Capítulo 2

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¿Dónde empezar?

Todas las ex empleadas se habían ido, y la única que quedaría a mi lado sería Meroly. Ella es mi chica de confianza. Con todo mi grupo de guardaespaldas, incluyendo a Fausto, salimos del local y emprendimos la búsqueda, o como prefiero llamarla, "La cacería".

Observábamos el área. Necesito chicas que sean deseables para los hombres: jóvenes, decididas, bellas, sexys y dispuestas. Para encontrar este tipo de mujeres, no basta con ir a cualquier lugar. Conozco personas que, con una sola llamada, podrían proporcionar no veinte sino cincuenta chicas, pero esos son lugares ilegales. Mi club no es completamente legal, pero mantengo las reglas al límite para las autoridades, con algunas violaciones que no detectan. Sin embargo, necesito voluntarias, nada por obligación. Ya tuve problemas con la mafia y no volveré a tenerlos.

—Fantiny —dijo Fausto, sacándome de mis pensamientos—, ¿dónde comenzaremos la búsqueda? Tenías razón con lo que dijiste, es muy difícil que veinte chicas aparezcan de la noche a la mañana y acepten prostituirse. Además, ya anunciamos que habría sorpresas esta noche.

—Encontraremos la manera; si no, usaré otra táctica.

—¿Qué táctica?

Cuando encontré a Meroly, estaba de camino a un peculiar barrio visitando a un amigo. Me gusta visitar lugares poco mencionados. De repente, apareció esta sexy rubia, toda siliconada, acercándose lentamente a mí. La miré y ella sonrió. Me dijo su nombre y su edad. Meroly me comentó que buscaba un trabajo, algo que no fuera la gran cosa pero que pudiera pagar para mantenerse bella.

Le comenté lo que hacía y ella aceptó. Fue fácil. Tengo el porte de millonario presumido y, con inteligencia, tengo todas las de ganar. Y, por supuesto, el signo de dólar que tengo pintado llama la atención.

—Lo habitual, Fausto. Me usaré como carnada. ¿Quién no quiere dinero en estos días? Además, las mujeres, al ver lo que pueden tener, lo piensan detenidamente.

—¿Pero con veinte chicas como carnada? ¿Funcionará?

—Me jodes la vida cada vez que dudas de mí, Fausto. Siento ganas de estrangularte. ¿No crees que funcione?

—Lo siento —dijo, agachando la cabeza y jugando con su teléfono—. Solo soy realista.

Las horas seguían pasando y no habíamos visto ninguna chica que me llamara la atención. Ya caía la noche. Tenía que abrir el club o no ganaría nada hoy. Fuimos al lugar donde encontré a Meroly como última alternativa.

—Listo, llegamos. ¿Qué sugieres, Fantiny?

—Eres mi hermano por desgracia, Fausto. Usa tus encantos —le toqué el hombro y me bajé del auto.

Olvidé mencionar que Fausto De Luca Fantiny Malavé es mi hermano. No por elección. Créeme, si me hubieran dejado elegir, no tendría ningún hermano. Pero lo es, menor que yo. Mi madre lo envió conmigo para que no estuviera de bueno para nada en casa. Ella lo apoya mucho, pero decidió que ya era tiempo de que echara raíces fuera del hogar.

—A conseguir putas, hermano.

Chocamos los puños y nos separamos. Dispersé a la seguridad. No quería que se viera tan obvio que era un millonario en busca de algo, aunque era notable. Llevaba un traje negro con una corbata turquesa, diseñada por la mejor modista italiana, S.C., una camisa blanca y varias joyas pequeñas. Un reloj de oro blanco, engastado con treinta y dos diamantes talla brillante. La esfera con índices engastados con doce diamantes y un brazalete en oro blanco de dieciocho quilates.

Algo pequeño.

Me senté en un parque cercano. Fausto se fue al norte y mis hombres estaban divididos por toda el área, observándonos desde distintos puntos.

Acuerdos [Vol1]  [Trilogía Relaciones Tóxicas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora