7. La orden.

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«Narrador omnisciente»

Oliver miraba hacia el techo, realmente había hecho un desastre. Estaba atónito y totalmente satisfecho con sus resultados.

La escena en sí, se componía de una sala de estar a colores beiges y dorados; tan clásica y bien cuidada que parecía salida de un catálogo de decoraciones. Cada una de las piezas de arte, cuadros y estatuillas, tenían una composición tan única que daban la apariencia de ser costosos; Oliver no sabía de arte de ese tipo pero era lo que le parecía.

El suelo estaba alfombrado, con detalles bordó y brillantes, dando la ilusión de que fuese un escenario para una obra de estreno pero la laguna sangrienta que había en el medio debajo del enorme ventilador de techo le quitaba el glamour que solía impactar de buena manera.

El techo blanco también estaba manchado, el tono carmesí salpicado como una estampa, daba la impresión de que algo enorme se había estrellado contra él y las astas del ventilador goteando incesante con aquel líquido vital.
Si uno prestaba atención, en las puntas de las astas habían pequeños trozos de carne y piel que quedaban pegados, grotesco y sádico, parecía sacado de una película de terror.

Oliver estaba inexpresivo, miraba la escena parado a un metro de aquel lago debajo del ventilador. Por un momento se le había ocurrido limpiar la escena pero quitar esa mancha de la alfombra le sería imposible y según sus cálculos sólo le quedaban tres minutos para salir de ese lugar.

En un rincón cercano a la pared estaban los cuerpos de las víctimas. Era una pareja de mediana edad, ya dos anónimos para Oliver porque había olvidado sus nombres en cuanto apuñaló al hombre por tercera vez en su estómago.

Esa pareja había buscado en un clasificado cibernético a un joven bien dotado para regalo de aniversario, para cumplir la fantasía de un trío sexual. Qué sorpresa recibieron cuando el joven que ingresó a su casa, era más atractivo en persona que en sus fotografías.
La pareja se había sentado en el sofá de aquella sala y se había desnudado esperando un show de Oliver y luego aquel ansiado encuentro pero ahora el hombre apuñalado yacía en el suelo y la mujer decapitada, su cuerpo desplomado estaba junto al de su esposo mientras tanto la cabeza se encontraba sobre una elegante mesa de roble.

La mesa estaba a un lado para no molestar a ninguno en cuanto estuviesen haciendo lo suyo. Y sobre la mesa habían varios dulces de todo tipo, bebidas alcohólicas y un pastel con la frase: "Feliz 3er aniversario"

Oliver se acercó a la mesa y al ver aquel pastel sonrió suave, se había imaginado cómo sería su tercer aniversario junto a Kellin. Seguramente lo llevaría a un cita, se aseguraría de conseguir un auto para entonces y así podría sacarlo a pasear a donde quisiera. Pero no tenía tiempo de soñar con el amor de su vida, le quedaban dos minutos para irse.

—Bueno, señores X... —Dijo en voz alta mientras agarraba la cabeza cercenada de la mujer, la cual llevaba grabada una mueca de espanto. La levantó y la sangre contenida en sus venas, se derramó como una pequeña catarata— Que sea un muy feliz aniversario. —Concluyó con obvio sarcasmo y dejó la cabeza de la mujer sobre su pastel. Y luego de eso, después de reír ante su tan maquiavélico acto, fue a lavarse las manos. Se iría de ahí llevándose todo el dinero que esos dos poseían.

Esos días que pasaron, Oliver no se había quedado con Kellin; se pagaba hoteles cercanos a su casa, confiado de que no huiría ni ante esa lejanía.
Ahora habían acordado verse en una plaza, Oliver le pasaría el dinero a Kellin y él lo guardaría para saldar su deuda.

La consciencia de Kellin no lo dejaba tranquilo, sabía que Oliver no conseguía el dinero de formas honestas, temía preguntarle y que se enojara e intentase matarlo pero también sabía que de eso dependía su vida; si no pagaba su deuda moriría.
Estaba atrapado, prácticamente actuar de una forma sensata ahora mismo era sinónimo de quedarse callado y seguir el flujo del juego.

Kellin contuvo su respiración por sus nervios en cuanto Oliver se acercó a él estando en ese parque y ahora mismo, ambos estaban sentados uno junto al otro en una banca de madera.

No se saludaron, sólo se miraron y luego miraron los juegos infantiles frente a ellos, unos niños jugaban allí rompiendo con la calma del ruido natural, riendo a carcajadas, risueños en su mundo, contrastando lo que secretamente era una galaxia de mera melancolía.

—¿Crees que en algún momento lleguemos a tener uno? —Oliver se refirió a los niños en un tono bajo y sin mirar a Kellin.

—No lo sé. —Murmuró Kellin y entonces apretó sus labios mientras sus manos viajaban a sus piernas para apretar la tela de sus jeans— ¿Quieres tener hijos, de verdad?

—Quisiera tenerlos contigo. —Respondió Oliver y por fin movió su cabeza para ver a la cara de su amor. Kellin también lo miró.

Las palabras de Oliver no le habían conmovido, estaba un poco asustado de él pero había algo que le atraía y en ese momento no huiría... Podría escapar de Oliver e intentar conseguir el dinero como pudiera y quizás fallar en el intento, pero anhelaba tanto sentirse protegido que no podía evitarlo.

—¿Cuántos niños te gustaría tener? —Preguntó Kellin. Intentaba simpatizar más con Oliver. Sabía que supuestamente era amado pero quería que, si Oliver fuese a aferrarse a él, entonces quería asegurarse de que jamás se le ocurriera hacerle daño.

Oliver sintió su corazón pesar en su pecho, no podía evitar derretirse ante las palabras de su diamante. Mordió su labio inferior por un segundo y luego respondió:
—Los que podamos.

—Los que podamos serán. —Respondió Kellin y entonces abrió más sus ojos cuando sintió la mano de Oliver sobre la suya pero un impulso hizo que la apartara.
Fue un acto pequeño, pero había sido suficiente para molestar a Oliver, entonces la volvió a tomar pero con más fuerza. Kellin soltó una queja ya que ese apretón en su mano le estaba doliendo.
—Umgh… Oliver, me lastimas. —Se quejó intentando liberarse.

Y Oliver miró a Kellin aún sin soltarlo, inexpresivo.
—No tienes una idea de lo que he pasado por ti... Todo fue infierno. —Dijo con voz áspera. Kellin se quedó callado, sólo miraba a los ojos oliva del otro, y su cuerpo ante los nervios comenzó a temblar— Me delataste y me encerraron por años; mi vida se convirtió en una basura porque me destrozaban sin restricción alguna, y no podía pedir ayuda porque un asesino no puede pedir auxilio... Tienen que callarse y aunque estén rotos, deben seguir lijando la roca de sus sentimientos hasta terminar destruyendo sus emociones. Viajé por años para encontrarte porque yo nunca te olvidé, te consigo lo que quieras porque te amo con mi alma… Y es un lástima que mi alma esté enferma. Siempre hice lo que me dicta mi corazón y mi corazón dice que los mate a todos pero a ti no.

Para entonces los ojos de Kellin se habían cristalizado al sentirse angustiado por ambos.
—Sabes… Es una pena, es verdad. —Parecía a la defensiva pero por fin estaba siendo sincero— Cualquiera debería estar feliz de que alguien tan hermoso como tú lo ame, de que alguien tan asombroso cobre la fuerza necesaria para hacer hasta lo imposible por la persona que ama, que sea tan leal a su amor que no le importase que pasen los años... Seguiría siendo incorruptible. —Oliver no pudo resisitirse al impulso de abrazarlo. Ya que sólo de él podía sentir compasión— Nos rompí a ambos... ¿Creés que alguna vez me olvidé de ti? Imposible. Eres y serás lo más grande que me pasó en la vida.

—Deja que nos salve a ambos. —Respondió Oliver quien se acercó más para apegarse al cuerpo de su amado. Lo rodeaba para que nadie externo pudiese verle el rostro sonrojado de Kellin, porque sabía que aunque sea hermoso siendo así, merecía la dignidad de permanecer pareciendo fuerte.

Y escondido entre la calidez de Oliver y su perfume a almendras, Kellin se estremeció por el dolor en su pecho y a pesar del nudo en su garganta, logró susurrarle "Sálveme".

amor enfermizo { segunda parte }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora