CAPITULO IV

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Mal momento para la fiebre

—Hinata.

La semana se iba volando, en un parpadeo ya era viernes. El partido sería pronto, así que todos, tanto como jugadores, animadoras y los de la banda de guerra; se encontraban entrenando y practicando en el campo, justo después de la hora de salida de clases.

—¡Oye! ¿Estas escuchando? —Kiba zarandeo a la azabache tomándola del hombro.

—Perdón Kiba-kun —la Hyuga talló sus ojos por debajo de los anteojos—. ¿Qué decías?

—Que se le va hacer —se sentó a su lado y Hinata dejo caer su cabeza sobre el hombro del castaño—, pero no deberías exigirte demasiado.

—Kiba tiene razón Hina-chan —hablo esta vez Tenten, que permanecía recargada en el barandal de las gradas—, eso de quedarte hasta tarde estudiando los panfletos de notas, y practicar con tu clarinete, podría perjudicarte.

—Estoy bien —cubrió su bostezo con una de sus manos—, no se preocupen por mi.

—Pero...

—¡Bien! —el Inuzuka se levanto de golpe, por poco cae Hinata, pero logro equilibrarse—. Ya es suficiente por hoy.

—Kiba-kun, pero si acabamos de...

—Hina-chan debes descansar —la ojiperla trato de abogar—, por favor.

—E-esta bien.

Se levantaron, Hinata y Kiba, de las bancas. Los tres caminaron por el campo y entre sus compañeros emocionados por la practica del equipo de fútbol. La Hyuga se detuvo un momento y, mientras sus amigos siguieron su camino, ella quedo observando atentamente el partido.

Los jugadores se habían dividido en dos grupos y, Naruto y Sasuke, quedaron como capitanes de su respectivo equipo. Ambos son buenos en el deporte pero, lo que de verdad los motiva, es su rivalidad; por ello dan todo en la cancha. Para no perder ante el otro.

“Naruto-kun esta dando su mejor esfuerzo, yo también debo de...”

El alrededor de la ojiperla dio vueltas, los gritos y platicas, se intensificaron para sus oídos; todo parecía una tortura y, tras escuchar su nombre, cayó al suelo. Desmayada.

Fue cuestión de minutos, tan solo eso para que Hinata despertara. Miro que se encontraba arropada con una sabana blanca y recostada sobre una cama algo tosca e incómoda. La enfermería. Alguien tomaba su mano con fuerza, así que la observo. Tenten tenía su mano unida a la de ella mientras mantenía una conversación con Kiba.

—Tenten —murmuro—, Kib-

—¡Hinata! —gritaron su nombre en el pasillo—, ¡Hinata!

Cuando se escucho por segunda vez, la puerta del cuarto fue abierta bruscamente, estrellándose contra la pared, por culpa de un particular rubio.

—¡Oye Naruto, ¿qué te sucede!? —regañó el Inuzuka, pero hizo caso omiso.

—Hinata —volvió a pronunciar acercándose a la cama donde ella se encontraba ya despierta—, ¿Cómo te sientes?

El Uzumaki se arrodillo a su lado y acaricio su largo cabello. Aun tenía su uniforme y, por su agitada respiración, se notaba que había corrido.

—Y-ya estoy m-mejor —se encontraba nerviosa—, seguro ya puedo seguir practicando.

Una mujer de cortos cabellos castaños y vestida de blanco, entro a la habitación directo hacia su "paciente". Posicionó su mano derecha en la frente de Hinata y la izquierda en la suya.

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