CAPITULO VEINTISIETE

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CAPÍTULO VEINTISIETE

Martes

Terminando la mañana

Lo primero que Ashley sintió fue dolor. Era tan intenso que al principio no
pudo identificar de dónde provenía. Parte de ella estaba demasiado asustada
para abrir los ojos y revisar. Sabía que estaba boca arriba al menos. Pero aparte
de eso todo lo demás era confuso. No tenía idea de por cuánto tiempo había
estado inconsciente..

Aspiró largamente y se obligó a abrir los ojos. La primera cosa que notó fue
que había aterrizado en todo el medio del área acolchada que ella había hecho
usando el colchón. La segunda cosa que notó fue que su cabeza aullaba de dolor.
Su cuerpo pudo haber tocado tierra de primero, pero también lo habría hecho la
parte trasera de su cabeza. Había sangre por todas partes.

Prestó atención al dolor de su mano izquierda y vio que la muñeca estaba
doblada de una forma extraña. A todas luces estaba rota. Su pierna izquierda
también palpitaba. Ladeó su cabeza para verla mejor. Algo definitivamente
estaba mal en su espinilla. Toda la parte inferior de su pierna estaba hinchada
del tamaño de un balón de fútbol. Cambió de posición y sin querer gritó de
dolor. Su rabadilla se sentía como si se hubiera fracturado por la mitad. Quizás
había aterrizado en ese punto.

Ashley se obligó a arrastrarse hacia la puerta del silo. Cada movimiento se
traducía en puñaladas de dolor por todo su cuerpo. A través de sus ojos anegados
en lágrimas, vio en un rincón lo que parecía una mesa de reconocimiento
médico. Había correas a los lados y un artificio para inmovilizar la cabeza.
Decidió no pensar para qué podía ser usado.

Había un pequeño escritorio y una silla junto a la puerta, la cual usó para
incorporarse. Se sentó animosa en el borde del escritorio mientras recuperaba
su aliento. Hacía un calor brutal en la base del silo, y su cuerpo casi desnudo
estaba resbaloso de mantequilla de maní, sudor y sangre. Se dio cuenta que las
ropas que había lanzado por el embudo estaban todavía entre el montón
acolchado pero no había manera de que ella regresara para recogerlas.

Estiró el brazo hasta el picaporte de la puerta y un pensamiento terrible
cruzó por su mente.

¿Y si después de todo lo que he pasado la puerta está cerrada por fuera?

Comenzó a reír, consciente de que estaba ligeramente histérica, pero no
podía parar. Al final se calmó, agarró el picaporte, y empujó.

La puerta se abrió. La luz del sol entró, cegándola temporalmente. Cuando se
hubo acostumbrado, se tomó un momento para examinar el área. Afuera, todo
se veía normal y en silencio. Un pájaro volaba mientras la gentil brisa alborotaba
su cabello. A unos cien metros se levantaba una vieja casa rural. Detrás había un
ruinoso granero. Ambos estaban rodeados por campos estériles que no habían
sido sembrados en años.

Tomó la silla y se encaminó en dirección opuesta, por un viejo sendero de
tierra cubierto de hojas y maleza. Usaba la silla como una especie de muleta,
cojeando de su pierna izquierda, mientras se las arreglaba con la diestra y el
antebrazo izquierdo. Ponía la silla para sentarse cada vez que necesitaba
descansar.

Siguió el camino hasta la cima de la suave colina. Cuando llegó allí, lo que vio
la hizo querer gritar de alegría. Había una carretera pavimentada a doscientos
metá'os de distancia. Era un largo camino, pero si lo lograba, podría pedir
ayu a..

De pronto, oyó el inequívoco sonido de un auto. Saliendo de una curva venía
un convertible plateado. Dos mujeres jóvenes, probablemente unos pocos años
mayores que ella, iban sentadas al frente.

Sin pensarlo, las llamó.

—¡Hey! ¡Por aquí! ¡Ayudenme! ¡Por favor!

Agitó su brazo bueno con desesperación. Aunque estaban demasiado lejos
para oírla, cuando el auto pasó pudo escuchar una música a todo volumen. Ni
siquiera llegaron a mirar hacia donde ella estaba.

El silencio retornó a la granja. Escuchó entonces un fuerte golpe, como el de
una puerta con tela metálica al ser cerrada. Miró en dirección a la casa de la granja. Un hombre estaba parado delante de ella. Usaba su mano a modo de
visera, mientras oteaba el horizonte.

Ashley, dándose cuenta que estaba en la cima de una colina, de inmediato se
echó al suelo y se pegó lo más posible de él. Agarró una pata de la silla, tratando
de acercarla hasta ella, pero requería un gran esfuerzo y le tomó unos buenos
diez segundos hacerla caer..

Aguardó, jadeando en silencio, contra toda esperanza.

Entonces, en la distancia, escuchó que la puerta de un vehículo se cerraba y
un motor era encendido. Las revoluciones aumentaban a medida que el vehículo
aumentaba su velocidad. Se acercaba. Ella rodó por la falda opuesta de la colina
lo mejor que pudo, ignorando el dolor, tratando de alejarse lo más posible del
camino de tierra.

El vehículo se detuvo. No pasó nada, y entonces una puerta se abrió y luego
fue cerrada. Escuchó pisadas que se acercaban. Una figura apareció en la cima de
la colina, pero el sol la cegaba y no pudo verle. Se adelantó hasta ella,
bloqueando los rayos..

—¿Q_ué tal estás allá abajo? —dijo amablemente.

Los recuerdos que tenía bloqueados se derramaron por el cerebro de Ashley
con mayor rapidez de la que ella podía procesar. Reconoció al hombre. Era el
tipo que había visto hacía dos noches en un pequeño almacén cercano a la
escuela. Recordó que había flirteado con ella, y que ella se había sentido
halagada porque él era lindo y de poco más de treinta. Su nombre era Alan. Ella
incluso le hubiera dado su número si no fuera por Walker. Y él era el mismo
sujeto que había estacionado cerca de ella en una van negra después de clases,
ayer por la tarde. Solo tuvo un segundo para reconocerlo antes de que todo se
vlqlviera oscuro. Esa era la última cosa que recordaba antes de despertar en el
s o.

Y ahora, ahí estaba parado junto ella, el hombre que la había secuestrado,
saludándola con calidez, como si nada le importara en el mundo.

—No te ves tan bien —dijo él al aproximarse—. Estás toda ensangrentada. Tu
muñeca y tu pierna se ven bastante mal. Y por Dios, estás medio desnuda.
Tenemos que regresarte adentro y echarte un vistazo. Luego podremos
continuar los experimentos.

Al acercarse, aunque ella sabía que nadie podía escucharla, Ashley comenzó a
gritar.

UN RASTRO DE MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora