La plaza oscureciéndose. Su cuerpo febril, caminando alrededor. Los grandes ediicios, tantos, vagos, en el cielo plateado las luces eléctricas de las ventanas en las ventanas enrojecidas.
Se detuvo en el cordón para esperarla. Unos cinco minutos después, con aspecto extrañamente demacrado, ella se acercó a él. Viendo su rostro, "Nada, sólo cansancio". Ella sonrió. Lado a lado, caminaron por la plaza en penumbras. Era la primera vez que estaban juntos. Por estar con ella, él sentía que daría cualquier cosa.
Más tarde, en un taxi, ella lo miró directamente a la cara. "¿Y no te arrepentirás?" El respondió escuetamente. "Ningún arrepentimiento". Oprimiéndole la mano, ella dijo: "No me arrepentiré, pero..." También en ese momento su rostro parecı́a iluminado por la luna.