CAPITULO DIEZ

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Lunes

Por la noche

Ashley tenia problemas para abrir los ojos. Sabia que estaba consciente pero todo lo
sentía pesado y confuso. Le recordaba cuando tenía once y se rompió un ligamento de su
tobillo mientras surfeaba; tuvo que pasar por cirugía y la anestesiaron. Cuando despertó,
tuvo la misma sensación, como si volviera, no de un sueño, sino de la muerte.

Por cuánto tiempo había estado acostada allí?

Su cabeza le dolía de verdad. No habia una fuente de dolor en particular. Latía
violentamente por todas partes, tanto, que le hizo temer que el solo acto de moverse lo
empeoraria.

A pesar de su temor por el dolor que podia causarle, Ashley decidió que era hora de
abrir los ojos.

Negro cerrado. No podía ver nada.

Ahí fue cuando el miedo comenzó a apoderarse de ella. Esto no era un hospital.

Dónde estoy?

lmaginó que era lo que podía sentir después que alguien echa una droga en la bebida de
uno. Eso disparó otra racha de miedo.

Cómo llegué a este lugar? ¿Por qué no puedo recordar nada?

Intentó controlar el terror que estaba empezando a atenazarla. Se recordó a si misma
cuando una ola realmente enorme la derribó de su tabla de surf y la empujó al lecho del
océano. Enloquecer no le valía de nada. Ella no podía resistirse a una ola. Ella tenía que
guardar la calma y esperar. Tenía que sentir el miedo y dejarlo rodar hasta que ella pudiera
hacer algo, una vez la ola pasara.

Se forzó a si misma a hacer lo mismo. No podía ver ni podía recordar, pero eso no
significaba que ella estuviera indefensa. Decidió tratar de sentarse.

Se apoyó en sus codos hasta sentarse derecha, ignorando el taladro en su cabeza. Luego
que remitiera ligeramente, se revisó en la oscuridad. Todavía vestía su top y su falda. No
había perdido su sostén y sus pantis, pero si sus zapatos. Estaba sobre un delgado colchón,
con sus pies descalzos rozando un áspero piso de madera. Aparte del malestar general y el
dolor de cabeza, no creía tener alguna lesión.

Su oido derecho se sentía raro. Lo tocó y se dio cuenta que le faltaba un pendiente, y
que su lóbulo palpitaba. El pendiente izquierdo seguía en su sitio.

Extendió el brazo para tener una idea de lo que le rodeaba. El piso definitivamente era
de madera pero había algo extraño en él que no podia definir. Continuó tanteando hasta
que sus dedos tropezaron con una pared en la cabecera del colchón. Para su sorpresa, era
metal. Le dio un golpe con sus nudillos. Aunque era gruesa, el ruido provocó un eco.

Usó la pared para apoyarse mientras se incorporaba y la recorría con sus dedos, dando
pequeños y cautelosos pasos. Al cabo de un instante se volvió claro que la pared era curva.
Recorrió el círculo hasta que sus pies toparon de nuevo con el colchón. Estaba en una
especie de habitación cilíndrica. Era dificil calcular el tamaño pero estimó que era tan
grande como un garaje para dos autos.

Se volvió a sentar en el colchón y la sorprendió el sonido que hizo. Golpeó con la planta
del pie el piso de madera y entendió porqué le había parecido extraño un poco antes: se
sentía vacío por debajo, como si estuviera sobre la tarima de un patio.

Ashley se sentó en silencio por un minuto, tratando de hacer memoria, cualquier
memoria, pero terminaba con el mismo dolor de cabeza. Podía sentir que el miedo
comenzaba a apoderarse de ella de nuevo.

Qué lugar es este? ¿Cómo llegué aquí? ¿Por qué no puedo recordar nada?

-il-lola!

El eco regresó al instante, dándole la noción de una estructura cerrada con techo alto.
Nadie respondió.

-¿l-lay alguien allí?

No hubo sonido.

Pensó entonces en sus padres. ¿Estaban buscándola? ¿Se había ido hacía tanto tiempo
como para que ellos se preocuparan? ¿Notaría incluso su padre que ella se había ido?

Las lágrimas asomaron a sus ojos. Molesta se las limpió con el dorso de la mano. El
Senador Stafford Penn no le gustaban los llorones.

-iMamá! -gritó, escuchando el pánico elevarse por encima de su voz- ¡Mamá,
ayúdame!
Su garganta se sentía como papel de lija. ¿Desde cuándo no había bebido nada? ¿Por
cuánto tiempo había estado allí?

Se arrastró por el suelo, tocando cualquier cosa que no fuera el colchón. Para su
sorpresa, su mano tropezó con un contenedor de plástico en el centro de la habitación.
Tocó la parte de arriba y sintió que por dentro era redondeado. Había varias botellas de
plástico, varios envases, y… ¿una linterna?

Sí!

Ashley la encendió y el recinto cobró vida. Casi de inmediato se dio cuenta que no
estaba en una habitación. Ella estaba en una suerte de silo, arriba, cerca del tope, donde el
techo se estrechaba hasta terminar en punta, tres metros por encima de su cabeza. En el
contenedor de plástico habia botellas de agua, algo de sopa, mantequilla de mani, cecina,
papel higiénico, y una hogaza de pan. Cerca del contenedor había un cubo de plástico.
Podía adivinar para qué era.

lluminó con la linterna las paredes, esperando contra toda esperanza que pudiera haber
una puerta. Nada. Lo que llamó su atención, sin embargo, fueron los escritos de las paredes.

Se movió al más cercano, escrito con un marcador blanco

Soy Brenda Walker. Mori aqui en Julio 2016. Diganle a mi madre y a m padre y a mi
hermana Hanna que siempre los amaré.

Seguía un número telefónico. Tenía un código de área 818 -el Valle de San Fernando.

Jesus!

Ashley movió la luz a lo largo de las paredes. Habia otros mensajes con otros estilos de
escritura. Algunos eran cortos e iban al grano, como el de Brenda. Otros eran largos y
erráticos, escritos al parecer a lo largo de varios dias. Había al menos una docena de
nombres distintos, y sus mensajes literalmente cubrían las paredes.

Ashley sintió que empezaba a hiperventilar. Sus rodillas se tambalearon y cayó al piso,
agarréndose de los bordes del contenedor para sostenerse. La linterna cayó sobre la hogaza
de pan. Cerró bien los ojos y respiró lentamentamente, aspirando y espirando, tratando de
sacar de su cabeza los mensajes escritos en la pared.

Al cabo de un minuto, abrió sus ojos de nuevo y echó un vistazo al contenedor. La
linterna había rodado por el pan y estaba ahora en el fondo, junto a la mantequilla de mani.

Muy bien que me caerá, considerando que soy alérgica a esta cosa.

Sacó la linterna y le dio un golpecito al envase de mantequilla de maní. Al revolver el
contenedor, vio algo en el fondo que habia pasado por alto. Se inclinó, para verlo más de
cerca. Era un grueso marcador negro.

Fue entonces cuando Ashley comenzó a gritar.

UN RASTRO DE MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora