No sabía cuanto había pasado, un año, dos, diez. No tenía más noción del tiempo de lo que marcaba el tiempo a su paso. El ciclo del tiempo, noche día, se escurría de entre sus dedos pero ya no importaba ahora debía encontrar a su diamante.
A la edad de 19 años, Oliver Sykes fue abandonado en un hospital psiquiátrico. Y no, no fue porque su familia no lo quiso lo suficiente como para no seguir con él a pesar de todo, su padre estaba profundamente decepcionado, su madre totalmente triste y su hermano menor jamás supo que le sucedió a Oliver, ni tenía que saberlo jamás porque su hermano era un monstruo. Pero ese monstruo estaba lo suficientemente cuerdo para tomar decisiones, Oliver decidió que no quería hacerle más daño a nadie así que empezó a negarse a recibir las visitas de sus padres el tiempo que estuvo internado, él empezó a abandonarlos a ellos para que empiecen a vivir de la forma en que merecían en vez de tener que estar cuidándolo. Oliver estaría el resto de su vida recluido por lo que había hecho. Oliver era un asesino serial con dos apodos "el asesino de las bodegas", por una serie de desmembramientos y asesinatos que se ejecutaron en un complejo de fabricas abandonadas en Downtown Florida. Y su otro apodo fue "el decapitador de Sheffield" que se especula fue el mismo Oliver quien cometió una serie de decapitaciones a la edad de 7 años hacia varios de sus compañeros de clase.
¿En dónde un niño guarda tanta oscuridad? ¿Qué es lo que desata el caos?
La mente humana es tan compleja y tan sorprendente. Pero todos somos luz y oscuridad, lograr un equilibrio es lo que nos hace funcionar aunque a veces la oscuridad parece querer hacerse paso hacia la luz e intenta tragarte por completo.Ahora mismo Oliver estaba caminando por las calles de Jacksonville. Su apariencia y su condición no eran las mejores pero no podía perder tiempo, estaba buscando algo y debía encontrarlo. Hace tres años que estaba recorriendo el país para encontrarlo y presentía que estaba cerca, una corazonada se lo decía.
Su cabello castaño, estaba bastante crecido, tenía indicios de un mal corte de cabello que había intentado hacerse con una tijera desafilada pero lograba cubrirlo con un gorro de lana negro. Su ropa estaba sucia y se notaba que no era suya dado a que sus jeans y su abrigo de pana gris eran dos talles más grandes que el que debía usar. Sus zapatillas deportivas marrones eran lo único que originalmente le pertenecía. Quien se acercara a él podría notar que llevaba tiempo sin bañarse, él ya se había acostumbrado a eso. Se había acostumbrado a pelear por comida, aunque se encontrara echada a perder. Se había acostumbrado a caminar largas distancias, a ser rechazado por la gente, a ser maltratado tanto verbal como físicamente, se había acostumbrado a pasar frío, hambre, se había acostumbrado a no pedir ayuda porque no podía hacerlo, pedir ayuda lo devolvería a un hospital psiquiátrico y así jamás podría cumplir su objetivo. También se había acostumbrado a casi no dormir para cuidar su rasgada y vieja mochila cargada de las pocas cosas que podía conseguir.
—"Kellin había nacido en Medford, estamos cerca. ¿Creen que se encuentre allí?" —Se preguntó Oliver a si mismo mientras estaba caminando por un pequeño centro que estaba lleno de transeúntes.La gente intentaba esquivar a Oliver lo más que podía por lo sucio que se encontraba. Hacía mucho frío y aún así podía sentirse su desagradable olor.
—"A ver dejame pensar, son 1.100 personas por kilómetro cuadrado. Sí, definitivamente esto será más fácil que cuando fuimos a Los Ángeles" —Respondió una voz en su cabeza.
_"Arruinaremos su vida si lo encontramos. El diamante merece ser feliz" —Hizo eco otra voz en su cabeza.
Oliver negó con su cabeza intentando disipar ese último pensamiento. Aunque también sentía que iba a arruinar la vida de Kellin si llegaba a verlo.
—"Sólo quiero saber que está bien. Voy a verlo de lejos y después te dejaré tomar el control. Nos iremos de aquí" —Pensó.
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amor enfermizo { segunda parte }
Fanfiction«Kelliver» Sin terminar Sé que me he ganado un pase directo al infierno por todos mis actos. Constantemente miro la fecha de mi boleto, se aproxima mi hora. Pero antes de irme quiero que el brillo de tus ojos me ilusionen por última vez. Quiero que...