Memorias 5: Renacido.

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Ladeo mi cabeza y Biersack ladea la suya, me mira desde lejos y creo que imita mis actos de forma inconsciente o lo hace como un juego, busca congeniar conmigo. Es divertido.

Ambos estamos rodeados de personas en el comedor del hospital. Le sonrío y el corresponde… Parecemos dos niños.

¿Qué estás buscando, Biersack? Porque cada vez que me ves, estás sonriendo.

Él se levanta de su lugar y decide acercarse. Y se suponía que yo estaba tomando crema de elotes, así que hundo mi cuchara y saco una buena cantidad que meto en mi boca.
Subo mi mirada y él y aún me observa.

Parece que ese segundo se hubo vuelto eterno. Su mirada se desprende de mis pupilas para caer súbitamente hasta mi boca.  Entonces tomo mi crema y paso mi manga por mi boca.

—Hey, hola. —Me dijo en voz baja. Sonrió suave y yo sentí mi corazón contraerse, hacerse pequeño. Ese tono de voz era irreconocible hasta el punto de resultarme agradable— Iremos a jugar un rato después del almuerzo, ¿Te gusta el fútbol soccer?

Y por supuesto que me gustaba. En Sheffield y aquí en América, el futbol soccer era prácticamente el único deporte que practicábamos con mis amigos.

—Quizás. —Respondí y seguí comiendo.

—Me gustaría que nos acompañaras a jugar. Será divertido, piénsalo. —Dijo sin más. Me regaló la mejor de sus sonrisas y se volteó para irse.

La brisa que provocó con su bata al girarse para darme la espalda, removió mi cabello. Entrecerré mis ojos por eso y posé mi vista sobre mi comida.

¿Estaría mal dejarme llevar por un momento?
Es que joder, estoy tan jodidamente deprimido que olvido hasta quien era. De tanto tiempo que ha pasado perdí mi propia identidad para ser los restos de aquel asesino sin memoria. Tan despojado y ajeno de cualquier rastro de felicidad me hundo en la inmensidad de la oscuridad de mi infinita soledad y mis lamentos.
Creo que quiero volver a ser el de antes.

Las cosas no iban tan mal. Sinceramente, me aliviaba el hecho de que seamos sólo 5 personas jugando.
Algunas enfermeras nos observaban y aplaudían viéndonos.

Yo estaba de arquero. Era fácil y prácticamente era el mejor haciéndolo, en cambio los demás estaban jugando entre ellos. No teníamos equipos.

Atajé un lanzamiento de otro paciente, dos de Andy... Y entonces todo cambió.

Sentí el viento despeinar mi cabello, la frescura me hizo sonreír suavemente y respirar hondo me hizo sentirme "renovado", esta vez lo haría mejor.

Andrew se acercaba con la pelota. Esta vez no se dejaría ganar como lo hizo antes, su mirada determinada me lo decía.
Su ropa negra deportiva ondeaba en el viento y lo vi patear el balón y yo, me aventé para atajarlo... Subí mis brazos rápidamente pero lo calculé milimétricamente; cinco centímetros menos y mis manos no llegaron hasta del balón, fue un movimiento lento. Andy terminó golpeando mi rostro con el balón.

Sentí el duro golpe del cuero contra mi mejilla izquiera, ladeé mi cabeza y mis ojos cerraron sus párpados de inmediato. Mi piel ardía por aquel golpe y entonces dejé que la fuerza me empujara hacia el suelo.
Caí de costado y quise poner mi mano sobre mi mejilla pero al a penas hacer contacto la alejé y solté una queja.

—¡Oliver! —Exclamó Andy.

Me encontraba bien en realidad. Estaba emocionado por la naturalidad de mi actuación.
Temblé y me levanté del suelo, lentamente, apoyando mis brazos trémulos sobre el césped.

Andy se agachó frente a mí y corrió el cabello de mi rostro.

—Oliver...

Creo que… —Hice una pausa— No quiero jugar más.

Andy me ayudó a levantarme y en lo que me ayudaba a volver, yo meditaba cada paso para hacerlo lento. Todo acto estaba fundado con la esperanza de desatar la culpabilidad en su pecho.

La euforia de volver, golpeaba en mi pecho con martilleos insistentes y mi rostro inmutaba el hecho de mi felicidad interna.

Andy negó la ayuda de otros enfermeros para ayudarme a devolverme a mi habitación.
Había sido insistente al disculparse y al preguntarme reiteradas veces si me encontraba bien.

En cuanto llegamos a mi habitación, antes de que nos alejaramos de la puerta, decidí cerrarla de inmediato. El portazo que di advirtió a Andy que debía ponerse a la defensiva.

Imagina esto en una milésima de segundo:
Volteo a ver y Andy se queda estático, entonces me acerco de inmediato a él aunque con la mente revuelta en ideas.

No sabía qué debía hacer en ese momento.

Improvisar…
Lo usaría lo más que pueda hasta que ya no quedase nada más de él.

Tiré de su bata y lo aproximé a mí. Volteé dejándolo a él con su espalda apoyada a la puerta como si quisiera darle el control. Y entonces lo vi bajando su mirada por mi rostro… Ya lo tenía.
Ahora Andy me aproximó, entonces toda la tensión que había en el aire cada vez que nos cruzabamos, terminó por desaparecer en cuanto nuestros labios se juntaron. Andy me había besado.

Ahora sería el momento oportuno de empezar a jugar mis cartas.
Mientras Andy empieza a recorrer mi cuello con sus labios, yo sonrío ladino porque sé que he renacido.




amor enfermizo { segunda parte }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora