4. Reencuentro

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  Llegué a Medford. Llegué y el día estaba nublado, casi podía sentir la inconsciencia de mis labios atrapar el ácido atmosférico. Como si la gravedad ante la humedad se hiciera más pesada, pero pesaban mis nervios, mi ansiedad.

  Hayward al 237, era el lugar donde vivía Kellin. A penas tenía registrado esa dirección de su línea de teléfono. Y yo estaba a dos cuadras de su casa.

  Caminaba a pasos lentos, no me encontraba agotado, había caminado una larga distancia y no había sido por falta de dinero, esta vez quería tomarme el tiempo de analizar todo antes de encontrarme con él.

_"Antes del final".

  No podía perderme en mi mente y pretender que el tiempo volaba cuando estaba tan enfrascado en verlo. La idea explotaba en mi mente como si fuesen chispas de fuegos artificiales como queriendo detener la helada que le procedía al tener que congelar mis voces para por fin verlo con atisbos de cordura.

  Las personas caminaban junto a mi, detrás y delante. Una pequeña multitud se hacía presente. Y de repente entre los murmullos, entre el ruido de los autos, motores y llantas arrastrándose por el asfalto, escucho unos pasos diferentes al resto. Ligeros y coordinados, casi imperceptibles ante la contaminación sonora. Esos pasos se detuvieron detrás de mi, y mi corazón pesó en mi pecho. Un aroma a cerezas me invadió, no supe diferenciar si era algo real o un fragmento de mis recuerdos... Pero estaba seguro de algo, podía sentirlo. Kellin Quinn estaba detrás de mi.

  Mira cuán grande es mi amor, que incluso si tuviese mis ojos vendados, si hubiesen pasado cientos de años, aún podría reconocerte.

  Sentí algo húmedo mojar mi pómulo izquierdo, bajó desde mi mejilla hasta mi mentón. No estaba llorando, pronto unas gotas de lluvia comenzaron a mojar todo el lugar. Pero era esa llovizna escasa de gotas pesadas.

  El semáforo cambió de color y cuando los autos se detuvieron, los peatones comenzaron a caminar. Entonces comencé a caminar, a cada paso estaba aterrado porque sabía que debía voltearme a ver.

  Decidí ralentizar mi paso, entonces como una brisa ligera abriéndose espacio entre la lluvia y mis deseos, su imagen se hizo presente… Su cabello seguía largo hasta sus hombros, caía en hondas, sus mechones verdes habían desaparecido para darle lugar a un tono rojo como cereza haciéndole honor a su fragancia. Su piel estaba bronceada, sus labios rosados resaltaban, su pequeña nariz me abstraía en lo perfecto de su perfil y mi perdición se hizo presente en cuanto vi el destello gris de sus ojos.

  Y ya lo he visto. He visto a la perfección pasar junto a mi, caminar vestido de negro, apresurandose para llegar a su refugio.
 
  Comencé a perseguirlo, el corazón comenzó a latirme rápidamente. Lo anhelaba tanto, al fin lo había encontrado. Tanto esfuerzo había valido de algo.

  La lluvia comenzó a hacerse más potente. La gente se dispersó, llegamos hacia la otra cuadra y yo seguía detrás de Kellin.
  ¿Cómo es que él no me reconoció? Yo pude sentir su presencia, yo lo sentiría donde quiera que vaya. ¿Ya se habrá olvidado de mí?

  El número de los edificios iban descendiendo. No eran más que complejos de monoclocks de colores beiges apagados.
  Quería alcanzarlo antes de que llegara a su casa, entonces hice acopio de mi valor y grité su nombre:
—¡Kellin! —Y no podía creer que esto fuese real, pero el jovencito frente a mi se detuvo. Parecía no importarle la lluvia, ni que su linda ropa se arruine ni que su hermoso cabello se aplaste, volteó lentamente a verme.
  Ahora su mirada gris se posaba sobre mi, el cristal de sus ojos brilló con intensidad, y decidí acercarme a él.
—Al fin te encontré. —Le dije y pude sentir como una sonrisa se formaba en mi rostro. Fue una sonrisa que pronto desapareció porque mientras a mi me invadía una enorme felicidad, Kellin formaba una expresión de desencanto que me dejaba algo confuso.

  Inmediatamente Kellin se volteó y comenzó a correr. Me quedé estático por un segundo, no entendía que le sucedía. Entonces comencé a correr tras él.
  Agradecía que mi estado físico había cambiado lo suficiente para alcanzarlo ahora porque me había quedado muy por detrás con su carrera.

  Mis pasos se oyeron pesados, salpicaba los pequeños charcos y mi corazón había comenzado a latir con rapidez. Fruncí el ceño, no había pasado años encerrado para que ahora él huyera de mi.

_"Se supone que sólo vería como se encuentra"

  Tomé fuertemente de su muñeca y lo obligué a detenerse. Entonces él volteó y vi la tristeza en su mirada, frunció el ceño y con su mano libre comenzó a golpearme.

—¡Ayuda! —Gritó e intentó zafarse tomándome de mi hombro y tirándome hacia atrás pero no lo lograba. Así que tiré de él para llevarlo a un callejón.

  Había un callejón muy cerca, cerca de una cancha de basketball y un edificio. Una de las paredes era de concreto y las otras eran rejas, no había nadie, la lluvia empeoraba y no se me ocurrió mejor idea que arrinconarlo en una de las paredes.

  No fui brusco y no pretendía serlo, y en cuanto lo tuve contra la pared lo vi removerse, su vista de diamante no se despegaba de mis ojos.

  "A Kellin le gusta el color verde, si le gusta eso quizás le gusten mis ojos"

—Vas a matarme. —Susurró Kellin, y yo pude oírlo a pesar de las gotas de lluvia cayendo sobre el suelo. ¿Cómo no oír a primer plano lo etéreo de su hermosa voz?

Un escalofríos recorrió mi cuerpo, una ira asquerosa invadió mi cuerpo y entonces me abalanzé hacia él. Ni la pena de su mirada, ni el temblor de su pequeño cuerpo me detuvo. Tomé su cuello con mis manos y comencé a apretarlo con fuerza.

—¿Crees que después de tanto tiempo estando encerrado ansioso por verte, iba a dejar que te me escapes de mis manos? Esto recién empieza, cariño.

  Kellin cambió de colores. El aura a su alrededor se apagaba, su rostro se volvió rojo, el diamante de sus ojos volteó quedándose en blanco mientras sus pequeñas manos intentaban tirar de las mías para apartarme. Pero yo no podía apartarme, porque si lo hacía ahora entonces estaría desperdiciando años de planeamiento, tiempo de búsqueda.

  Lo solté antes de que perdiera el conocimiento. Kellin estuvo a punto de caer al suelo pero yo lo tomé de su cintura y lo contuve contra mi, entonces revisé sus bolsillos y allí encontré sus llaves.
  Kellin comenzó a toser, supongo que habría sido por lo áspero de su garganta por aquella espontánea falta de aire y yo me sentí una mierda por hacerle eso, no se lo merecía para nada pero tampoco iba a dejar que se vaya.

Entonces comencé a caminar mientras lo llevaba, él iba a traspiés. Comencé a caminar bajo la lluvia junto al chico que amaba. Y ahora iba evitando los pensamientos que me surgían en la mente, aquellos pensamientos que me gritaban que debía ser yo quien escape, que debía dejarlo ir. Y también hacía oídos sordos a los sollozos del diamante, lo tomaré como un triste reencuentro pero me diré a mi mismo que estaba ansioso por verme, por eso llora, porque este tiempo me anheló tanto que no puede creer que ahora todo sea real.

 
 
 

amor enfermizo { segunda parte }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora