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"Inicios con gracia"

Jimin tenía unas piernas preciosas, y bailaba increíblemente bien. Uno podía sentarse por horas y verlo moverse, es más, no tenía que bailar. El caminaba con gracia, siempre seguro de lo que hacía. Siempre tan bonito.

Todos los días a las siete con treinta Yoongi tenía una cita. Para ver a Jimin, claro está. El solía moverse hasta la ventana del estudio de baile junto a su departamento y ver al adorable chico bailar hasta el cansancio. Y el se sentía mareado, o mejor dicho hipnotizado. Algunos días Jimin y un chico alto se paraban junto a su ventana y hablaban mientras miraban a su departamento, esto siempre causaba la reacción más lógica en Yoongi. Despúes de todo, era un hombre muy valiente y maduro. Así que tomaba su silla y rodaba hasta la cocina para poder verlos desde la otra ventana sin ser descubierto.

En los peores dias, cuando su pierna dolía demasiado, el vería a Jimin estirarse. No calmaba el dolor, pero por lo menos lo hacía sentirse menos solo, descubrió esto cuando acababa de mudarse solo a ese apartamento y por casualidad vió a Jimin hacer un split y luego mirar directamente a su edificio, su ventana, y sonreír. Ese día pasaron dos cosas: Yoongi supo que iba a pasar mucho tiempo frente a su ventana, y que debía darse una ducha con agua fría.

La primera vez que habló con él lo estaban subiendo a su silla. Como casi siempre, intentó sentarse solo y se resbaló, lo que provocó que su acompañante pidiera ayuda a un bonito rubio de piernas largas. Y se avergonzó, y quiso esconderse entre el suéter rasposo de su hermano. Pero no lo hizo, porque Jimin puso su mano en su muy sonrojada mejilla, lo miró sin la más pequeña pizca de lástima y le dijo: "Buenos días, señor con una silla genial. Mi nombre es Park Jimin"

                                                                           ☾☾☾

Eran las siete y cuarenta de la noche, esos eran diez minutos más tarde de lo usual, y Jimin no estaba ahí. Debido a la cantidad de veces que lo había visto bailar, estaba completamente consciente de que Jimin nunca llegaba tarde. Siempre estaba ahí a las siete con veintícinco, y el iba realmente a ponerse a sacar conclusiones. Pero su puerta emitió un sonido lo suficientemente fuerte como para hacerlo tirar su café. El corazón de Yoongi nunca había latido tan rápido como cuando escuchó la armoniosa voz del rubio de piernas largas que respondía al nombre de Jimin decir:

—¿Señor de la silla? ¿podría por favor abrirme?

Yoongi corrió.

O bueno, no realmente. Más bien rodó lleno de café a la puerta.

Y al abrir, vió al niño bailarín del otro edificio. Jimin era etéreo. Usaba un suéter a rayas y por lo que podía ver desde ahí, un adorable rubor que reflejaba una vergüenza innegable. Sus manos estaban abrazando su pecho y temblaba. Pero miró directamente a sus ojos, y más sonrojado aún, preguntó:

—¿Va a dejarme pasar o debería tomarme esto como un vete?

Yoongi se dio cuenta de que tenía más de cinco minutos mirando a la pobre criatura con cara de imbécil y las manos en la cerradura de la puerta.

—Y-yo... ¡claro que puedes pasar! perdóname, lo siento, me disculpo, no me di cuenta lo lamen...

—No hace falta que te disculpes tanto, en todo caso es mi error, yo vine a tu puerta sin antes hablar contigo. Soy un tonto, debería irme.

Aún cuando las habilidades de socializar del chico sentado en una silla de ruedas eran prácticamente nulas, se movió de la puerta y pronunció un tembloroso:

—¿Te gusta el chocolate caliente, Jimin?"

                                                                         ☾☾☾

Desde la inesperada visita de Jimin al presente había descubierto dos cosas. Él era realmente más bello de cerca, y el era un total y completo imbécil. Resulta qué, a fin de cuentas, su "excelentemente" calculado plan de ver al rubio bailar sin ser visto nunca fue efectivo.

¿De qué hablaban Jimin y su amigo alto con cara de caballo cuando se acercaban? no de la planta en su ventana o del color de su departamento, no. Hablaban sobre el chico inválido que solía mirarlos bailar. Nuevamente, Yoongi se avergonzó. No de ser visto, no de estar frente a su amor platónico, no. Se avergonzó de no poder moverse de una silla y estar obsesionado con un pequeño bailarín. ¿Qué mierda iba a hacer con el? ¿iba a sentarlo en su silla y a dar vueltas como en las películas? No podría hacer eso, sus brazos eran débiles y además, ¡esas sillas eran estúpidamente caras!

Él iba realmente a planear un desmayo cuando su acompañante se levantó de su puesto, puso sus manos detrás de el y lo movió.

Lo movió sin su permiso pero no le molestó porque en este punto el chico podría perfectamente orinarse en su mantel de flores y no le molestaría. Jimin lo sacó de su departamento, cerró la puerta y lo miró a los ojos. Estrujó su cara con ambas manos, despeinó su rubio cabello y simplemente murmuró un:
—Señor que me mira por la ventana, ¿querría verme bailar en el estudio?

Piernas ➳ y.m | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora