Sarah II

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"Peter ¿tú recuerdas como era él?"

"¿Cómo era quién?"

"Nuestro Padre... El Alfa de papi."

Peter siente como su corazón se detiene por unos segundos y el cuerpo se le paraliza en pánico; Sarah, pequeña e impaciente, aguarda con ansias mal disimulada la respuesta de su hermano y con la que posiblemente espera contestarse uno de los miles pensamientos que le han estado rondando por la cabeza desde hace ya varios años. Su lindo cabello rubio -que ahora le llega hasta la altura de los hombros-, se desparrama suavemente sobre la almohada de princesas que su Tío Rhodes le regaló cuando cumplió ocho años, y sus hermosos ojos azules (que probablemente haya heredado del padre que nunca conoció), observan al Alfa de su Manada con la inocencia y curiosidad que solamente una niña de once años puede poseer.

Peter traga grueso y su mente grita en negativa.

No. Aún no era el momento de decirle.

Ella todavía era muy pequeña.

"¿Por qué quieres saberlo?" Pregunta el castaño, evadiendo sutilmente el tema. Sarah hace un pucherito inconscientemente y aparta la vista de su hermano mayor, intentado así de que él no vea como sus ojos se ponen un poco más brillosos de lo normal. Peter frunce el entrecejo al perder el azul cielo de su cachorra y un extraño presentimiento lo ataca. "¿Qué pasa, Salty? ¿Alguien ha estado molestándote por esto?"

"No, no es eso." Susurra ella, con la voz en tres tonos más bajo y mirando hacia un punto vacío del suelo. "Es que... Solo tengo curiosidad, Pet. Papá nunca me ha querido hablar de él y tú siempre evades mis preguntas- es como si él fuera alguien malo que les causó mucho dolor."

"Papá no era malo, Sarah. Él era un buen hombre que—" 'solo no supo tomar las decisiones correctas' quiere decirle Peter, pero su consciencia no le permite ensuciar la imagen del hombre a quien alguna vez admiró. Así que se muerde la lengua con un poco de fuerza para tragarse esas palabras, y termina por decir lo que ha estado practicando frente al espejo desde que su hermana cumplió los seis años y comenzó a ver más allá de las paredes de la torre. "Solo no está con nosotros porque las cosas con Pá no funcionaron y ambos decidieron dejarlo antes de hacerse más daño."

"Pero ¿dónde está? ¿por qué nunca ha venido a verme?" Cuestiona la niña. Peter arruga la nariz cuando la habitación se inunda de feromonas agridulces, haciendo a su instinto salta en alerta. "¿Es que acaso nunca he sido importante para él?"

"Alto ahí, Sarah Stark. Detén eso ahora mismo." Reprende el adolescente con voz firme. La Omega cierra sus ojos ante el pequeño reproche e intenta controlar el enorme nudo que se le forma en la garganta. Sin embargo, ella sabe que falla cuando un pequeño sollozo se escapa de su boca y una fina lagrimilla comienza a correr libremente por su tersa mejilla. "Oh no, cachorrita, por favor no llores. Perdóname, no debí—"

"Quiero saber quien es, Peter." Gimotea Sarah, cortándole las palabras con un alarido ahogado en pena. "Quiero saber porque nos abandonó; porque no nos ama y como prefirió dejar que las cosas terminaran así como así sin siquiera intentar conversarlo con papi como el par de adultos que supuestamente eran."

"Esto va mucho más allá de lo que nosotros podemos entender, Sari." Dice el castaño, tomándola entre sus brazos para mecerla y calmarla. "Estoy segurísimo de que Papá nos amó más que nada en este mundo, pero él no puede estar con nosotros. Son de esa clase de problemas que como hijos no podemos comprender, a pesar de que pensemos lo contrario."

"Pero—"

"Algún día te prometo que te contaré sobre él." Susurra Peter sobre su cabello, dando por terminado el tema. "Todavía no es el momento para eso... Pero te juro que cuando sienta que ambos estamos preparados, tendremos esta conversación de hermanos civilizadamente."

Sarah suelta un quejido inconforme, pero termina por acurrucarse contra el pecho del mayor. Peter continúa meciéndola como lo hacía cuando ella era solamente una bebé mientras aspira con disimulo el aroma que la rubia desprende.

'Todo está bien.' Se consuela a si mismo, 'Una etapa de la preadolescencia, solo es una etapa que ya pasara.'

Diez minutos después, ambos yacen dormidos sobre la cama de la Omega con el calor de sus propios cuerpos tranquilizándolos mutuamente.

Tony, silencioso como los años de misiones e infiltraciones en bases enemigas le ha ido enseñando, termina por entrar a la habitación cuando se asegura de que sus dos cachorros ya no se despertaran por el ruido y mucho menos por su esencia maternal que usualmente desprende al verlos.

Sarah con su pequeño rostro desbordado de lágrimas secas le dan la muda bienvenida, y entonces él toma una decisión que cambiara sus vidas en ciento ochenta grados.

Solo espera que ese maldito teléfono antiguo siga funcionando.

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He loved you even when you foughtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora