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"El inicio de los problemas"

En toda una vida se puede ser testigo de millones de lágrimas distintas. Puedes ver a tu madre llorar al picar una cebolla, a tu mejor amigo del colegio por un helado o a los desconocidos en un funeral. El ver a alguien llorar, incluso si no conoces a ese alguien, suele ser algo muy triste. Pero, el ver llorar a alguien que amas es algo más que triste. Es frustrante, doloroso, agobiante a niveles insoportables.

Jimin se sentía como si su cabeza fuera a estallar sentado frente a la puerta de la habitación de Yoongi.

Sus pequeñas manos temblaban, su pelo se movía frente a su rostro y su corazón se rompía mientras escuchaba atentamente lo que sucedía detrás de la puerta. Ya no sabía de que otra manera rogar, de que forma pedir lo que quería sin lastimar aún más al pelinegro que lloraba desconsolado y gritaba aterrado.

Yoongi había aceptado la cirugía.

Iban a, finalmente, quitarle la pierna herida.

El antes alegre rubio siempre pensó que la operación sería la felicidad de Min Yoongi, que iba a dejar de dolerle tanto. Y, quién sabe, hasta podría usar una prótesis.

Grave error.

☾☾☾

Habían ido con Seokjin a la cita con el doctor y justo como lo pensaron, fue terrible. Todo el camino mantuvo la cabeza abajo y las manos entrelazadas. Escuchó con mucha atención todo lo que le dijo el amable señor, con una expresión neutra. Su rostro solo cambió cuando le mostraron una posible prótesis. El no frunció el ceño, no se enojó, no dijo una sola palabra. Se limitó a sonreír. Pero esa no era la sonrisa adorable que le regalaba a Jimin cuando hacia bromas estúpidas, tampoco era la que adornaba sus mejillas cuando se ponía travieso. Era una vacía, tétrica. Tanto Jimin como Jin supieron que algo iba realmente mal en el segundo en el que el doctor terminó de hablar y con la misma sonrisa falsa el pelinegro posó sus delgadas manos sobre su silla y rodó pesadamente a la salida. En todo el camino a casa solo hubo silencio y la misma sonrisa que los ponía más que intranquilos. Al llegar Jin se despidió frente al edificio viéndose más que preocupado.

—Escucha cariño, creo que sabes lo que está pasando, así que te diré algo que es más que evidente y no volveré a repetírtelo. Ese chico con manos huesudas y ojos tristes te adora. Lo hace, Jimin—Se explicó con sinceridad. Lucía como si estuviera tratando muy fuerte de no llorar frente a su hermano menor.—Por favor cuidalo. Te pido que lo trates bien, que lo entiendas y sobre todo que tengas la paciencia necesaria para soportar lo que va a venir con este proceso.

Y con eso dicho, subió a su auto y se marchó ante la mirada de un muy callado chico de ojos café.

Al entrar en su vivienda y voltear para cerrar la puerta escuchó el sonido que provocan las ruedas de una silla cuando va muy rápido y una especie de lamento muy bajito. Primero lo llamó muy despacio, asustado de que las cosas se salieran de control.

—Yoongi.

No respondió.

—Cariño, por favor.

Tampoco recibió respuesta alguna.

—Por favor dejame ayudarte. Por favor, Yoongi.

El sonido se acercaba a el y al voltear en su dirección se encontró con un Yoongi de sonrisa hecha trizas y ojos llenos de lágrimas. Su suéter favorito, el azul marino de lana, se veía como si lo hubiese apretado por mucho tiempo. Sus ojos ahora eran opacos, como si todo rastro de vida los hubiera dejado en el segundo en el que supo que esto iba en serio. Que iba realmente a perder su pierna.

Piernas ➳ y.m | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora