Esa Noche II

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Cuando Steve rompe el cuello del enésimo hombre de esa noche, no puede evitar que un ligero y extraño sentimiento semejante al remordimiento le cubra la boca del estómago.

Ese sujeto, que ahora convulsiona a sus pies y se ahoga en su propia sangre, llevaba encima un olor bastante inusual. Un olor que él mismo antes había sentido, del que él había sido dueño hace bastantes años atrás y con el cual su instinto más primitivo y recóndito despertaba. Pero cuando intenta recordar de donde o quién lo portaba, un dolor punzante, proveniente de su cabeza, le remueve cada célula del cuerpo.

"¿Grant? ¿Me escuchas?" Rumlow llama por el intercomunicador, y Steve se guarda para sus adentros el pequeño gemido de dolor que intentó salir de sus labios.

La misión, la misión, la misión...

"Te escucho." Musita él, eliminando de sus pensamientos el malestar de su cabeza mientras pateaba hacia un lado el cuerpo que estorbaba en su camino. Steve le dirige una última mirada al tumulto de órganos inservibles que ahora yacen sobre el blanco suelo y los ojos sin vida con los que se topan sus azules, por alguna extraña razón, le calan hasta el fondo de su alma.

Son cafés. Hermosos ojos cafés, pero sin la sutileza y luminosidad de los que acuden a sus sueños cuando tiene un mal día.

"A seis metros hay una puerta. Tienes que ir hacia la computadora central y extraer los datos que—"

"Sé lo que tengo que hacer, Rumlow." Le corta el rubio con apatía. Un gruñido de fastidio resuena en su oído y Steve niega con su cabeza antes de sacarse el pequeño dispositivo y romperlo con sus dedos.

Es por eso por lo que odia las misiones con compañía.

La insignia de HYDRA, roja y pulcra, reluce como un emblema digno de admirar sobre su pecho. Él continúa con su camino, importándole poco y nada las huellas de sangre que dejan sus pisadas y con las que posiblemente mancharía mucho más allá de su propia vida.

Pero ya que; el trabajo es trabajo.

Abre la puerta de una patada, provocando un estruendoso portazo. No hay nadie en los alrededores y él olfatea el aire buscando algún intruso. Nada más que el olor metálico llega a sus fosas nasales y Steve relaja su postura para acercarse con calma hacia la enorme computadora que se encuentra justo al medio de la oscura habitación.

Tal parecía que sería otra misión exitosa para su impecable historial.

Sin embargo, el rubio no nota la esencia ni la presencia del adolescente que está en el techo oculto y que para más remate le observa con insensata curiosidad.

Steve está hackeando los sistemas cuando un pequeño sonido- demasiado bajo para los oídos normales- resuena en el silencio del lugar. Él agudiza sus sentidos justo a tiempo y alcanza a correrse hacia un lado antes de que una sustancia extraña caiga desde el techo hasta el teclado en el que él trabajaba, quemando repentinamente la computadora como si de un paquete de palomitas se tratase.

"Oye, esos archivos son de mi papá. Y créeme cuando te digo que no le gustan que se metan a ellos." Saluda un chiquillo desde el otro extremo de la habitación. Steve endurece su mirada y tensa los hombros cuando reconoce ese traje rojo con el símbolo de una araña justo en medio del pecho.

En los archivos de HYDRA lo catalogan como Spider-man, un superhéroe novato que no llevaba más de medio año inmerso en ese mundo. Su nombre civil era Peter Stark, estudiante de secundaria e hijo único del Omega Stark, que tantos dolores en el culo ha provocado para su organización madre.

HYDRA había estado esperando el momento oportuno para atacar al adolescente y poder así destruir el imperio de su padre. Se suponía que un ataque terrorista ocurriría dentro de tres meses en la escuela del Stark menor, llevándose consigo a todas las personas que tuvieran la suerte de estar allí ese día. Pero tal parecía que semejante espectáculo no sería necesario después de todo.

Steve mataría a ese renacuajo ahora mismo y su jodido padre aprendería a no meterse en los asuntos que no le conciernen.

El arma que escondía en sus muñecas logra sorprender a Peter, que a poco y nada estuvo de recibir un disparo en su pecho. El rubio suelta chasquido de fastidio al fallar el tiro, pero no desiste de su tarea y enfoca su vista para disparar una y otra vez, hasta poder darle al niño.

Peter continúa saltando de pared a pared y esquivando con esfuerzo los balazos que cada vez pasan más cerca suyo. Sin embargo, sus piernas comienzan a cansarse con el pasar de los minutos. Entonces, una bala que él no alcanza a predecir le da certera en la pierna izquierda segundos después de que tocara el suelo para darse impulso.

Un grito de dolor se escapa de sus labios y Steve sonríe con soberbia al dar en el blanco.

Estúpido niñato.

"Debo ser sincero, diste una buena pelea." Rogers admite, acercándose con burla al cuerpo que intenta alejarse con temor. "Pero nunca una tan buena para evitar tu muerte."

Un golpe contra su espalda, equivalente a una descarga eléctrica, logra desviar el disparo que planeaba darle al pequeño justo en medio de la sien. Steve se lanza contra el suelo cuando la corriente recorre con más fuerza sus terminales nerviosas y sus músculos, shockeados por la energía recibida sin aviso, se vuelven tan inútiles que apenas le sostienen.

"¿¡Qué demonios te dije sobre enfrentarte a personas de HYDRA, James!?" Grita una voz robótica en medio de la penumbra. Steve siente su corazón revolotear como un colibrí al escucharla e intenta removerse para sacar con los electroshocks que entumecen su cuerpo. "Y tú quédate quieto que mientras más te mueves peor es para ti." Advierte la voz y él gruñe en molestia.

"Pero él no parecía—"

"¿Qué cosa no parecía? ¿Más fuerte? Creo que te hacen falta los lentes de nuevo, niño. ¿O es que acaso tus sentidos están fallando de nuevo?" Reprende el extraño, con la preocupación colándose entre las palabras.

Pequeños sonidos de algo desmantelándose se escuchan a las espaldas de Steve, haciéndolo ponerse en alerta. El Alfa aprieta los dientes y ruge con todo lo que su adolorida garganta le permite, en señal de amenaza hacia el dúo de héroes, cuando entonces la siente.

Esa esencia...

Steve se remueve con más ímpetu cuando la vainilla pura con toques achocolatados le golpean de lleno en la nariz. Las descargas contra sus omoplatos se vuelven más fuertes por cada movimiento que realiza, pero él continúa luchando para ver quién es esa persona y porque demonios su olor se le hace tan malditamente conocido.

Un gemido se escucha de pronto y el peso de un cuerpo desplomándose a su lado provoca que el aroma se disperse con más rapidez y, por ende, llegue con más fuerza contra su olfato.

Steve se desespera aún más por esto y el olor a piel chamuscada empieza a inundar también la instancia, opacando entonces la deliciosa fragancia. Su Alfa interior grita de enojo al verse privado de olfatear lo que por derecho le pertenecía.

"¡Friday, detén el sistema de reclusión ahora!" Aúlla la voz desconocida. Segundos después, las descargas se detienen y unas manos lo voltean suavemente sobre su espalda para tocarle con delicadeza el rostro.

"¿Eres tú?" Susurra alguien y Steve, en medio del sufrimiento de estar sobre su piel quemada, trata de enfocar mejor la vista. "¿Realmente eres tú, Steve?"

Ojos cafés le devuelven la mirada con asombro y lágrimas bailoteando en los límites. Ojos cafés como los de cada sujeto que él ha matado a lo largo de dieciséis años.

Pero hay algo diferente.

Algo tan, pero tan diferente...

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He loved you even when you foughtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora