"Mariposas en el estómago"
La gente se acostumbra a los cambios muy rápido. Uno puede fácilmente sustituír el sentarse a mirar por una ventana sucia de edificio a salir con un lindo bailarín y comer helado de fresa. O el bailar toda la tarde en un estudio por empujar una silla e inventar historias sobre la gente que camina cerca de ti.
Es por esto que, tres meses y mucha charla después, Jimin pasaba cada día por el departamento de Yoongi.
En un princípio sus conversaciones eran incómodas, sus acciones torpes y todo lo demás era igual o peor. Pero, Jimin siempre estaba ahí cuando sus clases terminaban no importaba si había tirado un jarrón o hecho bromas sobre estar sentado mucho tiempo el día anterior.
Pese a que Jimin estuviera totalmente a favor de enamorarse perdidamente de un pelinegro de piel pálida, había un problema.
Un problema de cinco letras y dos ruedas.
No para Jimin, no. A él poco le importaba la silla o la razón por la que Yoongi debía usarla. Pero mientras más cerca estaban, mientras más feliz se sentía junto a él, más crecía la barrera que creaba la maldita cosa. Y de hecho, no era la silla. Era su propietario. Porque Yoongi no tenía la confianza de hablar con él sobre eso. En vista del gran problema que causaba el "impedimento" que Suga juraba tener para explicarle, a Jimin se le ocurrió poner en práctica lo mejor que sabía hacer.
Insistir.
Las cosas desde el punto de vista de Yoongi no eran mejores, eran peores en muchos sentidos. Porque el estaba completamente rendido ante Jimin, y el susodicho tenía la costumbre de hacer que con cada día que pasara estuviera aún más atraido a él.
Le llevaba el café más delicioso aún cuando era tarde y debía estar cansado, hablaba sobre sus deseos a futuro y sobre todo lo bueno que hacía, el bailaba. No importaba si sus pies dolían por haber bailado mucho antes de llegar o si no tenía ganas. Jimin siempre bailaba para Yoongi.
La primera vez que discutieron hizo llorar al rubio. Le gritó y aún cuando fue él quién hizo llorar a Jimin, esa noche el también lloró. Tanto que al día siguiente sus ojos estaban hinchados y no tenía ánimos ni para arrastrar la maldita cosa con la que debía moverse.
—¿Vas a decirme algún dia por qué usas la silla?—preguntó Jimin inocentemente mientras pasaba sus dedos por una de las ruedas de la misma.
—No lo creo—se burló, sacando la lengua e ignorando al pequeño curioso.
—¡¿Qué?!—preguntó otra vez, ahora indignado—¡Eso es muy injusto, no puedes hacer eso!—continuó quejándose—¡Dime, dime, dime!—vociferó, dándole golpecitos a los lados de la silla con las palmas de sus manos.
Y quizá fueron los nervios, o tal vez la desesperación que le provocó todo el cuestionario a Yoongi, pero él empujó las manos de Jimin y simplemente le gritó un: "Eres un malcriado, no voy a decirte nada, no tengo por qué, ¡lárgate de mi departamento!"
Con eso bastó para que el pobre chico pasara tres días sin ir a ver al amargado tipo que solía verlo bailar por la ventana. También bastó para que el amargado en cuestión no pudiera dormir y terminara maldiciéndose todo el tiempo por haberle gritado a la única fuente de alegría que había tenido en años. Cuando comenzó a preguntarse si algun día volvería a ver a su mochi, cómo lo había apodado un día mientras jugaban con plastilina, del pasillo vino la ya tan conocida voz del rubio antes nombrado.
—¡Yoongi! ¡Suga! ¡Lisiado estúpido!—gritó, rodando la las últimas letras de cada palabra que había dicho—Tienes que abrir, yo te quiero aunque seas amargado y por eso te traje café.
Con el simple hecho de que estaba fuera de su departamento Yoongi debía sentirse realmente feliz. Pero no era así, no estaba feliz, no estaba emocionado, estaba furioso. ¿Por qué? fácil. Era más de la media noche y por lo que podía escuchar, Jimin estaba solo y muy ebrio. Así que se levantó y con todo el cuidado que pudo,se sentó en su silla y avanzó hasta la puerta para abrir.
Los ojos de su Mochi siempre le habían parecido lindos, con un brillo especial. Pero esta vez no eran sus ojos, era la mirada que le estaba dando. Era cómo si... bueno, lo miraba como si quisiera comérselo o matarlo, o las dos. Estaba sudado y tenía una botella de salsa de soya que terminó ofreciéndole a Suga más temprano que tarde.
—Te traje café, amorcito—anunció luego de un rato, tambaleándose y sonriendo, logrando verse ante los ojos de Yoongi como lo más adorable que había visto. Junto a eso logró que éste se sonrojara hasta las orejas por como lo había llamado.
Cerró la puerta, entró y llamó a pasar al ebrio chico en su puerta.
—¿Por qué tomaste, Park Jimin?—preguntó en un murmullo mientras lo miraba tambalearse al sofá.
—¿Cómo que por qué? no seas bobo, Suga—respondió moviendo sus manos como si estuviera reprochando algo—Me gritaste—declaró, comenzando a lagrimear—Me gritaste y me llamaste malcriado. Tú, maldito acosador precioso con complejo de señor—sollozó.
A este punto el recién insultado Yoongi estaba hiperventilando, sudando y probablemente muriendo también. No sabía como respirar adecuadamente o que debía decirle para que dejara de llorar, así que se limitó a mirarlo con pesar por unos minutos. Cuándo el silencio se volvió extrañamente cómodo, se acercó al sofá, cerró los ojos y comenzó a hablar.
—Me fracturé la pierna en cuatro partes diferentes intentando esquiar en un terreno completamente nuevo para en el en ese entonces grupo al que pertenecía, Jimin—explicó—Realmente me gustaba mucho esquiar, ¿sabes? y era realmente bueno así que decidí intentar hacerlo solo—continuó, aún con los ojos cerrados.—Si no te lo había dicho es porque realmente me averguenzo de lo que me pasó, porque si ahora no puedo caminar es por haber sido un estúpido e inmaduro imb...—iba a continuar, pero la voz o más bien sollozos de Jimin no se lo permitieron.
Comenzó a procesar todo lo ocurrido hasta el momento cuándo sintió calidez contra su pecho. No supo en qué momento había comenzado a llorar pero si unas manos suaves limpiando sus lágrimas, entonces se dio cuenta de que Jimin se había sentado en sus piernas y lo miraba con los ojos hinchados sonríendole de manera extraña debído a las lágrimas. Intentó pedirle amablemente que se bajara porque por más que quisiera tenerlo sobre él todo el día, el pequeño estaba borracho. Sin embargo, se enteró de que no hubiera podido hacerlo ni aunque así lo quisiera cuando momentos despúes recibió la sorpresa de la noche.
Jimin lo tomó del pelo y lo besó.
Park Jimin lo estaba besando y contrario a lo que hubiese pensado, no se sintió inútil o como una carga. Aún cuando las hermosas y fuertes piernas del bailarín estaban tan cerca de las débiles e incapaces suyas en lugar de sentírse inseguro, se sintió querido. Porque sin importarle el hecho de que Yoongi nunca podría levantarse de esa silla, bailar con él o cargarlo en sus brazos como el bebé que era, Jimin estaba besándolo con tanto cariño que sintió que iba a desmayarse. Por un momento se olvidó de la silla y se concentró en la suerte que tenía de estar con el.
Así que Yoongi puso sus manos en la espalda del borrachito que tenía por enamorado.
Y lo besó una vez más.
Luego otras dos veces más.
En el camino perdió la cuenta, y se perdió el.
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Piernas ➳ y.m |
Hayran KurguJimin es vigilado por el chico que vive frente a su estudio de baile y está perdidamente enamorado de el. Yoongi es un amargado inválido obsesionado con un rubio bailarín de preciosas piernas y enorme sonrisa.