"Entre brillo y té verde"
En esa noche nublada y ajetreada, todos habían ganado. Ganaron Seokjin y Namjoon, yéndose a casa temprano después de un día tan largo. Ganó Jimin, llevando un cheque y un enorme trofeo a su departamento. En el final de los acontecimientos, nadie se sentía especialmente alegre. Todos compartían el mismo sentimiento de sorpresa.
Mientras la pareja dispareja iba delante, Seokjin conduciendo y Namjoon de copiloto, detrás los más jóvenes se miraban entre susurros complices. Todavía con el rubor en las mejillas y la ropa desacomodada. En efecto, todavía negándose a hablar entre ellos.
—No hay por qué avergonzarse. Pueden estar tranquilos—Seokjin sugirió mientras movía la mano en señal de continuidad.
—Si, no es como si no supieramos que estaban comiéndose ahí dentro. Mejor dicho, no es como si no lo supieran todos los bailarines, presentadores, acompañantes...—El golpe que recibió por su novio no le permitió continuar, debido a que la risa del mismo le provocó una larga carcajada.
—¡Nam, sé más discreto!—Jin le pidió, fingiendo que no se burlaba pero cubriéndose la boca con la mano.
—Dile eso al señor Christian Grey allá detrás.
Con la risa de Namjoon, Seokjin, Jimin y el propio Yoongi, llegaron finalmente a su edificio, donde además afuera los esperaban Hoseok y Tae con globos muy llamativos como regalo.
—¡Felicidades por tu victoria! No le hagas caso a la parte del globo donde dice "Es una niña", lo importante es celebrar—se adelantó Hoseok con su habitual sonrisa.
—Y además se nos hizo tarde y era entre estos o los de feliz año nuevo—terminó por decir Taehyung, disculpándose por la torpeza mientras caminaban, claramente comunicándose por señas con Seokjin y Namjoon, que planeaban irse y dejar a cierta pareja sola.
Y así lo hicieron, abandonando los globos junto al departamento de Yoongi, gritando un "buena suerte" desde la distancia.
Tanto tiempo sin caminar por el pasillo lleno de estantes con libros y cruzar esa puerta desgastada habían provocado una sensación de nostalgia que era notoria en la expresión de Jimin. Mirando el sofá como si nunca hubiese estado ahí, sentándose con incomodidad. Admirando como Yoongi se levantaba de su silla casi con enojo.
—¿Cuándo lo hiciste?
Al no recibir respuesta alguna, movió la cabeza en dirección a Yoongi, quién buscaba alcanzar con la mano las muletas junto a la pared. El pareció entender, haciendo una mueca cómo reflejo.
—Poco después de que...—pausó, deteniendo sus movimientos—Te fueras.
—No me lo dijiste—afirmó, sin reproche en su voz. Casi agradeciéndole por entender que necesitaba espacio, y que información de esa clase solo iba a abrumarlo, por muy buena que fuera.
—No necesitabas saberlo—sonrió con los ojos apagados, siendo más una mueca que una expresión de felicidad—Por lo menos, no todavía.
Jimin asintió, girando la cabeza hacia la ventana frente al sofá. Escuchando en silencio el sonido de las muletas chocando con el piso y los quejidos por el esfuerzo que emitía el pelinegro de ojos tristes. Sentía lágrimas en la barbilla, pero se rehusaba a siquiera tocarse el rostro. Porque a decir verdad, no sabía con exactitud por qué estaba llorando. Había ganado, tenía lo que había querido siempre. Suponía que se debía a que ese tipo de logros se comparten, y de no haber sido porque Yoongi fue, tras un agotador día de terapia a verlo, no estaría en su departamento.
Con honestidad, Jimin lloraba porque sentía vergüenza de si mismo.
Durante mucho tiempo se habían convencido de que debía seguir el ejemplo de su madre, guardar los recuerdos que le quedaban y atesorarlos tanto cómo le fuera posible. Ahora, con la victoria ganada y los pies débiles por el agotamiento, Jimin lloraba su soledad. Con las manos sobre las piernas y su amante junto a el, se dio cuenta de que el vacío que había intentado llenar con trabajo duro y un sucio estudio seguía así, vacío.
—Yoongi.
—¿Si, Jimin?
Los dos miraban al frente. Aún cuando el de pálida piel escuchaba los suaves sollozos del bailarín a su lado. Sin importar que sintiera ganas tremendas de tomar su mano.
—La otra noche pensé en ti—carraspeó, con las manos en el cuello—y la noche anterior, y la anterior a esa. Pensaba en si te estaba yendo bien, o te hacía más daño el que me mantuviera lejos y te ignorara. En algún punto hasta pensé que ya no me necesitabas. Lo lamento—terminó, mirando sus manos sobre sus muslos y como sus lágrimas mojaban el suéter que le prestó Yoongi.
Agradeció que él no contestara, porque necesitaba decir algo más.
—Odioso.
—¿Si, Jimin?—su voz sonaba un tono más grave, como si sintiera ganas de llorar que reprimía.
—Déjame quedarme contigo—lo miró casi suplicando, forzando la sonrisa de ojos cerrados que lo caracterizaba.—No me dejes solo, Yoongi.
Park Jimin sollozó.
El local no era su madre. No era besos tintados de rojo, tampoco caricias detrás de la nuca.
Bailaría por siempre con zapatos de mil formas y ninguno le iba a regalar la alegría que los de suela gastada le daban en ese lugar, con su madre tomándole la mano mientras los usaba.
Nada de eso la traería de vuelta.
Entonces, gracias a a las lágrimas que mojaban su suéter negro, Yoongi entendió a Jimin con exactitud.
Para Jimin, el sería el par de zapatos desgastados de su madre, que no hacían más que regalarle la alegría que le hacía falta en la infelicidad de su niñez y que más tarde lo impulsaron a luchar.
—Yo te voy a pedir algo a ti—aclaró su garganta y le tendió la mano, tomándole las muñecas antes de que pudiera siquiera tocarlo. Regalándole una sonrisa con la cara llena de lágrimas y los ojos hinchados.—No te vuelvas a ir. No me saques de tu vida.
Ahí, con la cara pegada al pecho de Yoongi y las manos apretadas en un agarre que prometía no soltarlo, Jimin pensó en largas piernas, tranquilidad absoluta. Justo donde estaba, con marcas de besos en su pecho y los ojos cerrados. Se sintió en su hogar otra vez.
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Piernas ➳ y.m |
FanfictionJimin es vigilado por el chico que vive frente a su estudio de baile y está perdidamente enamorado de el. Yoongi es un amargado inválido obsesionado con un rubio bailarín de preciosas piernas y enorme sonrisa.