30/04/1916

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Querido diario:
Hoy salí a la plaza, cuando me encontré con Valentia, saliendo de la parroquia, estaba con un vestido hasta la rodilla, de un color cian precioso, con falda de tubo que acentuaba sus piernas y arriba un escote de corazón que dejaba ver sus hombros pálidos,  además de una cinta blanca amarada a su cintura que relataba sus caderas, y ese vestido lo acompañaba de unos zapatos de tacón bajo con puntas “cortadas” que hacían que sus piernas de vieran más largas y estilizadas , blancos con unas pequeñas cintas del mismo color, me sentía en el paraíso con solo verla.
No podía dejar  de verla, al oír su nombre entre los silbidos del viento sentía como mi corazón palpitaba con mayor intensidad y se me erizaba la piel. Sin embargo, ella se dio cuenta que la estaba mirando, luego se acercó a unos pasos de mi, y yo al instante pensé que se enfadaría conmigo por verla como si le fuese a hacer algo, como si yo estuviese loco, de pronto se digno a decir algo; “¿Acaso tengo algo en el rostro?”, y creo que para una pregunta así, dije directamente; “la verdad… te ves preciosa”  ella soltó una leve risa mientras decía; “!era una broma¡ !no te lo tomes tan enserio¡” después ella dijo en voz bajo “que tierno” y al escucharlo me ruboricé y no pude formular palabra. Luego de eso ella me contó que su vestimenta se debía a que su padre se iba a casar esa misma tarde, y al escucharlo no pude evitar preguntar el porqué se casaba a tal edad, y ella dijo que era porque su padre marchaba a la guerra, y si sucedía algo quería saber que estaría unida a su madre por el resto de su vida, ya que él decía que “si podía proteger a quienes amaba no le importaría morir”                                                                                                                    

Amadeo Salvatore D'micoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora