oix. Suturar.

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Maryannick anotaba lo que la profesora decía, tratando de no olvidar nada quería detalles, sabía que todo aquello le serviría

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Maryannick anotaba lo que la profesora decía, tratando de no olvidar nada quería detalles, sabía que todo aquello le serviría. La mujer terminó de explicar y pidió que la siguieran a lo largo de la sala de emergencia, donde recibían toda clase de persona, desde personas con parecía ser un profundo corte o una quemadura hasta personas con grandes problemas como personas gravemente heridas por algún accidente automovilístico.

Aquella mañana el hospital estaba relativamente tranquilo, lo que cabe dentro de lo que es tranquilidad en un hospital. La profesora seguía caminando cuando un hombre algo grande la detuvo y le comentó algo a la vez que le entregaba una tabla pisapapeles, haciendo que la mujer sonriera asintiendo. El hombre de ojos azules se fue tras saludar a los chicos con una amistosa sonrisa y un movimiento de mano.

—El señor Ekstrom—dijo refiriéndose al hombre que acababa de irse, señalándolo ligeramente con su cabeza—, es quien dirige este hospital—algunos murmuraron y otros se limitaron a prestar atención a lo que la mujer decía—. Y ya que cree que no hay mejor forma que un alumno pueda aprender que haciéndolo él mismo, nos ha permitido o bien, a permitido a uno de ustedes aprender "mediante experiencia", atendiendo a un recién llegado con una herida. El hombre ha llegado con una herida lo suficientemente profunda para necesitar que se suture—dijo la mujer avanzando a donde el hombre le había dicho estaría.

Mientras la profesora hablaba, algunos iban comentando lo excelente que sería suturar al paciente; otros simplemente estaban asustados por no considerarse listos pero Maryannick estaba estupefacta y emocionada.

Cuando era pequeña, su padre le obsequió un kit de emergencias en el cual venía un estuche para suturar. Al principio se decepcionó de recibir un kit de emergencias en navidad, pero su padre quien era médico, se sentó esa noche con a ella junto al árbol en el suelo y la miró.

—¿No te ha gustado tu obsequio?—le preguntó recargando sus brazos sobre sus rodillas mirando a la pequeña Maryannick, quien creyó que al ir a París de visita a la familia de su padre le obsequiarían algo más femenino, incluso esperaba ropa o una hermosa muñeca francesa.

—No es que no me guste—comenzó a replicar con la mirada un poco gacha—, solo que no es algo que yo habría pedido.

—Ya lo creo, es mejor. Déjame mostrarte—dijo explicando cada una de las cosas. Los ojos de la pequeña poco a poco comenzaban a adquirir un brillo de interés por cada una de las cosas—. Bien, este último—dijo tomando la caja con lo necesario para suturar, eso lo había incluido él, no era parte del kit de emergencia—es más complicado pero estoy seguro que es el que más te va a gustar.

—¿Qué hace?

—Vey pide a la abuela un pedazo de carne cruda y un cuchillo.

—¿Carne cruda?—preguntó extrañada y el hombre asintió.

La niña se puso de pie y corrió a su abuela pidiendo la carne que su padre le pidió. Pocos minutos después Maryannick regresaba con un plato, un cuchillo y un filete de carne. Se sentó a escuchar y mirar a su tío desde que comenzó a hacer un corte de un aproximado de o.25 pulgadas de profundidad en la carne y continuamente colocándose unos guantes de látex; hasta que terminó e unir ambos extremos del corte que simulaba la herida en una persona.

EIGHTEEN » PETER PARKER [#1]. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora