetito, o como si después de aquello ya no hubiera cometido alguno entre ambos... Como si hubiese esperado demasiado por eso.

Con el peso de sus manos en mi cintura me aprisionaba contra su ereccion ya palpable bajo mi pierna derecha. Él fue quien se separó de forma repentina, pero con una mueca satisfecha.

—Así que cuando digo que pasaré la tarde con tu hermano para que puedas descansar te pones como loca, pero si te beso me sigues el juego... ¿Que pasa Leslie? ¿Tienes miedo de que esto se vuelva más que una jodida calentura?

Requiem for a Blue Jean [Billy Hargrove]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora