Tercer Momento: Fiesta para dos

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Ese día todo se percibía más frío, más gris, más simple. La Falsa Colina de Pony le parecía horrible así sin la presencia de él. Ese día Terry había tenido que salir del colegio, debido a que su padre demandó su presencia desde muy temprano, al chico apenas le dio tiempo para escabullir una hoja al cuarto de los hermanos Cornwell, donde les solicitaba que avisaran a Candy que ese día saldría hacia el palacio Ducal.

Esa misma nota fue muy significativa para varios, aún cuando la misma Candy ya le había hecho llegar una a Terrence, pero esta segunda llamó más la atención pues la manera en que se pedía ser enviada decía mucho. Para Stear sólo confirmó lo que ya suponía con respecto a su querida prima y el inglés, para Archie representó una realidad que hasta ese momento se empeñaba en negar, no sólo que en efecto entre Candy y Terry existía una relación por encima de la amistad, sino que al arrogante castaño en verdad le importaba la chica. Para Candy sólo significó tristeza al no poder verse como ya todos los días, mas siendo ese el quinto domingo, día que a hurtadillas salían a pasear por las calles londinenses debido a que ninguna de sus respectivas familias solicitaban su salida.

Así que ahí se podía apreciar a la rubia, sola, tendida sobre el pasto, como de costumbre, la Tía abuela no se preocupaba por ella en más lo mínimo. Sin más que hacer, ni ganas de salirse del internado, pues sin Terry no tenía caso, menos ahora que Albert ya tenía tres meses en Africa, ni al zoológico tenía sentido ir. Sola con sus pensamientos se puso a recordar muchos momentos vivitos con su novio, de lo bien que se la pasaban juntos, de lo divertido que fueron las vacaciones en Escocia, de las clandestinas clases de piano y del momento en que comenzó a tomar forma aquella relación, sí, fue ese día de la dichosa "Fiesta blanca".

–«Todo porque Eliza fingió ahogarse, organizó la fiesta para agradecer que Terry se lanzó a salvarla, claro que cuando él se dio cuenta que todo era fingido también quiso dejarla ahí en medio del lago, pero aún cuando siempre quiera aparentar dureza y frialdad se preocupa por los demás. Si está en sus manos ayudar lo hace sin tomar en cuenta las consecuencias, esa es una de las razones por las que lo amo»

Candy suspiro mientras recordaba el día que se vieron en el bosque, él iba a asistir a la "Fiesta Blanca" sólo porque creía que ella estaría presente, por suerte se encontraron en el camino. Como era su costumbre Terrence empezó la platica burlándose de como a ella le gustaba trepar a los árboles, para luego confesarle directamente que si ella no iba ir a la fiesta él tampoco iría; luego la invitó a su villa, ese antiguo castillo escocés que generaciones de Grandchester habían habitado, la invitó a conocer sus fantasmas, bueno esa fue la excusa para pasar la tarde juntos y abrazarla.

Pero Eliza estuvo a nada de arruinar esa tarde mágica.

Ellos, Candy y Terry, se encontraban frente a la chimenea platicando sobre el reciente encuentro del joven inglés con su madre, de como mamá e hijo se habían entendido sin necesidad de palabras, de como Terry había comprendido al fin lo que significaba tener una madre pues después de diez años sin tratarse, hasta ese instante, sintió lo que esa palabra representa. Con esas revelaciones la rubia no pudo evitar sentirse melancólica, pues ella siempre había deseado saber y sentir que era tener una madre. Con esa tristeza a cuestas se levantó del sofá en el que estaba sentada, Terrence se levantó a la par observándola detenidamente, veía como su semblante había pasado a una apreciable tristeza, en un intento por hacer que su alegría regresará le preguntó.

—¿Te gustaría que nos sentáramos aquí juntos a esperar el amanecer?

Candy volteo ligeramente su rostro hacia el piso, aún hundida en sus pensamientos. Terry la veía con más atención que antes, recorrió lentamente su figura, se veía tan deprimida, tan linda envuelta en esa bata de seda rosa que quiso jalarla hacia él y cobijarla entre sus brazos, su corazón comenzó a alocarse, se mordió el labio inferior brevemente, sabia que no había aceptado la propuesta de su madre de irse con ella por pasar más tiempo con su "Tarzan Pecosa", entonces «¿Que estás esperando Terrence? Es el momento.» se dijo a sí mismo, para de inmediato estirar ambos brazos para colocar sus manos sobre los hombros de la joven inclinando su cuerpo sólo lo necesario para poder verla a los ojos.

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