Uno de sus amigos enloqueció. Siempre habı́a sentido hacia él una afinidad peculiar. Debido al aislamiento... porque conocı́a el aislamiento oculto tras una máscara de alegrı́a y desenfado. Después que su amigo enloqueció, fue a visitarlo dos o tres veces. La mano que empuñaba la pluma habı́a empezado a temblar. Babeaba. Su cabeza sólo tenı́a alguna claridad después de una dosis de ocho miligramos de Veronal. Y entonces, sólo por media hora o una hora. En esta semioscuridad dı́a a dı́a vivı́a. El filo mellado, una espada muy delgada como bastón.