oiii. Rupert Dijard.

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Peter los siguientes dos días, mientras buscaba a quien ayudar en Queens, de vez en cuando se presentaba en aquel callejón, con la esperanza de volver a ver a aquella chica que lo hacía sentir como como Liz lo hacía o incluso mejor

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Peter los siguientes dos días, mientras buscaba a quien ayudar en Queens, de vez en cuando se presentaba en aquel callejón, con la esperanza de volver a ver a aquella chica que lo hacía sentir como como Liz lo hacía o incluso mejor.

Junto a ella, todos sus sentidos estaban alerta, había algo en la presencia de aquella chica que lo hacía sentir aún más vivo. Tal vez eran sus ojos, llenos de vida, entusiasmo, valentía que ella pensaba no tenía, pero que Peter podía ver claramente; también podrían ser los hoyuelos de los que Peter una noche antes se había percatado; podría ser el saber que a ella también le gustaba Star Wars; o tal vez era solo ella, todo en conjunto. Peter no la conocía, no tanto como le gustaría hacerlo, saber sus miedos, sus miles de aficiones más que no hablaron una noche antes, pero incluso la incógnita, la incertidumbre de no saber más que su edad y pocos gustos, era algo a lo que Peter se aferraba y claro a la impactante belleza que denotaba la chica, no sólo físicamente.

Ambos días fracasó y no la vio en lo absoluto, cuando se encontraba lo suficientemente cansado regresaba a casa se recostaba en su cama y se disponía a imaginar, o idealizar cuales eran sus posibilidades con ella. Sabía que no había ninguna, Maryannick era mayor y tenía muchos planes por delante, estaba comenzando su carrera, tomaría una especialización en oncología infantil, probablemente no estuviera en sus planes tener una pareja, mucho menos alguien de la edad de Peter. Él lo sabía.

Tenía muy presente que Maryannick no se fijaría en él, ¿pero que había de malo con imaginar el estar con ella? El decirle y ser aceptado, poder salir con ella de la mano, llevarla a cenar, decirle lo mucho que le encantan sus ojos y sus hoyuelos, incluso besarla.

—Peter, cariño—dijo May entrando a la habitación del chico—, ¿podrías salir a tirar la basura?

El chico sin pronunciar nada, se puso de pie y caminó a la cocina donde una enorme bolsa color negro le esperaba. Tuvo una rutina "común" para ser un domingo, claro que a diferencia de los domingos anteriores de conocer a la chica, en este no podía dejar de pensar en ella. Salió de su casa y caminó al contenedor de basura donde al día siguiente, en el transcurso de la mañana, mientras él estuviera en la escuela o esperando a Maryannick, se llevarían.

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—¿La viste el fin de semana?

—No.

—¿Por qué?

—Supongo no salió y por lo consiguiente no la vi, pero está bien—dijo encogiéndose de hombros.

—¿No hiciste nada arácnido?—preguntó Ned con una sonrisa.

—Lo de siempre, Ned. Nada fuera de lo normal—volvió a encogerse de hombros.

EIGHTEEN » PETER PARKER [#1]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora