Capítulo 35 🐺

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Ari

Perdí la cuenta de las veces que observé las grabaciones en el monitor. El vídeo me enseña a una inofensiva Audrey cuando íbamos a visitarla al sótano. Ella lloraba, fingía ser frágil, alguien que no tiene a nadie.

Fue una excelente actriz.

Veo la forma que se encoge de miedo mientras le hablo, sus falsas lágrimas. Hizo un gran papel. Nos mintió a todos. Ella era una inocente palomita en nuestra presencia, pero cuando le dábamos la espalda se burlaba.

Dioses...

Soy la estúpida más grande del planeta.

Rompió las celdas con mucha facilidad, golpeó a Reynard y amenazó a Mila. Actuó tan rápido que apenas nos dimos cuenta. En el bosque se reencontró con Marianne y después las cámaras fueron destruidas.

Maldita bruja inteligente.

Caminó por las calles como si fuera una persona normal, vivió aquí antes de que existiera la barrera, se relacionó con los Karlsson. ¡Teníamos al enemigo en la casa! Esto nunca lo podré superar. La tuve cerca para matarla y perdí una gran oportunidad.

Siento tanta rabia que me creo capaz de incendiar el pueblo completo con tal de matarla.

Estoy harta.

Cansada.

Frustrada.

Ya basta de limitar mi vida por culpa de Abigail Sanders y sus aliados. Necesito acabar con los parásitos pronto. ¡Vacaciones! Quiero vacaciones.

—Debe estar en alguna parte del pueblo —musito —. Propongo que todos salgamos a buscarla y la matemos. No le daremos oportunidad de huir como la rata escurridiza que es. Cambiará de rostro tarde o temprano.

Mi padre se pasa las manos por la cara. Somos muy pocos los presentes en la sala. Reynard no se encuentra bien, Andrew consuela a Emmie y la señora Aria está encerrada en su habitación. Supongo que fue un golpe muy duro escuchar a su hijo hablarle así. No quisiera estar en la misma posición, aunque mi lado malicioso disfruta que haya recibido una probada de su propia medicina.

Ella ha sido cruel conmigo desde que llegué al pueblo. Ahora sabrá lo que se siente ser despreciada.

—¿Y crees que vamos a encontrarla? —inquiere mi padre —. Controlan un extraño hechizo de encantamiento que oculta sus huellas. Nadie puede olerla.

Esa desgraciada lo tiene todo perfectamente calculado.

—Me aburrí de jugar al gato y al ratón —espeto —. Debe haber una forma de acabar con esto.

Mila suspira.

—Hay una forma. Es difícil, pero no imposible.

Me cruzo de brazos, Melody se acurruca en el regazo de Axel quién acaricia su cabello.

—Adelante. Sabes que no me importa arriesgarme a lo que sea.

Asher se rasca la nuca desde su posición y me mira con ojos perdidos. Aún sigo molesta con él por haber cometido un error tan grave para cubrir a Ashton. Oh, ese idiota también oirá varios sermones. Reynard lo pondrá en su lugar.

—Mi plan es atrapar a Marianne o Theo —manifiesta Mila, seria —. Podríamos ponerles a cualquiera un rastreador que nos guiará directo a Abigail o Claudius.

¿Qué haríamos sin Mila y sus soluciones?

—Suena bien —concuerda Asher —. ¿Pero es seguro? Existe la posibilidad de que ellos lo descubran.

Dulce Perdición [En librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora