Capítulo 13

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Samira Rockefeller

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Samira Rockefeller

Temo tanto que dejar que me arrastre hacia lo desconocido parece una insensatez, pero mis miedos son variados y palpitan en las sombras de mi alma. Temor al contacto, a las ardillas, a la soledad, al abandono que me carcome día tras día desde que mi padre partió. Desde entonces, ¿he estado realmente sola?

Entonces... ¿Dejar que me lleve la corriente? ¿Debería?

A veces el miedo me envuelve, me paraliza, y me quedo allí, estática, sin saber cómo reaccionar, sintiendo solo el deseo de llorar y alejarme lo más posible. En este preciso momento, tiemblo de pavor. Pienso en cómo, una vez que él tome mi virginidad, todo cambiará de una forma... ¿extraña? Quizás se sienta así, como si todo se redujera a sexo, y yo no quiero que mi vida se limite a eso.

¿Es esto realmente lo que deseo?

Y aquí estoy, frente a frente con este hombre cuya vida desconozco por completo. Desconozco su nombre completo, su edad, su historia familiar; solo sé su ocupación. Y si reflexiono detenidamente, el trabajo de Sebastián no es común, no es un restaurante o un supermercado cualquiera. No, él envuelve su club en capas de exhibiciones, como si desafiara algún sistema.

La prostitución, no es legal ni ilegal del todo, es un terreno gris. Pero él disfraza este hecho a través de diversas fachadas en su club.

Al entrar, te reciben luces brillantes, mesas de juego, una barra repleta de licores y una pista de baile. Pero en una esquina apartada, está la puerta negra, tras la cual se esconden las habitaciones de las empleadas, que solo las utilizan para "trabajar". Más allá, al final del pasillo, se encuentran los cuartos donde descansan, y ahí está el cuarto de Sebastián, de Fausto y el mío.

Mi lugar de trabajo, el Cuarto S, está apartado de todo, al final del pasillo, tras el salón principal y el auditorio. Es oscuro, con luces tenues que iluminan los objetos que utilizaré. Al otro lado, hay un cristal, una silla donde los hombres se sientan a satisfacerse, o a hacer lo que sea que hagan en esa sección. Trato de no mirar mucho, la sola idea de verlos me repugna.

Y entonces enfrento la cruda realidad. ¿Por qué estoy aquí?

Es un pacto, un maldito y miserable acuerdo que me ata a Sebastián por un año entero. Lo firmé, con los documentos de mi propia condena en mis manos, mientras una vocecilla en mi interior gritaba que esto era una locura.

El acuerdo establece términos, los cuales revisé, y ninguno favorece mi situación. Primero, Sebastián usaría mi fuerza y energía para lucrarse en su club. Segundo, no podía pensar, tocar ni mirar a otro hombre que no fuera él, en ningún momento. Una estupidez, pero así estaba escrito. Tercero, tendría relaciones con él cuantas veces quisiera, de la manera que quisiera y donde quisiera.

¡Dios mío, este hombre está verdaderamente enfermo!

Cuarto, no podía oponerme a sus reglas, o rompería el acuerdo y me enfrentaría a una demanda descomunal, tal como se explicaba en negrita. Quinto, el contrato entraría en vigor una vez que Sebastián hubiera "probado" a la chica, en este caso, a mí.

Acuerdos [Vol1]  [Trilogía Relaciones Tóxicas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora