Afortunadamente habían llegado a tiempo a su departamento, antes de que una gran tormenta comenzara a inundar las calles de Gwangju.
El dulce aroma a chocolate caliente, el calor abrasador de la sala y el sonido de las gotas de lluvia golpear los ventanales con fuerza. Un día gris, junto a un chico de cabellos rosa. El cielo melancólico y perfecto; su cielo, Yoo Kihyun.
Entre tantos pensamientos melosos y poemas sin estructura coherente que su mente formulaba, Changkyun recordó que antes de ir a la cocina a preparar dos tazas de chocolate caliente había dejado a su invitado en su habitación, con una toalla para secarse y un cambio de ropa que amablemente escogió para él, que de seguro le quedaría perfecto al tener una contextura más o menos similar.
No podía negarlo, se sentía estúpido. Probablemente Kihyun se estaba cambiando en esos momentos y el no era capaz de ir a preguntar si había terminado; porque se sentía nervioso y el latido de su corazón junto a la incómoda presión en su estómago lo delataban. Sus ropas olerían a Kihyun. Changkyun se cubrió la boca, visualizandose a sí mismo colocándose esas prendas para dormir con el perfume de frutos secos del pelirrosa; mierda, que enamorado estaba.
—Creo que tenemos la misma talla. —aquella melodiosa voz le hizo sobresaltarse demasiado y casi derrama una taza de chocolate, pero por suerte no lo hizo o sería la burla para el mayor. Lo observó de pies a cabeza de la forma más disimulada que logró y dios, ese pequeño ser lucía demasiado bien de pijama blanco; ahora sólo le faltan las alas pensó Changkyun.
Carraspeó aclarando su garganta; —Ah sí, te queda bien. —no podía confesarle que pensaba en él como un ángel, ¿o sí?
Ambos tomaron sus tazas de chocolate y fueron en dirección a la sala, donde había una acogedora chimenea eléctrica, un sofá de color vino y múltiples pinturas en óleo decorando muebles y paredes, las cuales, por su puesto, Kihyun reconoció al instante. Tomaron asiento en la alfombra frente a la chimenea, como dos niños pequeños, como dos preadolescentes que se gustan demasiado pero son demasiado tímidos para acercarse el uno al otro.
—Tengo algo que decirte. —comenzó Kihyun, provocando (sin querer) que el corazón del castaño se acelerara frenéticamente, esperando lo peor.
—Si acaso vas a decirme que te gusto, ahorrate las palabras, es demasiado obvio, sí. —trató de romper aquella tensión que al parecer solo él sentía, bromeando con temas sugerentes y comprometedores como siempre lo hacía, aunque en el fondo moría porque aquello que había dicho fuese verdad. Moría porque el mayor gustara de él.
Un silencio se instaló entre los dos, separandolos incluso más que la distancia entre sus cuerpos. Changkyun tenía miedo de haberlo arruinado.
—Dejemos ese tema para otro día. —comentó el mayor de ambos con una sonrisa pintada en los labios. El contrario se sorprendió, no hubo reprimendas ni golpes en su brazo por aquellos comentarios idiotas. —Kihyun.
—¿Kihyun? —le observó sin comprender por qué había pronunciado aquel nombre, hasta que cayó en cuenta de lo que esa simple palabra significaba y volteó a ver al chico rápidamente, buscando conectar con su mirada a ver si encontraba una respuesta.
—No te había dicho mi nombre en todo este tiempo, ¿no se te pasó por la cabeza que era eso lo que quería decirte?
—La verdad no, ya me estaba haciendo la idea de que rosita era tu nombre. —ambos rieron por lo estúpido que sonó aquello.
—Cuando nos conocimos te dije que no te diría mi nombre, porque no tenía planeado volver a hablar contigo, ni mucho menos ser algo más que conocidos. Pero aquí estoy, en tu departamento tomando chocolate caliente, vistiendo uno de tus pijamas. —Changkyun podía jurar que en aquel momento vió un leve color carmesí adornar las mejillas de Kihyun. —Ahora sabes mi nombre, soy parte de tu vida y tu de la mía. Ya no puedes olvidarme, Changkyun. —le enseñó la sonrisa más brillante que en su vida había contemplado, haciéndolo sentir el ser más afortunado del planeta tierra, porque estaba más que convencido de que Kihyun jamás le sonreiría así a cualquiera.
—¡Kihyun, Kihyun, Kihyun! —comenzó a decir su nombre cada vez más fuerte, avergonzando al mayor de sobremanera.
—¡Cállate, no lo grites!
—¡Kihyun, Kihyun! Es el nombre más lindo que he oído. —el castaño sonrió ante el rostro apenado que le mostraba el contrario, fue por eso que de un momento a otro no pudo evitarlo y estiró sus brazos para rodearlo con fuerza. Kihyun protestaba por lo repentino que fue el abrazo, quejándose de que le estaba ahogando con sus brazos, más estaba demasiado lejosde encontrarse incómodo. Finalmente, cuando el pelirosa cedió, Changkyun susurró;
—Quédate esta noche, Kihyun.
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perdón la tardanza, pero les prometí que volvería algún día. espero disfruten este tierno capítulo, escrito con amor; gracias por leer. ♡