Holmes "La Venganza de la Cazadora" [Libro 2]

Capítulo 16

Batir las alas sin dejarse llevar por las emociones. Sentir la libertad en un momento en que la oscuridad se ha apoderado de tu alma. Megara ya no siente dolor, eso se ha disipado y la alegra. Más rápido, más rápido... Sus potentes alas parecen perforar el cielo y cruzar el gran charco en minutos. Es poderosa, es peligrosa, es libre. Ya no hay vuelta atrás, se ha entregado de lleno a su naturaleza. Sólo espera que los demás lo acepten como ella lo ha hecho. Ella sonríe y desciende con suavidad. Está cerca del lugar en el que todos van a reunirse. Ports Ángeles, lleva meses sin pisar esa ciudad. Cae en las afueras y no duda en volver a robar algo de ropa. Un vestido y unos zapatos para poder presentarse ante los convocados sin mostrarse como fue traída al mundo. Con mucho pesar deja caer sus alas y ve cómo éstas se desintegran en llamas púrpura y se convierten en cenizas. Duele pero es soportable. Cuando las vuelva a necesitar un nuevo par idéntico al anterior surgirá del interior de su espalda. Siempre es así. Claro que el liberarlas volverá a doler tanto como la otra vez, sentir que la desgarran de dentro a fuera. Pero es soportable y vale la pena.

El recuerdo de la conversación con Adam la quema. Él pudo haberse hermanado de Hela. Megara lo hizo con Nicolas y Gwen, también lo hizo con Ness. Pero no lo hizo. En aquel entonces estaba prohibido y la pena era la muerte. Alterar la naturaleza de un humano era impensable. Era más fácil ocultar que daba su sangre a la humana, que dejar que sus congéneres supieran que había cometido tal acto, hermanarse de ella. Porque un humano que se había hermanado con un cazador quedaba marcado con una marca invisible que se encontraba en su aroma, ésta dejaba ver quién le había otorgado la relativa inmortalidad. No se podía evitar.

Megara llega al puerto y la noche no tarda en abalanzarse sobre la ciudad. La oscuridad es muy profunda y pocos son los que se atreven a pasear por esa zona pasada la media noche. Con una sonrisa se adentra en uno de los recintos pensados para guardar la carga de los pescadores y otras herramientas. Un edificio apartado y casi olvidado.

Megara escucha voces nada más entrar. Levanta el velo gravitatorio que la ata al suelo y oculta su aroma para que nadie sepa de su presencia. Su latido se entremezclan con los que resuenan evitando que los demás se vean alertados por él. Sus pies apenas rozan el suelo, camina por el aire y observa desde la altura de la planta superior a los que han ido a verla. Sonríe y espera a escuchar los pensamientos que los envuelven. Con algo de tiempo las verdades salen a la luz.

--- Llega tarde. ¿Podemos confiar en que va a venir? ---pregunta la figura menuda y con curiosos dientes salidos---. Me incómoda estar aquí con tantos...

--- ¿Depredadores? No te preocupes Jhonny, no eres de mi gusto. No me gustan las ratas.

--- Muy gracioso. Si fuera solo por ti no me preocuparía.

--- No se preocupe, ella vendrá. Es la razón por la que nos ha convocado ---la palabras de Nick resuenan en el edificio.

--- ¿Y tú quién eres? ¿Su mascota? ---comenta un tercer sujeto recién llegado.

--- Su ahijado ---responde.

--- Meter a un humano entre todos los presentes no es una gran idea. Creía que Sophie era más lista ---la mujer de cabello pelirrojo y ojos rojos se presenta ante todos seguida de un hombre de cabellera y ojos del mismo color---. A algunos les entra el apetito con carne fresca.

--- Alanna, Elijah, bienvenidos.

--- ¿Es cierto lo que dicen, Thea está con ellos? ---pregunta el hombre.

--- Sí. Vino a vernos hace unos días. Casi la atropello.

--- Habría dejado el coche hecho trizas.

--- Se ha convertido en discípula de Marco ---la voz de Carlisle resuena. Están todos aquí. Incluso algunos quileutes.

Edward y Carlisle, Nicolás y Leah, Sam y Jacob, Embry y Rafael, Alanna y Elijah, Jhonny y Brais, Zafrina y sus hermanas, Kiros y Nerón, Iria y Ezequías, Vladimir y Stephan. Esos son los que ella logra ver. Otros se mantienen en la oscuridad o lejos de su rango de visión.