amor enfermizo { segunda parte }

{ Diamante: Desahogo. }

«Narra Kellin.»

Oliver se fue. El alivio que me había dado su presencia se esfumó junto con el humo de mi cigarrillo siendo expulsado por mis labios.

Está nublado, prácticamente no existe el color en donde estoy parado. Pavimento y césped verde opaco. Mi estómago se revuelve dejándome ver con aspereza el desagrado del concreto tallado frente a mí.

Estoy visitando la tumba de quienes fueron mis mejores amigos tras la partida de Oliver aquellos años atrás. Danielle y Víctor Fuentes.

Casi no recuerdo sus rostros, mi mente ha querido olvidarlos ocultando sus fotos en cajas que se agrietan por el tiempo. La cicatriz de su recuerdo arde cuando vengo a verlos. Últimamente están más presentes…

—Siento que vamos a estar juntos de nuevo. Muy pronto… —Río débil y le doy otra calada a mi cigarrillo. Me remuevo en mi lugar haciendo al pavimento crepitar y decido acercarme. Me agacho frente a la lápida doble quedando de rodillas y paso mi mano por encima de un vidrio cubierto de tierra. Había una foto de ellos allí, sonriendo risueños de ojos brillantes como si fuese el último recuerdo feliz de cuando estaban vivos. Yo no tengo recuerdos felices con ellos. Los últimos tiempos parecíamos estar naufragando en un velero semi-hundido— Va a estar todo mejor, eso supongo. —Hablo en voz alta, aunque no creía que alguien fuese a escucharme— A veces me pregunto qué hubiese pasado si aquella noche me hubiese quedado a cenar con ustedes. Dani, te mostrabas tan insistente y yo quería hacerlo pero no podía hacerles eso, era su aniversario; el primero de los muchos que se venían. —Suspiro entrecortado— Pero el tiempo es un tirano, parece mentira pero cuando más amas tu vida, más rápido te la quita.

Tiro la colilla de mi cigarrillo y expulso el amargo humo. Mi vista se dirige al cielo que resultaba tan vivaz al no querer iluminarme.

—Deja escapar un rayo de luz... —Dije mientras el humo seguía saliendo y cuando se terminó, quedé con la mirada perdida en la espesura gris— ¿Por qué eres así? ¿No te cansaste de hacerme sufrir todos esos años que ahora me arrastras a esto? —Llevé mis manos a los bordes de la lápida y como si quisiera abrazarla, me pegué a ella haciendo que mi frente tocara los bordes de aquella— No entiendo... —Mi garganta comenzaba a doler. Parecía anudarse para obligarme a callar— No entiendo porqué sigo luchando por estar vivo, ¿Por qué insisto si esto es una mierda? Nada nunca cambia, ninguna mejora permanece. —Cierro mis ojos con fuerza.

Y no llueve, el clima contrariaba mi sentir. Pero sobre mis mejillas una lenta y pesada lluvia humedecía mi piel.

No puedo hablarle a Dios o no me oye porque mi boca está manchada, y mi piel araña el anhelo de permanecer casta.

Abrazando a mis pares paso el trago agrio de mi realidad. Querer escapar no siempre es de cobardes, buscar la libertad es más valiente que permanecer con vida.