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•Narra Leslie•

—¡VEN AQUÍ HIJO DE PUTA! —Grite antes de comenzar un forzoso recorrido por toda la casa persiguiendo un individuo que a medio vestir bajaba las escaleras con la velocidad de un mismísimo resorte

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—¡VEN AQUÍ HIJO DE PUTA! —Grite antes de comenzar un forzoso recorrido por toda la casa persiguiendo un individuo que a medio vestir bajaba las escaleras con la velocidad de un mismísimo resorte. Estaba segura de que mi rostro ya estaba hinchado y rojo a causa de la ira que me provocaba tener que reñir con él, en mi mano aún apretada permanecía su remera. —Te lo advierto Aiden, si te atrapo te estrangularé, niño insolente —Amenace cuando deje de oír la madera crujir bajo sus pasos, se había escondido pero yo sabía bien donde.

Con sigilo me escurrí hasta la cocina donde sin cuidado alguno abrí la alacena bajo el lavabo esperando encontrar allí a mi hermano menor de siete años, pero para mi sorpresa estaba vacía, cerré con enojo ambas puertas y de forma amenazante comencé a buscarle. Si ese niño tan solo supiese lo que mi padre iba a hacernos si llegaba a casa y aún no nos habíamos ido al instituto no causaría tantos problemas, pero no podía decirle que nuestro padre no era el superhéroe que él creía.

—Aiden esta es tu última oportunidad, si no sales cuando cuente tres voy a encerrarte en el sótano ¿Me oíste? —Volví a elevar la voz trazando un nuevo recorrido por la planta baja, estaba segura de no haberle oído subir las escaleras pero de las acciones de ese niño nunca me fiaba completamente. Aiden era especial. —Uno —Me fijé debajo de la mesa, nada. — ¡Dos! —Nada detrás de las cortinas. —¡Tres! —Lo único que percibí fue el sonido de sus pasos apurados a mis espaldas traspasando de una habitación a la otra. — Te tengo —Susurre antes de salir nuevamente en su búsqueda. —No puedes huir del instituto por más tiempo, llego la hora niño araña —Suspire cuando le encontré aferrado al sofá.

Cada movimiento que yo hacía parecía aterrarle más, muy bien sabía cuanto ese niño odiaba el instituto, en gran parte era por que los niños de su clase le molestaban sin que Aiden supiese cómo defenderse, era un niño dulce y bueno, carente de maldad como para hacerle daño a esas personas aunque bien sabía yo que él era capaz de darles una buena lección.

—Kyle y Manny volverán a molestarme, soy el rarito ¿Lo olvidas? —Me recordó cruzándose de brazos, pese a que aún debíamos tomar el desayuno me tomé un momento para reflexionar a su lado.

— ¿Y eso que? También soy la rarita —Le di un leve golpe con mi codo a lo que él se negó a mirarme, bufaba sin parar, le arrojé su sudadera sobre su cabeza haciéndole enfadar más bajo mi sutil risa.

—Si, pero a ti nadie te molesta —Refunfuño.
Rodé mi ojos, que sabría este niño de la vida.

—No de la misma forma que a ti.

— ¿Entonces como? —De pronto Aiden parecía haber olvidado sus problemas y por el contrario parecía más que intrigado por los míos pero era más que típico en un niño de su edad. Sin ánimos para hablar de eso me levante de su lado.

—No lo entenderías. Ahora vístete striper, se nos hace tarde —Esquive con atropello su pregunta para desaparecer en la inmensidad de la cocina.

En la nevera busqué dos refrescos y nuestros sándwiches matutinos. El pitido de mi reloj llego a mis oídos avisándome que era hora de irnos, muy tarde para desayunar en casa me dije que lo haríamos de camino, coloque el almuerzo en la fiambrera de Aiden y el mío en mi mochila justo antes de oír en la entrada el rugido del auto de mi abusivo padre.
Temblaba al momento de enfrentarme a la puerta, su gran figura no tardó en ingresar al lugar y arrojar a la mesa una cerveza que acaba de consumir. Aiden le saltó encima sin esperar que el hombre le diese una reprimenda por la acción apartándole con brusquedad a lo que el castaño se quedó observándole extrañado, no era uno de mis días de suerte, aquello no solía pasar. Si tan solo nos hubiésemos apurado unos segundos nada de eso ocurriría.

—Y... Ya nos íbamos, padre —Notifique intentando no quebrantar mi voz, sin embargo su mirada fría sobre mi me generaba inseguridad y miedo.

— ¿Por que están aún aquí? ¿No te encargue que dejases mi casa libre de las ocho a las doce, mocosa? —Preguntó arrastrando sus palabras a causa de la ebriedad mientras daba un paso en mi dirección, el olor era insoportable, Aiden no debía estar allí para ese horario. El horario que yo llamaba 'Tiempo de muere o sufre las consecuencias' horario en el que mi padre llagaba ebrio después de estar con muchas mujeres.

—S...Se nos hizo tar...de, lo siento. No volverá a pasar —Justifique mientras buscaba evitar su mirada a toda costa. El hombre se acercó a mi y me tomó del cabello con furia, no pude evitar soltar un lamento de dolor puesto que Aiden miraba la escena con ojos expectantes.

—Por supuesto que no volverá a pasar y eso te lo voy a asegurar niña del demonio —Grito antes de arrojarme con fuerza sobre la mesa de café del living.

Iba a por mi otra vez, pero en ese momento el pequeño de metro cuarenta se puso en medio y en cuestión de milésimos con un movimiento de su mano logró arrojar a mi fornido padre a un lado haciéndole golpearse con una de las paredes tan fuerte como para quedar inconsciente.

Él se limpió la sangre que brotaba de su orificio nasal aún mirando con odio al sujeto.

—No la volverás a tocar, hijo de perra.

Requiem for a Blue Jean [Billy Hargrove]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora