CAPITULO SIETE

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Lunes

Por la noche

Mientras deambulaban a través del tráfico de la última hora punta, Ray
repasó la información que Patterson le habia dado sobre Johnnie Cotton. Había
sido capturado en una operación encubierta contra la pornografia infantil seis
años atrás, cuando tenia veinticuatro, y terminó pasando dos años en Lompoc.
Ahora fuera, permanecería en el registro de ofensas sexuales por el resto de su
vida. Eso podria explicar porque vivía en una sección industrial del pueblo,
donde era mucho menos probable que violara la norma de permanecer a más de
treinta metros de escuelas y campos de juegos

Pero a pesar de los problemas que entrañaba esta ofensa, no era eso lo que les
había llevado a este lugar ahora. Más bien, era su van y la añrmación de Denton
de que él era su proveedor. Esas dos cosas juntas eran suñcientes para que
Hillman consiguiera una orden para su fuerza de ataque. Pero el Teniente Cole
Hillman era un hombre cauto. Ambos, Keri y Ray conñaban en que, al igual que
el grito oído en casa de Denton, estos detalles acerca de Cotton conformasen las
circunstancias justificadas que no requerían una orden. Ninguno de ellos
necesitaba decirlo en voz alta: iban a entrar.

Cotton vivía junto a Baldwin Hills, una acomodada urbanización,
predominantemente afroamericana, en el corazón de Los Angeles Oeste. La
mayoría de los hogares, se ubicaba en suaves colinas que se elevaban lo suñciente
como para dar vistas panorámicas de la ciudad en los días en que no había
mucho smog. El lugar estaba justo al sur, en una casi desolada franja de tierra,
ocupada por campos petroleros y los balancines que bombeaban sin descanso
para chupar el subsuelo.

Su propiedad de dos acres estaba justo después de la Calle Stocker, en un
tramo del Camino de Santa Fe, lleno de ventas de material de canteras, talleres,
deshuesaderos y los precarios hogares de los dueños de tales negocios.

Keri y Ray llegaron al sitio de Cotton antes de que se ocultara el sol. Habían
apagado la sirena cuando entraron en el cercano Boulevard La Ciénaga. Ray
apagó los faros también. Estacionaron en la calle, a varias decenas de metros
después del lugar de Cotton, junto a la propiedad adyacente. Era una especie de
cementerio para excavadoras, palas mecánicas, camiones de dieciocho ruedas,
que arrojaban inquietantes siluetas negras contra un cielo que oscurecía con
rapidez.

No había iluminación pública en el área, lo que acentuaba las sombras. Unos
pocos ediñcios tenían pequeñas luces encima de las puertas de entrada, pero
estando tan lejos del camino no eran de mucha ayuda para Keri y Ray

Revisaron el plan antes de avanzar.

-Tenemos alrededor de veinticinco minutos a lo más, antes de que la fuerza
de ataque llegue -observó Ray-. Mantengamos el foco en encontrar a Ashley y
ponerla a salvo. Dejaremos que los profesionales se encarguen de la toma si es
posible. ¿Te parece bien?

Keri asintió.

La puerta secundaria del cementerio de vehículos paralelo al lugar de Cotton
estaba abierta, así que entraron con todo el sigilo del que eran capaz.

Apuesto a que el dueño de este lugar no le preocupa demasiado que alguien
hurte sus cosas sin ser notado.

Las propiedades estaban separadas solo por una cerca de alambre de metro y
medio de altura. Con cuidado caminaron cerca de cien metros, hasta que
ñnalmente vieron una estructura en la propiedad de Cotton. Era una casa de
una sola planta con luces interiores amarillas que se dejaban ver a través de las
cortinas echadas.

Hacia atrás, en lo profundo de la oscuridad, podían ver ahora otras
estructuras, la mayor de las cuales se veía como un ediñcio metálico de dos
plantas -posiblemente un taller de soldadura por su apariencia- junto a otros,
más pequeños con aspecto de depósitos. Ninguno de ellos tenía iluminación
interior o exterior.

UN RASTRO DE MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora