Rojo carmesi

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Se que tengo que abrir los ojos, pero me da pánico lo que encuentre al hacerlo, por primera vez en mucho tiempo siento un miedo tan atroz que me reseca la garganta. Lucho contra esa neblina negra para abrirme paso hasta las voces que me reclaman haciendo mención de mi nombre, se que son el medico y mi madre, no oigo la voz de padre.

-Bien, Pamela, ¿Cuantos dedos ves aqui?

-Cinco -parpadeo varias veces, podria dejar de apuntarme con la linterna hacia los ojos.

-Vale, no ves correctamente -noto que apunta algo en un papel.

-Mi hija ve perfectamente, cielo, ¿Cuantos dedos tenia extendidos el doctor? -mi madre y su tono dulzón, no cambiaran nunca.

-Tres, madre, ¿Que esta pasando? ¿Que hago aqui? -noto que me duele la cabeza y contraigo los músculos de la cara sin poder evitarlo.

-Tuviste un accidente de coche hace dos noches Pamela, tienes el brazo izquierdo roto y una contusión en la parte derecha de tu cabeza, solo has necesitado tres puntos, tienes mucha suerte en que solo haya sido eso.

No me puedo creer que me hayan atropellado, tengo los recuerdos bastante borrosos, se que salí con Laura, recuerdo ver aquel chico y poco mas, por no hablar de que llevo inconsciente dos días, perder ese tiempo y haber echo padecer a mi madre me angustia, pero también se la escasa probabilidad de salir casi ilesa de esos accidentes, no se si llamarlo suerte, casualidad, destino.

-¿Es que hoy es el dia mundial a favor de algo? -señalo el meñique derecho del medico.

-¿A que te refieres Pam? -ambos ponen una cara de asombro bastante alarmante.

-Pues a ese hilo de color rojo tan bonito que tiene el doctor atado a su meñique, ahi mismo -señalo el dedo y me doy cuenta que ese hilo va como desvaneciéndose a medida que llega al final.

-Pam, el doctor no tiene ningun hilo en su meñique -mi madre acaricia mi rostro con su mano derecha y veo otro, de un color mas apagado, casi calcinado.

-Madre, tu tambien tienes uno, ¿Esto es una especie de broma? -.sostengo la mano de mi madre y la miro mas detenidamente- Porque carece de gracia alguna.

-Deben de ser los calmantes que la están haciendo alucinar, mejor sera que te dejemos descansar -suspiro soltando la mano de mi madre.

Ella se inclina hacia mi y me besa la frente, me ha susurrado que este tranquila, sale por la puerta con el doctor, me doy cuenta que ya me han desenchufado del monitor que controla mis latidos, estoy conectada a un gotero y voy vestida con una especie de vestido blanco roto, que se asemeja mas a una camiseta larga que se ha lavado tantas veces que apenas se reconoce ya el logo del hospital esparcido a lo largo de el. No estoy alucinando, se muy bien lo que he visto, si me doy una vuelta por el pasillo a lo mejor se me despejan las ideas, porque las tengo echas una maraña en mi cabeza. Llego a la puerta, menudo esfuerzo, tengo las piernas casi dormidas, sera por los dos días que he estado sin moverme en esa cama que es blanda pero me parece haber estado durmiendo encima de la piedra mas dura que exista en el planeta. Nada mas salgo al pasillo me arrepiento, toda la gente que pasa a mi lado, tienen un hilo rojo atado al meñique, conforme voy avanzando, veo un ventanal que recibe todo el sol que hay fuera del hospital de lleno, la ventana es como la que hay en mi casa así que me siento en el borde que hay en la parte de dentro, y dejo que el sol me caliente, no es que haga frío allí, pero esa sensación del sol sobre mi piel calentandola me hace sentir mejor, alguien habla cerca de mi y hace que salga de mi ensoñación.

-Gracias por traerme la ropa cariño.

-Se que no has parado y agradecerás cambiarte de uniforme como mínimo.

Y por última vez, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora